La honra laboral de un santiaguero

La honra laboral de un santiaguero

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Casi todos confunden su edad. No aparenta haber nacido en 1944, justo el 23 de noviembre, bajo uno de los signos de fuego del zodíaco: sagitario.

                       Trabajar junto a este septuagenario devine lección práctica de laboriosidad. Fotos: Betty Beatón Ruiz

 

También hay equívocos cuando, sin conocerlo aún, y a sabiendas de su desempeño como bracero, una se lo imagina muy diferente a como es en realidad: un mulato bajetón, no tan fornido como para creerlo capaz de acarrear mercancías, lo mismo en faenas sobre tierra firme que a bordo de una patana, mar afuera, en complejas operaciones.

Solo cuando el tiempo alcanza para hacer un alto en el cotidiano bregar portuario, Bringas, como le dicen algunos, se despoja de la timidez, saca a flote un puñado de anécdotas que se gozan a plenitud, con la certeza de que está desnudando el alma una persona querida y respetada por haber levantado con su ejemplo un monumento a la laboriosidad.

En primera persona

                Bringas ha pasado medio siglo entregado a su labor como estibador en el puerto santiaguero.

 

Puedo decir que he vivido intensamente, claro, con altas y bajas, ¿quién no?

Nacer en Santiago de Cuba fue lo primero, aunque de chiquito hubo muchos momentos duros.

Mi familia era pobre, en la escuela solo pude estudiar hasta el sexto grado, a partir de ahí limpié zapatos, hice mandados, vendí pru…

Ya después del 59 la cosa cambió.

Me incorporé a las Fuerzas Armadas Revolucionarias, ahí me fogueé como hombre de verdad, tremendo rigor y tremenda enseñanza. En las FAR se me abrieron muchas puertas para superarme y crecer como persona, curso de chofer, curso de paracaidismo, curso de artillería.

Ese último sí que tuve la posibilidad bien rápido de entrenarlo bajo fuego.

Fue en Playa Girón, donde la teoría se hizo práctica. ¡Qué manera de tirar tiros pa’encima de los mercenarios!

Mi batería era la 07 del Ejército Oriental y me desempeñé como artillero con solo 16 años, pero no fui el único, otros tan jóvenes como yo estuvieron ahí, firmes frente al cañón, algunos murieron, así, en la flor de la vida, por su patria. ¡Vaya heroísmo que no debemos dejar de honrar!

La muerte es cosa triste y jamás se aplaca el daño que causa. Me tocó estar cerca de ella por esos días de abril de 1961, luego en 1985, cuando fui a pelear dos años junto a los angolanos, en Lubango, en la unidad de artillería antiaérea; después vino y me arrancó a uno de mis dos hijos, a la hembra. Duele todavía, dolerá por siempre.

El varón vive en Camagüey, es ingeniero industrial, está muy bien.

Puerto adentro

Después de licenciarme de las FAR me incorporé al puerto. Eso fue en 1967 y ni yo mismo imaginé estar aquí hasta el 2017.

¿Quién me hace cuento de este lugar? Conozco cada rinconcito del Guillermón Moncada y me hace feliz todo lo que tenga que ver con él, de lo contrario ya no estaría, mucho menos con 72 años.

¿Cuántos sacos me he tirado al hombro? Vaya usted a saber, sería como calcular la cantidad de mercancía que he movido de los barcos a los almacenes, a las casillas de ferrocarril o a los camiones. ¿Un millón de toneladas? ¿Menos? ¿Más? Voy a cumplir 50 años como estibador, así que calcule usted.

A pesar de todo eso no me duelen ni los callos. Andar constantemente encorvado sobre la saquería que hay que cargar no me ha traído problemas con la espalda, y no padezco enfermedad alguna.

Tengo una sobrina médica que anda detrás de mí: “Tío, vamos a hacerle un chequeo, una placa de columna, ¿de verdad está bien?” Y yo que sí, caramba, que no me siento nada.

Ah, por supuesto, me canso, soy un ser humano y las cosas del puerto no son jamón, aquí se trabaja duro, es ciertó que con frecuencia tenemos buenos salarios, pero no es fácil lograrlo.

Mucha gente me pregunta cómo es posible que con esta edad yo haga esas labores, la respuesta es sencilla, toda regla tiene su excepción. Otros quieren saber cuándo me jubilo. Bueno, en algún momento, tiene que llegar. En casa hay cosas de las cuales ocuparse, atender a la familia, a mi esposa Esperanza, mi hermana, mi mamá de 99 años…

Tal vez pida la jubilación en junio de este año, esa es la idea. Tiempo al tiempo.

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