Cargando...Un nuevo paso de avance, en el desarrollo artístico del joven pintor Erik Varela Ravelo, se evidencia en su nueva serie iniciada hacia finales del pasado año, en la que incursiona en nuevos paisajes concebidos sobre la base de sus anteriores experiencias pictóricas, inmersos en ambientes citadinos y rurales en los que trasciende la búsqueda de novedosos lenguajes figurativos.
Sosteniendo sus discursos multicolores, con una paleta rica en la que predominan los cálidos (en su recurrente alusión al Caribe) y un sabor manifiestamente popular, el artífice nos introduce ahora en mundos inexplorados por él, en los que el observador puede disfrutar de la recreación de paseos o avenidas vistos por su imaginación en momentos nocturnos, para de tal modo, sobre la base de las iluminaciones y los contrastes, lograr unos cuadros que atraen la mirada y el interés no solo por sus suntuosas perspectivas, sino además por las llamativas arquitecturas que bien pueden aludir a disímiles entornos de La Habana Vieja o Centro Habana con sus edificios antiguos, unidos uno a los otros, aunque sin reparar en decorados ni en los diferentes estilos arquitectónicos existentes en ellas, sino apreciadas desde un arte más bien minimal.
En esas pinturas, Erik introduce a los ya conocidos protagonistas de sus anteriores series: los estilizados personajes con sombrillas multicolores, semejanza a lo genérico más que a lo individual, intención que adjudica a su obra un carácter representativo, independiente de la realidad que le circunda, pero echando anclas sobre ella; en tanto, como símbolos de fuerte expresividad, mantiene asimismo sus grandes astros, que como especie de lunas gigantes, devienen centro de atención en sus panoramas plásticos.
La noche dirá….
Esa propensión del artífice hacia la esquematización de las figuras, en la que igualmente sobresalen elementos de la abstracción geométrica adyacentes en su subconsciente, tales como el uso de las líneas verticales y horizontales, se manifiestan también en los trabajos inspirados en paisajes rurales, en los que comienza a destacarse la cuidadosa y limpia introducción de árboles, también en apacibles nocturnidades que incitan a la meditación y el reposo de la mente.
Durante poco más de un año de incesante actividad creativa, de experimentación y de búsqueda de un lenguaje propio, bien definido, es sorprendente la ascendente carrera emprendida por este artista, quien un camino muy personal, sin renunciar a las posibilidades que le ofrecen las disimiles formas de establecer plena comunicación con los espectadores. Para ello, no solo se sirve de la abstracción geométrica, sino también, del arte concreto y de la figuración minimal, haciendo galas del manejo de los pigmentos, en los que estudia y aplica sus propiedades ópticas, sosteniendo sorprendentes ritmo y equilibrio en sus cuadros.
Sus pinturas y dibujos (acrílicos sobre lienzo y acrílicos y creyones sobre cartulina), sin apartarse del todo de su técnica, se ha visto beneficiado, paulatina e incesantemente, de cambios; especie de metamorfosis en la que impresionan, ante todo, las formas pictóricas, es decir, los trazos precisos y las líneas limpias, las manchas sugerentes y los contrastes expresionistas e igualmente por la recreación de composiciones estrechamente relacionadas con La Habana (ciudad donde nació, creció y se formó como artista) y sus gentes, las de los barrios.
