La historia como savia de los pueblos

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Roberto Pérez Rivero, Presidente de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (UNHIC), durante la inauguración del XXII Congreso Nacional de Historia.
Roberto Pérez Rivero, Presidente de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (UNHIC), durante la inauguración del XXII Congreso Nacional de Historia.

 

Por Hassan Pérez Casabona⃰

Los pueblos tienen que beber de manera cotidiana de las tradiciones que distinguen su devenir en el tiempo. Ello no es una cuestión baladí, sino necesidad imperiosa para encarar los complejos desafíos que impone el mundo contemporáneo, signado por la globalización de la inequidad y la instauración de patrones de consumo, que van en detrimento del conocimiento de las raíces de  las naciones.

Dicho en otras palabras, acercarse a los valores, acontecimientos y figuras que a lo largo de centurias se entregaron por completo a la formación de una mirada libertaria y emancipadora, con profunda vocación latinoamericanista, no será jamás entretenimiento ni responsabilidad inherente, de manera exclusiva, a los profesionales del ramo. Es una urgencia del presente, cuya resonancia impactará decisivamente en el futuro de cada pueblo.

¿Cómo es posible saber hacia dónde vamos sin comprender nuestros orígenes? ¿Se puede andar con paso firme, dentro del atolladero global marcado por flagelos de toda índole, carentes de sólidos asideros? Es cierto que los proyectos alternativos representan “un viaje a lo ignoto” pero, también lo es que solo se puede imaginar el avance contando en la primera línea con la extraordinaria riqueza ideológica y cultural, que levantamos durante este largo camino a contracorriente.

En Cuba, afortunadamente, tenemos clara conciencia de la importancia estratégica de la preservación y enriquecimiento del colosal patrimonio que heredamos de nuestros predecesores y que, cual batón que se traslada de mano en mano, estamos en el deber de entregar robusto a las venideras generaciones de patriotas.

Desde el momento mismo del triunfo la dirección revolucionaria prestó especial significación al rescate de la memoria colectiva, y de cada una de las grandes epopeyas escritas durante décadas. Se trazaron políticas efectivas para superar la práctica entronizada  por las estructuras imperantes hasta entonces, las cuales se encargaron de invisibilizar y empequeñecer buena parte de nuestros mejores valores. Esas élites se comportaban así de manera funcional a los intereses de dominación, en la medida que se plegaban a los designios de Wall Street.

Siempre hubo voces que sonaron muy alto, en la aspiración de que lo nuestro ocupara el sitio que le correspondía, pero debieron hacerlo la mayor parte de las veces a contrapelo de las posiciones oficiales. Por ello tienen tanto valor los estudios de hombres y mujeres como Fernando Ortiz, Ramiro Guerra, Emilio Roig, Fernando Portuondo, Hortensia Pichardo y Julio Le Riverand, entre otros nombres, quienes con rigor y compromiso contribuyeron a dibujar un rostro oculto de nuestra historia.

Una de las medidas que mayor repercusión implicó, en cuanto a jerarquizar el papel del conocimiento histórico, fue la apertura de la Escuela de Historia en la Universidad de La Habana, como parte del proceso desatado con la Reforma Universitaria, que entró en vigor un 10 de enero de 1962.

Fue aquel el mejor homenaje a ese joven visionario, paradigma de la coherencia entre la palabra y la acción, que es Julio Antonio Mella, asesinado en igual fecha pero de 1929 en la intersección de las avenidas Abraham González y Morelos, en la capital mexicana, por sicarios a las órdenes de Gerardo Machado.

Esa escuela (bajo la dirección de Sergio Aguirre) representó la primera vez que en el país se organizaban estudios profesionales en la especialidad, lo que dotó de las herramientas científicas de mayor alcance, en cuanto al quehacer metodológico e investigativo, a cada una de las sucesivas promociones de historiadores antillanos.

Téngase en cuenta que hasta ese momento las figuras prominentes de este campo procedían de la abogacía, la filosofía o de Letras, como carreras de nivel superior, y que algunas de ellas lograron estudiar en otras latitudes con posterioridad, como fue el caso de Le Riverand en el afamado Colegio de México.

Bajo esos presupuestos martianos que privilegian el acercamiento constante y creador a la obra dignificadora previa (de amar las glorias pasadas se extraen fuerzas para las batallas futuras) se organizó en la tarde del martes 10 de enero el acto central a propósito del 35 aniversario de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC). La velada ocurrió justo 88 años después de que Mella pronunciara -cuando cayó fulminado por un balazo-, en los brazos de su amada Tina Modotti, la estremecedora frase de: “¡Muero por la Revolución!”

La actividad se desarrolló en el Memorial José Martí y estuvo presidida por Alpidio Alonso, vicejefe de departamento del Comité Central del Partido; María Elena Salgado, viceministra primera del ministerio de Cultura, Roberto Pérez Rivero, presidente nacional de la UNHIC; René González Barrios, presidente del Instituto de Historia de Cuba (IHC), Eugenio Suárez, director de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estados (OAHC) y Ana Sánchez Collazo, directora del Centro de Estudios Martianos (CEM).

La Doctora en Ciencias Históricas, Mildred de la Torre Molina, recién electa Premio Nacional de Historia. Foto: Modesto Gutiérrez Cabo
La Doctora en Ciencias Históricas, Mildred de la Torre Molina, recién electa Premio Nacional de Historia. Foto: Modesto Gutiérrez Cabo

 

Raúl Izquierdo Canosa, quien presidiera la UNHIC entre 1999 y el 2012 y Elvira Le Riverand, hija del doctor Le Riverand, quien fuera electo presidente fundador en 1981 y ratificado en el segundo congreso de la organización, en 1985, se encontraban como invitados especiales en la conmoración, a la que asistieron los miembros de la dirección nacional ampliada, entre ellos los presidentes de las filiales provinciales.

La ceremonia incluyó la entrega de diplomas de reconocimiento a un grupo de los 480 miembros, en todo el país, que son  fundadores de la entidad que aglutina a los historiadores del patio.

Entre los agasajados estaban -además de Eusebio Leal, quien presidió la UNHIC luego de Le Riverand, y el cual fue electo en un congreso posterior como Presidente de Honor-, el propio Izquierdo Canosa y los destacados profesores e investigadores, Aurea Matilde Fernández, María del Carmen Barcia, Oscar Zanetti, Francisca López Civeira, Mildred de La Torre, Rolando García, Felipe de Jesús Pérez Cruz, Oliver Cepero, Ignacio Suárez, José Sánchez Guerra, Angelina Rojas Blanquiet, Nicolás Garófalo y María Caridad Pacheco.

Una distinción especial recibió Rolando Marrón, por: “La larga vida consagrada a esta actividad, en especial a la historia de la aviación en Cuba. Marrón es alguien indetenible en este frente, al que le debemos mucho”, según señaló emocionado Pérez Rivero.

Mildred de La Torre, dio a conocer el fallo del jurado en la primera edición del concurso dedicado a homenajear a Gloria García, importante personalidad de la historiografía cubana ya fallecida. El certamen, concebido en lo fundamental para estimular las indagaciones sobre la esclavitud y la historia económica, tuvo como ganador al joven Fabio Fernández Batista, profesor de la Facultad de Filosofía, Historia y Sociología de la Universidad de La Habana.

Israel Escalona, por su parte, lanzó la convocatoria al II Coloquio Internacional de Historiadores, el cual se efectuará en nuestro país en junio del 2018, teniendo entre sus temáticas principales los problemas sobre la historiografía; visión de los procesos actuales en América Latina y el Caribe; la enseñanza de la historia y la relación de esta con las temáticas de la ciencia y el medio ambiente. Informó también que el cienfueguero José Manuel del Sol Morell fue el ganador del concurso “35 años en defensa de la Historia”.

López Civeira, vicepresidenta de la UNHIC, leyó el pronunciamiento de los historiadores en relación a contar con el pensamiento del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz como guía para todos los tiempos. “Fidel es un referente fundamental en nuestro trabajo”, declaró.

En otro momento recordó el intercambio que sostuvo en octubre del 2000 el líder de la Revolución con varios historiadores, el cual fue un encuentro memorable en el que se discutió sobre el patrimonio, la investigación y la enseñanza de la historia, tema que lo motivó especialmente, apuntó.

“El Yo soy Fidel de las últimas jornadas surgió de manera espontánea y se convirtió en el grito de todos. Fidel es alma de esta nación y tenemos que garantizar que su pensamiento se multiplique en las venidera generaciones”, añadió.

Escuchando a la profesora “Paquita” López Civeira vinieron a mi mente las valoraciones que el Comandante en Jefe compartió con la periodista Katiuska Blanco, sobre la importancia de la historia.

Francisca López Civeira, profesora de la Universidad de La Habana .

 

“Posiblemente la historia nos ha trasmitido numerosas anécdotas un poco fantasiosas, incluso, hasta mentiras, sucesos que ocurrieron o se inventaron; pero, en cualquier caso la investigación comprobó muchas de las narraciones históricas. En la historia, el riesgo mayor es el tipo de interpretación dada a los acontecimientos y sus causas. (…) Después que uno ha vivido algunos años y algunos acontecimientos históricos, después que ha leído la explicación dada por muchos protagonistas de los acontecimientos históricos en que usted también participó y conoció, y de los cuales ha sido testigo, se da cuenta de cómo la historia está expuesta a un gran número de errores. (…)

Resaltando la tarea de los investigadores, y del arduo proceso en que se enrolan, confesó:

“La investigación histórica puede descubrir y precisar hechos mejor aún que los propios protagonistas; es decir, creo en la investigación histórica, en métodos de investigación y comprobación: en los documentos, testimonios, hechos, en las huellas que puedan haber dejado; hay muchas maneras de verificar los acontecimientos. La investigación histórica es una ciencia, una técnica, y permite indagar y comprobar lo que la memoria no puede retener. Considero insoslayable desconfiar, incluso, del testimonio de los protagonistas, y la historia debe realizar investigaciones. No se trata de que los protagonistas quieran engañar, a veces no se acuerdan bien de lo que pasó, de algún aspecto, y tienen su versión de lo que ellos vieron entonces, lo que interpretaron después. Creo que se puede confiar más en la investigación histórica. Claro, los protagonistas podemos dar testimonios de ideas básicas, esenciales, propósitos, conceptos que tenemos de tales cosas, que sí es muy difícil comprobar en la investigación histórica, excepto que se haya escrito. Pero muchas veces hay que trabajar sin pruebas documentales, porque no se ha escrito antes una opinión, una idea. Es decir, aunque la historia está sujeta siempre a tergiversaciones, confusiones, y equivocaciones, existe la investigación histórica y existen los buenos investigadores históricos”.[i]

El doctor Roberto Pérez Rivero, en las conclusiones de la celebración, destacó la presencia de varios Premios Nacionales de Historia, entre ellos la camagüeyana Elda Cento y  Mildred de la Torre, quien en horas de la mañana fue reconocida con dicha distinción. Anunció igualmente que ese honor se le conferirá en las próximas semanas a Luis García Pascual, estudioso de primera línea sobre la vida del Apóstol.

Se refirió al momento de fundación de la UNHIC, el 7 de diciembre de 1981, en el hemiciclo Camilo Cienfuegos de la Academia de Ciencias de Cuba. “Hubo un trabajo previo, que incluyó reuniones con varios de los más destacados historiadores. Con ellos se discutió la propuesta de estatutos. Junto a Le Riverand integraron el primer ejecutivo nacional figuras de la talla de Sergio Aguirre, Manuel Moreno Fraginals, Gloria García y Rolando García, presente este último hoy entre nosotros”.

Sobre el trabajo de la organización dijo: “Contamos con alrededor de 5000 afiliados en todo el país, que se desempeñan como profesores, investigadores, archiveros, museólogos, periodistas, etcétera, los cuales son el verdadero sostén de lo que hacemos. Esa idea es extensiva a las filiales provinciales, que se encargan de poner en práctica todos los sueños vinculados con el conocimiento de la historia”.

Relacionado con la labor futura aseguró: “El 30 de junio comenzarán las sesiones del 8vo Congreso. Vamos a fortalecer el papel de la revista El Historiador, que ya es una hermosa realidad. En los desafíos que se avecinan nuestro pueblo podrá contar siempre con el trabajo responsable y comprometido de los historiadores cubanos”, finalizó.

El autor es Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemisférico y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.

[i] Katiuska Blanco Castiñeira: Fidel Castro Ruz. Guerrillero del Tiempo. Conversaciones con el líder histórico de la Revolución Cubana, Primera Parte, Tomo I, Casa Editora Abril, 2011, pp. 232-235.

 

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