Dámaso Pérez Prado: el centenario de un Rey

Dámaso Pérez Prado: el centenario de un Rey

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Hay cierta imprecisión y versiones alrededor de su año de nacimiento. Se ha dicho que rehusaba decir la edad, pero no pocas fuentes  afirman que el cubano Dámaso Pérez Prado vino al mundo el 11 de diciembre de 1916 en la provincia de Matanzas.

Sus padres anhelaban que fuera médico y hasta llegó a cursar el primer año de la carrera. Puso a un lado la aspiración familiar para consagrarse por entero a descifrar el lenguaje del pentagrama con sus fusas, semifusas, corcheas, semicorcheas y demás elementos en las partituras.

A la vera de relevantes pianistas como Rafael Somavilla y María Ángulo aprendió a dominar el teclado y al continuar sus estudios musicales llegó a convertirse en arreglista, compositor y orquestador.

Era un muchacho perspicaz y emprendedor. Hizo su debut  en orquestas locales hasta que –al igual que otros músicos- apostó  por La Habana y llegó a ella en 1940 para demostrar talento y probar suerte en diversos conjuntos  que actuaban en cabarés y centros nocturnos, entre ellos el popular  Casino de la Playa, por la cual también pasaron otros lumbreras como el cantante Orlando Guerra “Cascarita”.

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“Esa cosa loca”

Comencemos por el origen de una palabra. Según Pérez Prado en una entrevista, el vocablo musicalmente no expresa nada.  “Es una palabra cubana. Se usaba cuando la gente quería decir cómo estaba la situación; si el mambo estaba duro era que la cosa iba mal. (…). Es un nombre, y ya: hasta ahí no más. Pero para mí con el tiempo ha venido a decir baile, goce, ritmo”.

Otros afirman que el término es de origen africano,  del dialecto ñáñigo hablado en Cuba y su significado deviene de la frase   «abrecuto y güiri mambo» (abre tus ojos y escucha). También se plantea que proviene del dialecto congo cuando un cantante le dice a su colega: «abre cuto güirí mambo», o sea: «abre el oído y oye lo que te voy a decir».

Desde el punto de vista musical, la raíz está a partir del danzón cubano, que en la década del 30 del pasado siglo imperaba en los salones de bailes y fiestas, de acuerdo con el criterio de musicólogos y  estudiosos sobre el tema.

Entre las agrupaciones que en la Isla cultivaban ese  género sobresalían Arcaño y sus maravillas en la cual los hermanos  Orestes e Israel López (Cachao) le imprimían al cadencioso ritmo una particularidad que daba cierta celeridad repetitiva en la improvisación de la  parte final de la interpretación. Aquella inspiración generó un danzón llamado precisamente Mambo.

Pérez Prado describía así a su innovación con la cual quedó inmortalizado: “mambo es la combinación sincopada de un ritmo que llevan los saxofones. Sobre esa sincopa, la trompeta, la flauta o lo que usted quiera hacen una melodía. La batería va con ritmo de cencerro a curto tiempos y el bajo de una combinación de una negra con dos corcheas. Una negra en el primer tiempo, dos corcheas en el segundo tiempo. Un compás de espera en el tercer tiempo y otra negra en el cuarto tiempo. El mambo clasifica un ritmo”.

Volvamos al camino recorrido por este “genio de la música moderna», como lo calificó el compositor y director de orquesta ruso Igor Stravinsky.

Pasaron  los años. Ideas renovadoras con la introducción de  elementos del jazz fueron conformando una novedosa sonoridad. No faltaron incomprensiones y dudas acerca del éxito que pudiera tener lo que el hábil pianista matancero estaba fraguando.

Transcurría la década del 40 cuando decide viajar a México. Allí un empresario le expresó: “Yo no creo que eso del mambo guste aquí”. Tal criterio no detuvo al cubano quien fundó su propia orguesta y  contó con el apoyo de coterráneos como la vedette  Ninón Sevilla y el cantante Kike Mendive.

Lo demás fue vertiginoso. La firma discográfica RCA Víctor lo contrató para grabar números musicales  tales como Patricia, Mambo número 5, El ruletero, ¡Qué rico mambo!, Caballo Negro y Cerezo Rosa, por solo citar algunas interpretaciones.La cinematografía de entonces también le abrió las puertas.

Por entonces, el cubano Benny Moré puso su excepcional voz en la orquesta de Pérez Prado, al interpretar, entre otras composiciones, Babarabatibiri, Pachito é che, La múcura y Locas por el mambo en la que en una de sus improvisaciones  indaga:  “¿quién inventó esa cosa loca?”.

Muy populares fueron las coreografías en que célebres bailadoras ponían las pistas al rojo vivo con los compases del contagioso ritmo

Por si fuera poco, un detalle exclusivo le imprimía a ciertos momentos  de sus temas cuando como un grito de guerra lanzaba un sorpresivo .¡Aaaaaah …! o también un agudo ¡Ugh! , para de alguna manera  significar algo en particular.   que los instrumentos debían volver a tocar. También en ocasiones el trombón de varas lanzaba un gruñido tal vez para ratificar la identidad de la orquesta.

Asi era  Dámaso Pérez Prado, cuyo talento y tenacidad lo llevaron  por la senda de los grandes del pentagrama en Cuba y en el mundo.  A cien años de su natalicio, no necesita trono ni séquito porque sigue siendo el Rey del mambo.

 

Acerca del autor

Graduado de Licenciatura en Periodismo, en 1976, en la Universidad de La Habana. Hizo el servicio social en el periódico Victoria, del municipio especial isla de la Juventud, durante dos años.
Desde 1978 labora en el periódico Trabajadores como reportero y atiende, desde 1981 temas relacionados con la industria sideromecánica. Obtuvo premio en el concurso Primero de Mayo en 1999 y en la edición de 2009. Es coautor del libro Madera de Héroes.

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