Lo primero que hay que salvar: la cultura

Lo primero que hay que salvar: la cultura

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Cuando en momentos de gran complejidad Fidel Castro decía que la cultura era el escudo y la espada de la nación, algunos no alcanzaban a comprender esa afirmación.

¿Cómo iba a ser la cultura más importante que las armas?

Fidel hacía suyas las palabras de Martí: Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.

Fidel fue un visionario —dicen muchos. Lo cierto es que siempre tuvo claro el rol de la cultura en la conformación de una identidad nacional.

Y sin identidad (sin cultura) no hay libertad posible.

Fue Fidel el principal artífice de la mayor revolución cultural que haya experimentado Cuba, revolución dentro de la Revolución: la Campaña de Alfabetización.

Gesta de todo un pueblo, en menos de un año (de enero a diciembre de 1961) aprendieron a leer y escribir casi un millón de personas.

Fidel Castro fue el líder y el estratega.

Ese fue el primer y más importante paso para concretar un reto mayor: que el arte y la literatura dejara de ser privilegio de pocos para devenir derecho de todos.

Hay una idea de Fidel, expresada en uno de los discursos de aquellos primeros años, que sintetizaba esa vocación: La Revolución no le dice al pueblo que crea, le dice que lea.

No en vano el libro que inauguró la naciente industria editorial cubana fue el mayor clásico de la lengua: Don Quijote de la Mancha, de Cervantes.

Lector incansable él mismo, Fidel siempre creyó en el don liberador de la literatura.

Las Ferias del Libro, que por su iniciativa se extendieron por todo el país, fueron un sueño cumplido.

Una fortaleza (la de San Carlos de la Cabaña) llena de libros y lectores, millones de ejemplares a disposición de la gente.

Él mismo fue el orador principal de muchas de las aperturas de las Ferias, que fueron concebidas como una auténtica fiesta de la cultura.

Revolución es cultura

En las célebres Palabras a los intelectuales, en junio de 1961, Fidel estableció las bases de lo sería después la política cultural de la Revolución.

Múltiples debates ha suscitado ese discurso, interpretaciones disímiles y también erróneas aplicaciones prácticas.

Pero se trata de un documento esencial: nunca antes se le había otorgado a la cultura un rol determinante en la vida pública y política de la nación.

Fidel partió de la convicción de que todo proceso revolucionario tiene que ser por fuerza un proceso cultural.

Asumía cultura, por supuesto, en su acepción más amplia; pero el arte y la literatura tenían un espacio de privilegio en el naciente proyecto de país.

No es casual que la imagen y la obra de Fidel Castro estuvieran estrechamente ligadas a la fundación de importantes instituciones culturales.

Fue Fidel quien le ofreció todo su apoyo a Alicia y Fernando Alonso para que refundaran el que llegaría ser uno de los mejores embajadores de la Revolución en el mundo: el Ballet Nacional de Cuba.

Nadie podía imaginar que una pequeña isla del Caribe pudiera acoger a una de las más grandes compañías de ballet clásico de su momento.

El cine cubano también le debe mucho al líder de la Revolución, desde aquellos años fundacionales.

Amigo personal de Alfredo Guevara, concibieron una industria que garantizara la promoción de un nuevo cine: nuevas temáticas y acercamientos, mayor contundencia estética, decidido compromiso social…

Pero quizás el más decisivo aporte de Fidel Castro al entramado cultural cubano haya sido la creación de un sistema de enseñanza artística, que décadas después sigue siendo referencia en el contexto latinoamericano.

Que niños nacidos y criados en apartados parajes hayan llegado a ser artistas de renombre internacional (músicos, pintores, bailarines…) ha sido posible, en buena medida, gracias a la vocación de Fidel.

Contradicciones y errores en la aplicación de la política cultural hubo, pero Fidel siempre miró más allá.

Sin ser artista, tuvo la sensibilidad y el empeño de ofrecerle cauce al gran acervo cultural de la nación.

Grandes artistas y escritores cubanos hubo antes y después de Fidel Castro. Pero suyo (y de muchos) fue el sueño de que todos los cubanos tuvieran acceso a ese patrimonio.

Hoy es más que sueño.

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