El cisne no va a morir… nunca

El cisne no va a morir… nunca

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 Estrellas (Sin valoración)
Cargando...
El cubano Javier Torres, primer bailarín del Ballet Nacional de Cuba y del Northern Ballet (Gran Bretaña), es ya presencia habitual en los festivales. En esta oportunidad se presentó junto a la uruguaya Lucía Solari, también primera figura del Northern. En la imagen, Little Monsters, de Demis Volpi, otro de los interesantes estrenos en Cuba. | foto: Del autor
El cubano Javier Torres, primer bailarín del Ballet Nacional de Cuba y del Northern Ballet (Gran Bretaña), es ya presencia habitual en los festivales. En esta oportunidad se presentó junto a la uruguaya Lucía Solari, también primera figura del Northern. En la imagen, Little Monsters, de Demis Volpi, otro de los interesantes estrenos en Cuba. Foto: Yuris Nórido

 

Ninguna criatura tan cara al ballet como el cisne. Delicadísima su estela en el lago, elegante la curvatura del cuello, blanco puro el de su plumaje (o desafiantemente negro, la otra cara de una moneda)…

Tantos coreógrafos dedicándole ensoñaciones, tantas muertes sobre el escenario, tanta carga metafórica (ideal de la belleza, distinción onírica)… y el cisne —el símbolo— sigue vivo.

El argentino Daniel Proietto lo demostró en una de las últimas funciones del XXV Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso.

El estreno en Cuba de su Cigne ha sido un acontecimiento, y no solo por el hechizante entramado plástico (la bailarina, ataviada como la celebérrima Pavlova de La muerte del cisne, danza detrás de una pantalla casi transparente, donde se proyectan imágenes y se recrea la visualidad de una vieja película). También impacta por la vocación decididamente expresiva del movimiento.

Es otra muerte del cisne (mucho menos romántica, más chocante, espasmódica y conflictiva), pero al mismo tiempo la misma: la belleza que sucumbe, el trágico e inevitable final de una época. Hay temas que no se agotan, está visto.

Llama la atención la madurez de la intérprete: Daniela Gómez es todavía integrante del cuerpo de baile del Ballet Nacional de Cuba, pero demostró madera de solista. Sus súbitas transiciones —de la hermosa y convencional línea del ballet más académico a las angulosas contracciones, mucho más contemporáneas— lucieron perfectamente orgánicas. No es poca cosa. Una bailarina menos sensible pudo haber rozado la caricatura, pues el  coreógrafo plantea una contraposición de estilos: de extremo a extremo, casi sin tiempo para los matices.

Sustituir la música de Camille Saint-Saëns por una inquietante partitura de Olga Wojciechowska (una violinista que suele trabajar con importantes coreógrafos del momento) pudiera parecer arriesgado, pero el referente “permea” el sonido… se completa la atmósfera.

En esta edición del Festival hemos sido testigo de algunas “revisitas” a clásicos del ballet, pero pocas tan contundentes como esta. Y eso que partía de un hito llevado y traído hasta el cansancio. Ya lo decíamos: el cisne se resiste, sobrevive siempre.

 ¡Bravo, Kochetkova!

Los balletómanos que se respetan (y los amantes del ballet que no llegan a ser balletómanos) saben muy bien quién es María Kochetkova. La pudimos ver hace algunos meses en una gala de estrellas internacionales en el Gran Teatro; fue un delicioso aperitivo, pero este festival ha servido bien la mesa.

La bailarina rusa (primera figura del San Francisco Ballet y el American Ballet Theatre) protagonizó una chispeante función de Don Quijote junto al cubano Joel Carreño, ahora primer bailarín del Ballet Nacional de Noruega.

Kochetkova es una Kitri muy vivaz, justo lo que se espera del personaje; pero debajo de esa jovialidad y ese donaire hay una técnica poderosa, aunque la bailarina no parezca consciente de ella.

Hay que verla saltar. Se eleva aparentemente sin esfuerzo; cae como una pluma, no se escucha el golpe del pie sobre el escenario. Jamás rompe las secuencias. No hay amaneramientos: los movimientos son esenciales, lo que no significa que resulte parca.

Junto a ella, Joel Carreño fue un Basilio pleno, capaz de virtuosas demostraciones técnicas (sigue girando muy bien, y el que gira bien suele meterse al auditorio en un bolsillo) y muy maduro en la interpretación, que puede llegar a ser de detalles

Para el público cubano siempre es una alegría volver a ver a los bailarines que vieron crecer y desarrollarse, como es el caso. Carreño no decepcionó.

Del cuerpo de baile diremos lo que ya resulta lluvia sobre mojado: hace falta más trabajo en los salones, suelen ser bailarines demasiado jóvenes y no siempre alcanzan la homogeneidad necesaria ni están a la altura de las demandas dramáticas.

Pero hay figuras que se distinguen: Chanell Cabrera, rapidísima y precisa; Cynthia González, de vistosas elongaciones, una de nuestras mejores Reina de las Dríadas; y François Llorente, que entusiasmó al respetable con unos giros de infarto, con un eje prodigioso. Aplausos también para Javier Torres, que después de varios años volvió a vestir con el énfasis que lo caracteriza el traje del torero Espada.

Mientras se redactaba esta crónica, Viengsay Valdés compartía escenario de la sala Avellaneda con Osiel Gouneo, también en Don Quijote. Debió haber sido una función exultante, a juzgar por el Diana y Acteón que protagonizaron el sábado en el Gran Teatro (el público deliró con los saltos y giros de Osiel, con los enérgicos fouettés de Viengsay… aunque quizás la caracterización fue más festiva de la cuenta, no se supone que Acteón luzca tan feliz ante su segura muerte).

Y justo cuando este periódico estaba entrando en las rotativas, la inmensa Alicia Alonso recibía una gran ovación en la gala de clausura, rodeada de todos los participantes. Este Festival ya es historia.

Compartir...

Escribir comentario

© 2018 Trabajadores. Órgano de la Central de Trabajadores de Cuba
Director: Alberto Núñez Betancourt
Subdirectores Editoriales: Alina Martínez Triay y Joel García León
Territorial y General Suárez. Plaza de la Revolución. La Habana, Cuba. CP: 10698
Fax: 053 (7) 555927 E-mail: digital@trabajadores.cu