Ser obrero está muy bien

Ser obrero está muy bien

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Les confieso que siempre he tenido un poco de vergüenza por mi falta de habilidades manuales. Muchas personas de mi generación, crecimos y pasamos de un nivel de enseñanza a otro, hasta completar la educación universitaria, sin que la llamada vinculación entre el estudio y el trabajo nos hiciera verdaderamente aptos para desempeñar alguna vez un oficio concreto, de esos que nunca pasan de moda, porque siempre son necesarios.

Foto: Franklin Reyes
Foto: Franklin Reyes

Constructores, carpinteros, electricistas, plomeros, albañiles, agricultores, todos son también a su manera, creadores. De los que ven el fruto de su trabajo al final del día, y sienten el sano orgullo de crear bienes materiales concretos, con un valor de uso inmediato.

Por eso me parece muy prudente la idea de estimular más la formación de obreros calificados en la sociedad cubana actual, una de las enseñanzas a las que deberíamos prestar especial atención en este curso escolar que acaba casi de comenzar.

Los altos niveles de instrucción de hemos alcanzado, a pesar de las insuficiencias de los últimos años, nos permiten además aspirar a obreros de otro tipo. No es un demérito tener un título universitario y laborar en una fábrica, en un taller, en una obra, en una parcela de tierra en usufructo. Claro que todos no podemos ya hacerlo, no tenemos ni el tiempo ni las aptitudes.

Pero está muy bien que estimulemos en los jóvenes esta vertiente de estudio para que creen un proyecto de vida diferente. Porque incluso esta opción debe verse en las familias como una manera en que los muchachos o muchachas ganan mayor independencia y destreza en menor tiempo, y que generalmente, además, cuando se ama el oficio y se trabaja duro, es muy bien retribuida luego, también desde el punto de vista económico.

Foto: Calixto N. Llanes
Foto: Calixto N. Llanes

No obstante, la formación de obreros calificados enfrenta en no pocas ocasiones importantes obstáculos organizativos. Son frecuentes las dificultades en las instalaciones educativas de esta enseñanza, en particular el problema de la base material de estudio —díganse herramientas y maquinarias—, y todavía no siempre fructifica como debería la estrategia de la creación de aulas anexas en los centros de trabajo que poseen esos medios. Porque al final, serán esas empresas u organismos los futuros empleadores de esos obreros y obreras, y, por tanto, tiene que ser también los principales interesados en propiciar las mejores condiciones posibles para su formación.

La familia, y los propios estudiantes, deben también que poner de su parte para entre todos minimizar los posibles contratiempos, e interiorizar que esta posibilidad de ser obreros calificados es solo un primer paso, muy importante, en sus vidas.

Lo lejos que cada cual llegue en su formación profesional, intelectual y cultural posterior, dependerá de las capacidades individuales y de las ganas de crecer y de hacer que muestren en el futuro.

Al menos —y concluyo con una referencia muy personal— cuando alguien le pregunta a mi hijo que carrera universitaria quisiera estudiar en el futuro, yo interrumpo y  digo con honestidad que esa decisión será solo suya, cuando le toque, pero que no nos vendría nada mal tener en casa a alguien que supiera un oficio. Ser obrero, en definitiva, también está muy bien.

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