¡Espectacular!

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Maria Kochetkova y Carlo Di Lano bailaron una hechizante coreografía de Yuri Possokhov: Bells Pas de deux. Di Lano estrenó también un solo de Myles Thatcher: Painting Greys. Foto: Yuris Nórido, tomadas en el ensayo general
Maria Kochetkova y Carlo Di Lano bailaron una hechizante coreografía de Yuri Possokhov: Bells Pas de deux. Di Lano estrenó también un solo de Myles Thatcher: Painting Greys. Foto: Yuris Nórido 

 

Una gala como la que se presentó este sábado en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso no es cosa de todos los días. Doce primeros bailarines de grandes compañías del mundo hicieron valer sus credenciales ante un público entusiasta y conocedor (y perdonen el lugar común para definir así al público cubano del ballet).

Organizado por la empresa estadounidense Improvedance y el Consejo Nacional de Artes Escénicas, el espectáculo recorrió hitos coreográficos del ballet junto con interesantes propuestas de aires contemporáneos.

Pero más que el programa (que de por sí llamaba la atención) importaron los protagonistas. En el célebre escenario habanero, en presencia —por cierto— de uno de los mitos de la danza universal, la gran Alicia Alonso, se reunieron algunas de las más rutilantes estrellas del momento. Y no defraudaron.

Había intérpretes de medio mundo, pero los rusos marcaron su diferencia. Daniil Simkin, primer bailarín del American Ballet Theater, no escatimó saltos ni giros de pirotécnico virtuosismo. En Les Bourgeois, de Ben Van Cauwenbergh, recreó a un borracho de pasmosa temeridad; y en el pas de deux de Don Quijote fue un Basilio extrovertido y ligerísimo. Su compatriota María Kochetkova (San Francisco Ballet) no desmereció: ejemplares la limpieza de la ejecución, el compromiso con el espíritu de la pieza, el énfasis alto…

Sin perder distinción, Misa Kuranaga ofreció una singular interpretación de La muerte del cisne. La intensidad y el dramatismo de algunos movimientos trascendieron el acostumbrado lirismo de la pieza. Muy atendible. Foto: Yuris Nórido
Sin perder distinción, Misa Kuranaga ofreció una singular interpretación de La muerte del cisne. La intensidad y el dramatismo de algunos movimientos trascendieron el acostumbrado lirismo de la pieza. Muy atendible. Foto: Yuris Nórido

 

Algunos creen que los bailarines rusos evocan todavía los tiempos de la escuela soviética: mucha fuerza, mucho empuje… y no tanto “acabado”. Pero si uno ve, por ejemplo, a Semyon Chudin (Bolshoi), se da cuenta de que el poderío técnico puede ir de la mano de un decidido refinamiento.

Chudin es un príncipe, tiene una figura de privilegio y la resalta por la calidad del movimiento. Y por si fuera poco, es un atento partener: formó una compenetrada pareja con la también rusa (y muy lírica) Jurgita Dronina (Ballet Nacional de Canadá).

El más esperado de los rusos, Ivan Vasiliev, no decepcionó a los que lo vieron hace algunos años durante un Festival Internacional de Ballet: giró y saltó para el regocijo de los espectadores, derrochó histrionismo y “desparpajo” en Las llamas de París (¿quién puede emular a un ruso en ese pas de deux?)… aunque el físico ya no es el mismo. A su lado, una bailarina ucraniana de respeto: Iana Salenko (Ballet Estatal de Berlín), excelente “giradora”, línea fluidísima, natural distinción… que convenció también en el celebérrimo Cisne Negro, interpretado junto al canadiense Matthew Golding: diáfano, contenido e inspirado, como se espera de un primer bailarín del Royal Ballet.

Rodrigo Almarales también mostró credenciales como coreógrafo. Su Chor. No. 2, interpretado con Adiarys Almeida, fusiona la base clásica con movimientos de transgresora figuración. Interesante diseño de luces. Foto: Yuris Nórido
Rodrigo Almarales también mostró credenciales como coreógrafo. Su Chor. No. 2, interpretado con Adiarys Almeida, fusiona la base clásica con movimientos de transgresora figuración. Interesante diseño de luces. Foto: Yuris Nórido

 

La cubana Adiarys Almeida quiso regresar por todo lo alto al Gran Teatro de La Habana (fue integrante hace algún tiempo del Ballet Nacional de Cuba). Sus fouettés en El Corsario, combinados con rapidísimas piruetas, exaltaron al respetable. El estadounidense Joseph Michael Gatti también cosechó aplausos en esa coreografía.

La japonesa Misa Kuranaga (Boston Ballet), el italiano Carlo Di Lanno (San Francisco Ballet) y el cubano Rodrigo Almarales, organizador y director de la gala, también ofrecieron momentos de altura en una presentación que devino, sin lugar a dudas, uno de los grandes acontecimientos de las artes escénicas este año.

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