Monumento a Conrado Benítez: Misión cumplida

Monumento a Conrado Benítez: Misión cumplida

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Marcos Pérez Álvarez. Foto: Ernesto Montero Acuña
Marcos Pérez Álvarez. Foto: Ernesto Montero Acuña

 

Acusador se alza el monumento a Conrado Benítez, el maestro asesinado en el Escambray el 5 de enero de 1961, cuarenta y cinco días antes de que cumpliera los diez y ocho años, al que se recuerda en una obra anunciada por Fidel Castro y realizada por constructores de Topes de Collantes.

Marcos Pérez Álvarez, educador y director, entre los años 1962 y 1967, de la Escuela Formadora de Maestros Manuel Ascunce Domenech, también asesinado en las mismas montañas, recuerda el sitio del crimen:

“La sepultura de Conrado estaba señalada con una pequeña cruz rústica y ligeramente alejada de la espesura. Más bien había allí una manigua escasa con algunos arbustos, rodeándola. Era un lugar bastante claro, donde el frescor del microclima se acentuaba en la noche. Sin embargo, durante el día el sol quemaba hasta caer la tarde”.

Las Tinajitas se nombra aquel sitio de vegetación rala, escogido para el crimen: “A unos cuantos metros al sudeste”, precisa Marcos, “existían restos de la armazón de madera y guano natural que sirvió de campamento a Osvaldo Ramírez y su banda cuando perpetraron la atrocidad”.

El homicidio, ocurrido el día en que se inició aquella histórica campaña, el 5 de enero, no dejó de sorprender a Marcos: “Dada la tensión de aquellos días estábamos preparados para todo”, recuerda, “pero no esperábamos la trágica noticia que oficializó Fidel el día 23. Era cierto, había caído el primer mártir de la alfabetización”.

Al Macizo de Guamuhaya, donde murió, se le conoce también como el Escambray, aunque la verdadera sierra de tal nombre se encuentra más al norte, en la provincia de Villa Clara. Según el geógrafo e intelectual Antonio Núñez Jiménez esta zona presenta la forma de un macizo redondeado, de unos 50 kilómetros de diámetro, tan intrincado como la Sierra Maestra.

El sistema montañoso central pertenece hoy a las provincias de Sancti Spíritus, Villa Clara y Cienfuegos, entonces un escenario principal de la contrarrevolución, hasta mediados de los años sesenta del siglo XX. Sus esquistos calcáreos y cristalinos, al parecer del Jurásico Inferior y Medio, sirven de base a bellos paisajes, ríos límpidos, cascadas y pozas de aguas cristalinas, favorables para los alzados.

En el 2016, aniversario 55 de la Campaña de Alfabetización, gloriosa, el esforzado educador Marcos Pérez recuerda que visitó por primera vez el sitio del crimen en 1965, a propósito del monumento.

Sobre la ubicación del obelisco explica: “El centro de su pirámide coincide con el corte en ángulo recto de dos líneas que antes trazamos con estacas clavadas a prudente distancia entre las yerbas que cuatro años atrás habían conocido su estoicismo bajo las torturas”.

Sus posteriores presencias en el lugar “fueron estancias de trabajo” y otras para “observar la mecánica del suelo, estimar la capacidad soportante de los estratos, puntualizar la cimentación -según las excavaciones- y comprobar el progreso” del monumento, que él asumía simultáneamente con las demás obras en el complejo educacional de Topes de Collantes.

La brigada que encabezó Roberto Rubains Stable, que había fundido a mano todos los viales de la entonces Ciudad Escolar, “fue brazo decisivo en las excavaciones para la construcción del obelisco”.

Marcos destaca entre sus apoyos, en Ciudad Libertad, al doctor Abel Prieto Morales, entonces viceministro de Educación, quien “echó el resto ayudando en todo lo que Topes demandaba”; al entonces ministro de Educación, Armando Hart, de quien “siempre tuvimos la mano más franca”; y al reconocido arquitecto Andrés Garrudo, quien “aportó su calor técnico a nuestro quehacer constructivo”.

No es posible desvincular el tesón en ampliar las obras en Topes de Collantes de la abnegación en construir el monumento al mártir. Sobre el escultor Raúl Vilaboa, quien falleció en el extranjero, Marcos añade que primero le entregó un boceto, trazado a toda velocidad, el cual se convirtió en proyecto.

“A sus líneas responde la construcción que ejecutamos sobre la sepultura de Conrado… El boceto no tenía más que datos de planta y altura. Nunca yo había trabajado una torre; temía a la estabilidad, a la carga pesada del busto; estaba inseguro sobre cómo actuarían los momentos de fuerza, con vientos fuertes, ciclones, cuando el peso estático se convierte en dinámico. Pero me lancé”.

Acerca de sus precauciones advierte que aumentó sobremanera el área de acero, alertó acerca de la cantidad de hormigón, del batido de este, del cemento fresco, de la ausencia de vibraciones… Dividió el peso del trabajo en cuatro esferas, entre los profesores Raúl de Armas, Agripino Cruz y Cecilio Alfonso Soto, viejo constructor de larga experiencia. Para sí dejó la responsabilidad del busto.

Este fue solicitado posteriormente para Minas del Frío, donde se encuentra. Más tarde se trasladó los restos de Conrado al cementerio de Matanzas, donde permanecen. Pero el valor simbólico perdura en su origen. En cuanto a ello, Marcos comparte la idea de crear un parque nacional que perpetúe allí la histórica campaña.

En cuanto a la ubicación geográfica y de contexto, realiza una detallada exposición, en la cual incluye el testimonio de Magaly Olmo, la maestra voluntaria que trabajaba más cerca de Conrado. Reflejaba ella que en la tarde del domingo 4 de enero de 1961, les dijeron a ambos que no siguieran. “Que los bandidos estaban por allí.”

“Me quedé en casa de un campesino”,  agregaba la educadora, “pero él estaba tan ilusionado con los juguetes para sorprender a los niños de la escuela, que siguió”. Debe recordarse que el 6 de enero, siguiente al crimen, se celebra el Día de Reyes en la tradición cristiana.

El fallecido periodista cubano Julio García Luis, exprofesor de Historia en Topes de Collantes, en 1965, recordaba haber visto las medias de nylon de Conrado,  aún con los huesitos de sus pies.

El joven educador dormía en un cuartico de un aserrío próximo a donde impartía las clases. Su asesino directo, Macario Quitana, fue juzgado en la escuelita de Pitajones y sentenciado en presencia de moradores del lugar y de Diego Benítez, padre del maestro voluntario.

Conrado enseñaba a 44 niños durante el día y a un número igualmente considerable de adultos por las noches, cuando murió torturado junto con el campesino Heliodoro Rodríguez (Ireneo). Un año, tres meses y once días después, fue abatido Osvaldo Ramírez, jefe de la banda, el 16 de abril de 1962.

Con respecto al educador y mártir, Fidel Castro expresó el 23 de enero de 1961, en la graduación del II Contingente de Maestros Voluntarios: […] “¡allí donde enseñó se erigirá una escuela!, ¡y allí donde murió se erigirá un monumento que será de eterno recuerdo a su memoria e índice acusador!”.

Con 88 años ya, Marcos Pérez asegura hoy que aquellas palabras fueron una orden que él y sus compañeros cumplieron.

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