En cartelera Incendios, por Ludi Teatro

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Arianna Delgado, Francisco López Ruiz, Andros Perugorría y Grisell de las Nieves, en la escena final de Incendios. Foto: Yuris Nórido
Arianna Delgado, Francisco López Ruiz, Andros Perugorría y Grisell de las Nieves, en la escena final de Incendios. Foto: Yuris Nórido

 

Una novel compañía, un nuevo espacio, un elenco mayoritariamente joven: Ludi  Teatro presenta en  su sede (calle I, entre 9 y 11, Vedado)  su versión de una  de las más importantes obras del  libanés-canadiense  Wajdi Mouawad:  Incendios, de la tetralogía  La sangre de las promesas. Se trata de una historia dura, que se va  desovillando poco  a poco sin ahorrar  golpes de efecto. Tres tramas se entrelazan hasta que  por fin se hacen una: una madre, un hijo que le arrebatan en su juventud, dos hijos más (gemelos) que se  embarcan en una búsqueda ardua y dolorosa.

Las relaciones entre estos personajes resultan turbadoras, inquietantes… el contexto es difícil: guerra,  destrucción, éxodo forzado. Mouawad pone el dedo en  heridas que no han cicatrizado del todo, sin la menor  pretensión de edulcorar.

No adelantaremos nada, digamos simplemente que aquí se habla de la necesidad del perdón. Pero queda claro que perdonar no es olvidar.

La puesta de Miguel Abreu se sostiene en la contundencia del original (aunque puede que a más de uno esta  historia les resulte demasiado efectista) y en la fuerza  del elenco.

Arianna Delgado asume el rol protagonista con una convicción ejemplar; no se quedan atrás Andros Perugorría, Grisell de las Nieves, Laura Alemán… y sobre  todo Yoelbis Lobaina. Pero hay que decirlo: todos los  actores están a la altura.

No es poca cosa: los personajes exigen bastante a sus intérpretes y el ritmo del montaje llega a ser trepidante. La naturaleza de muchas de las escenas se manifiesta a golpe de caracterización, teniendo en cuenta que algunos asumen más de un personaje y que los elementos escenográficos son mínimos y esenciales. El tránsito entre  situaciones y escenarios se marca con las luces (el diseño no suele ser particularmente elocuente), el vestuario  y la banda sonora.

Una obra como Incendios, que precisa recrear varias atmósferas, necesita al menos de un “mecanismo”  actoral bien aceitado… y en ese sentido Abreu sale bien  parado.

Pero la sala impone ciertos límites, que la puesta no logra solventar en buena medida. No es un espacio convencional para la representación (se trata de un local  adaptado)… y se nota demasiado.

Algunas de las entradas y las salidas de los actores ensucian un poco el entramado, les restan consistencia a las metáforas visuales. La coreografía no es lo suficientemente diáfana y por momentos agolpa y abruma.  Afortunadamente, no se pone en riesgo la comprensión  de las tramas… pero casi.

No obstante, son evidentes una vocación lírica y un fuerte compromiso social, que no se explicitan burdamente. Miguel Abreu y su equipo toman partido y el  tono nunca es neutral. Este es un teatro que no quiere  quedarse en la superficie, que incita, que dialoga, que  propone…

Incendios no tiene puntos muertos, no faltan peripecias ni tampoco enjundia… aunque la puesta hubiera  podido prescindir de determinados elementos en pos de  la esencialidad. Un montaje teatral no tendría por qué  emular en prolijidad con una película, y esa es la impresión que se da por momentos.

Ludi Teatro comienza con buen pie. Desde que uno entra en la pequeña sala se da cuenta de que hay mucho potencial y muchos deseos. Ojalá que no falten nunca.

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