José Martí, alma de la patria

José Martí, alma de la patria

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 Estrellas (Sin valoración)
Cargando...
Horacio Díaz Pendás, Doctor en Ciencias Pedagógicas, dedicado a la educación cubana por más de medio siglo. Premio Nacional de Historia en el año 2012. | foto: José R. Rodríguez Robleda
Horacio Díaz Pendás, Doctor en Ciencias Pedagógicas, dedicado a la educación cubana por más de medio siglo. Premio Nacional de Historia en el año 2012. | foto: José R. Rodríguez Robleda

Con su oratoria vibrante y culta, Horacio Díaz Pendás siempre sorprende. Es José Martí la figura recurrente, el ser casi misterioso, la certeza de una “herencia viva, pujante y aleccionadora”.

Según el profesor y estudioso de su obra, Martí no es pasado, no pertenece a un sitio o a otro. No es leyenda, es presente y futuro; genuino visionario, cuya muerte no hizo otra cosa que realzar su pensamiento y catalizar su inmortalidad.

Para él, hablar de Martí es compromiso, deber, enseñanza. De ahí que una y otra vez nos traiga hasta la actualidad a ese gran patriota cubano, universal a todas luces, que enfrentó dificultades de todo tipo en pos de la verdadera independencia de su patria.

Hoy, cuando los desafíos de la lucha ideológica tienden a intensificarse, y son visibles las tendencias del desmontaje de la historia con las sutiles invitaciones al olvido y a la vuelta de páginas, Horacio prefiere partir del principio de que solo la cultura salva.

“Martí nos entrega claves para entender problemas que ahora tienen una gran historicidad. Fue el hombre que mejor conoció con sus luces y sus sombras a los Estados Unidos, destacó lo mejor de ese pueblo y también criticó, con mucha precisión, las intenciones de los círculos de poder de aquel país de apoderarse de Cuba e impedir su independencia. Ahí están sus escritos, algunos de ellos seleccionados magistralmente por Cintio Vitier en los Cuadernos Martianos.

“Vivimos tiempos en que todos los que de alguna forma están comprometidos con su patria —de manera particular el magisterio cubano— necesitan armas para la batalla, las que se encuentran en la cultura y en el estudio de sus textos, porque transformar pensamientos, puntos de vista, incluso mentalidades, son de los grandes retos que asume la labor cultural.

“Ganar la guerra a pensamiento, como el propio Martí exhortó, no puede ser a través de consignas, planteamientos epidérmicos, campañas coyunturales, que parecen siempre lo más fácil y lo más socorrido, pero a la larga resultan efímeras.

“La historia de Cuba es la de un enfrentamiento luminoso a la adversidad y por eso el pensamiento del Maestro se enrumba en esta dirección en el mejor español que se puede leer en la escuela, con la mejor utilización de matices, con el ejemplo impecable de no ver nunca en blanco y negro las cosas.

“José Martí es una posibilidad extraordinaria de curarnos de esquematismos, maniqueísmos, que muchas veces nos acompañan por querer simplificar las cosas y decir rápido lo que lleva mucho tiempo de explicación”.

Sin embargo, profesor, los estudiantes leen poco y muchas veces ocurre lo mismo con los docentes. Hay maestros que no hablan de Martí en las aulas…

A él no se puede ir por disposiciones administrativas ni directivas. Martí es un delicado asunto que tiene que ver con el corazón, con el alma de la patria, con lo más profundo de nuestros sentimientos. Entonces de lo que se trata es de llegar a más educadores con el estudio de su obra, con las explicaciones que inviten a investigarlo y seguirlo en sus pasos.

Quien no lee a Martí necesita — probablemente— alguna voz que lo atraiga a la lectura y eso tiene mucho que ver con la motivación que sepamos despertar en quienes nos escuchan. Ello no es una tarea fácil, sino escabrosa; significa luchar algunas veces contra la indiferencia de algunos, la banalidad de otros, la tendencia superficial de que no hay que leer.

Lo que ocurre es que toda persona con convicciones, que crea en lo que hace, no se puede cansar nunca. De eso se trata, de ir ganando cada vez más adeptos para leerlo.

Debemos seguir fomentando ideas, argumentos, razones, que pongan al hombre frente a su emancipación. Esa es la batalla histórica de Cuba y del magisterio, y las claves están en esa figura universal, heredero de Varela, de Luz y Caballero, de Céspedes, Agramonte, de quienes hicieron de la independencia la razón de ser de sus vidas, con virtudes y defectos, con reveses y victorias, pues estamos hablando de seres humanos, no de criaturas sobrenaturales.

Por ejemplo, las sesiones de preparación de maestros y profesores pueden ser un escenario ideal para fomentar el hábito, a partir de títulos que son muy entrañables. ¿Quién de nosotros no ha hablado del Padre de la Patria, del Generalísimo, de Agramonte o de Maceo?, entonces debemos trabajar de conjunto pensando en qué dijo Martí sobre estos gigantes; pues cuando más tensa era la situación de preparar la Guerra Necesaria, él se aferró a la historia.

Pintura de Ernesto García Peña.

Fidel ha llevado a cabo su obra política basada en el pensamiento martiano. Este año, en que el Comandante en Jefe celebra su 90 cumpleaños, ¿cuál cree usted que sería el mejor homenaje?

Fidel es una constante en el pensamiento y acción de los cubanos revolucionarios. Entonces, sobre la base de que ha sido un martiano supremo en su pensamiento y en su acción, tenemos la posibilidad de recordar qué dijo de Martí en una de sus reflexiones titulada La Revolución Bolivariana y las Antillas, publicada el 7 de febrero del 2010:

“A él le debo en realidad mis sentimientos patrióticos y el concepto profundo de que Patria es humanidad. La audacia, la belleza, el valor y la ética de su pensamiento me ayudaron a convertirme en lo que creo que soy: un revolucionario. Sin ser martiano, no se puede ser bolivariano; sin ser martiano y bolivariano, no se puede ser marxista, y sin ser martiano, bolivariano y marxista, no se puede ser antiimperialista; sin ser las tres cosas no se podía concebir en nuestra época una Revolución en Cuba”.

Estas palabras son una síntesis magistral de lo que significó Martí en la preparación y proyección de Fidel para llevar adelante la historia de Cuba en los nuevos escalones de desarrollo y pasos de avance.

La vida revolucionaria siempre te enseña que los aniversarios son, desde luego, un pretexto para homenajes. Las conmemoraciones nos alumbran, llaman la atención y comprometen. Mas, desde el punto de vista de la vida cotidiana el mejor cumplido es tener en el corazón a Martí, a Fidel. El maestro tiene que vivir sembrando ideas, porque está preparando relevos y, sobre todo, está dando continuidad a la patria.

El 19 de mayo de 1895 Martí cayó en Dos Ríos. A 121 años de aquella tragedia, ¿qué opinión le merece ese desenlace?

El hombre que está en los campos de batalla lleva la muerte siempre caminando a su lado. Y a Martí le tocó aquel fatídico 19 de mayo. No creo nunca en el suicidio, era demasiado maduro, responsable y humano para hacerlo. Creo que Dos Ríos fue una expresión dramática —y a la vez luminosa— de la acción de un hombre que actuó como pensó.

Él le propuso a su ayudante, Ángel de la Guardia, salir a la batalla, y arrancó a galopar, sin percatarse de que estaban presentes elementos de infantería que luego dispararon sobre él. Le tocó caer, pero dejó una obra. La muerte es misteriosa y tiene además el enigma de inmortalizar.

Creo que en Dos Ríos Martí entró definitivamente y para siempre en la historia, allí fue el desenlace que marcó para todos los tiempos a aquel hombre, quien dijo en una oportunidad: “Sé desaparecer, pero no desaparecería mi pensamiento”.

Compartir...

Escribir comentario

© 2018 Trabajadores. Órgano de la Central de Trabajadores de Cuba
Director: Alberto Núñez Betancourt
Subdirectores Editoriales: Alina Martínez Triay y Joel García León
Territorial y General Suárez. Plaza de la Revolución. La Habana, Cuba. CP: 10698
Fax: 053 (7) 555927 E-mail: digital@trabajadores.cu