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El “profe” Valls, como cariñosamente lo llaman sus colegas y alumnos, ha contribuido a la formación de más de 35 generaciones de galenos de todo el mundo. Foto: Agustín Borrego Torres
El “profe” Valls, como cariñosamente lo llaman sus colegas y alumnos, ha contribuido a la formación de más de 35 generaciones de galenos de todo el mundo. Foto: Agustín Borrego Torres

 

Carismático, preciso en el hablar, simpático y jovial a sus 85 años, el doctor Orlando Valls Pérez es una eminencia de la radiología en Cuba y un hombre insustituible en el hospital Hermanos Ameijeiras, donde todavía ejerce su profesión.

A primera vista proyecta confianza y trasmite  seguridad a los múltiples estudiantes, que cada año llegan a él en busca de su sapiencia.  Dice este profesor titular que el mejor consejo que puede darle a los jóvenes radiólogos es que sean buenos clínicos, y nunca vean una placa o imagen sin tener delante al enfermo o al menos los datos vinculados a su estado de salud.

“De todas maneras a mí me gusta ver a mis pacientes, en qué estado entran al salón, si llegan con sus propios pies, como se visten, su estado de ánimo; no me gustar estar alejado en ese sentido”, comentó quien recientemente es Héroe Nacional del Trabajo de la República de Cuba.

Continuó que la mayor alegría que ha tenido en sus 60 años dentro de la medicina cubana es decirle a la persona que no tiene ningún problema y puede seguir su vida normal; es lo que más recompensa.

El comienzo del coqueteo con la medicina

“Inicié los estudios en septiembre de 1948 y tuve la suerte de instalarme en la casa de unas tías de mi padre en La Habana. Ya en el tercer año recibí las primeras clases de radiología y me quedé enamorado con esa asignatura.

“En eso influyó mucho el haber participado tres veces a la semana en las discusiones diagnósticas que ofrecían  en el hospital Calixto García el profesor Ricardo Hernández Veguería, sin duda uno de los mejores radiólogos clínicos de la época, pedagogo de la mayor estatura y hombre consagrado por entero a sus pacientes. No es un fetiche, pero siempre que estaba en sus clases pensaba en ser como él”.

El joven Valls Pérez comprendió entonces que su destino profesional estaría ligado al mundo de las radiografías, una de las técnicas dentro de la esfera médica con mayor utilidad para la detección de disimiles dolencias, incluida el temido cáncer.

“Siendo residente de sexto año, Veguería me dio la responsabilidad de revisar previamente la lista de casos que él valoraría luego, con la finalidad de informarle cuáles a mi juicio no tenían ninguna enfermedad de cuidado y debían ser excluidos de sus análisis”.

Valls Pérez después de su graduación en 1955 se quedó trabajando de radiólogo en el Calixto García, función que logró desempeñar también de forma simultánea en una consulta privada en Matanzas, hasta el triunfo de la Revolución.

Ante la falta de especialistas en esa disciplina ―(muchos abandonaron el país en los si­guientes dos años―) y a petición de las autoridades del Ministerio de Salud Pública, Valls pasó a desempeñarse como radiólogo y jefe de Ser­vicio de Rayos X en los hospitales Freyre de Andrade (Emergencias) y el pediátrico Pedro Borrás.

En la actualidad esta carrera pasó a llamarse imageneología, debido a que agrupa otros tipos de exámenes como es el caso de los ultrasonidos y tomografías.

Durante la década de los 70 lo ubican en Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología (INOR), donde ad­quiere una vasta experiencia en el tema del cáncer, y extiende el empleo de la mamografía para el diagnóstico de ese tipo de tumor.

_ ¿De ahí sus casos más difíciles?

“No tengo ninguno en específico, porque poseo varios recuerdos amargos de cuando trabajaba en el hospital oncológico de La Habana, actual Instituto de Oncología y Radiología. Ver los ultrasonidos de los niños que padecían cáncer para mí era lo más doloroso; luego enfrentarse a las madres de esos pequeños y decirle que la vida para ellos era corta, significaba  una gran vergüenza para mí”.

Cambios que hacen bien

El galeno explicó que el estar allí de alguna forma lo deterioraba emocionalmente. Pero con la apertura en 1982 del hospital Hermanos Ameijeiras, el entrevistado vio un nuevo camino.

Es especialista de II grado en radiología, Vanguardia Nacional por más de tres lustros consecutivos y según él, con un montón de reconocimientos que son difíciles recordar. Foto: Agustín Borrego Torres
Es especialista de II grado en radiología, Vanguardia Nacional por más de tres lustros consecutivos y según él, con un montón de reconocimientos que son difíciles recordar. Foto: Agustín Borrego Torres

 

Desde su inauguración, el profesor formó parte del núcleo fundacional de médicos y, a la que hoy sigue aportando en el diagnóstico clínico y en la formación de especialistas tanto cubanos como foráneos.

“Este centro fue pionero en la introducción en Cuba de la técnica de resonancia magnética, desempeñó un papel significativo en la amplificación del uso del ultrasonido, de la tomografía axial computadorizada, y del programa de detección precoz del cáncer de mama me­diante la mamografía.

“Dichas herramientas permitieron dar un salto notable de calidad en la medi­ci­na cubana y colocarnos a la vanguardia de Amé­rica Latina. A mi juicio las especialidades más beneficiadas por estos avances han sido en primer lugar la neurología y la neurocirugía, y después la oncología”.

_ ¿De todas estas técnicas, cuál es la que más le gusta realizar?

“Sin dudas,  el ultrasonido. Es una técnica tan inocua y barata que no se puede comparar con las demás. Tiene virtudes tan agradables como el hecho hacer un ultrasonido a una mujer gestante.

“La diferencia que tiene realizarlos es que el trato con el paciente, ya  que estas en contacto con él. En cambio con las radiografías la interacción es bien poca, también el volumen de trabajo es mayor y no eres  tu quien debe dar el resultado final, sino el médico de cabecera del paciente”.

Además considera que sus potencialidades no parecen tener fin.

Familia y trabajo

Casado por más de 30 años con la doctora María Parrilla Delgado, con la que comparte especialidad y colaboradora de la mayoría sus publicaciones― para una de esas obras debieron analizar los ultrasonidos de más de cien mil pacientes―, confiesa que su único hobby es leer. “A eso dedico mi escaso tiempo libre, de veras no hago otra cosa, aunque a muchos les pueda parecer sumamente aburrido”.

También está orgulloso de sus tres hijos, “quienes no quisieron ser como mamá y papá”, pero el profesor Valls es feliz de igual manera.

“Me gusta mucho enseñar y esa es la única manera de transmitir con seguridad todo lo que aprendí a los jóvenes médicos y alumnos de la carrera. La radiología marcó para siempre mi vida, ha sido una inmensa dicha dedicarme por entero a ella”.

Valls Pérez ha publicado 17 libros de medicina en la especialidad de radiología, cuatro de ellos por editoriales de Alemania, Austria y Suecia, y uno con traducción en inglés; lo que lo acredita como el médico cubano que más textos ha publicado a nivel internacional.

“Resonancia magnética, tomografía computarizada y mamografía son de las ultimas cuestiones de lo que quisiera escribir. Soy de los que considera que todo lo que uno sabe debe dejarlo por escrito”.

Su energía parece venir de una fuente renovable. Realiza 60 exámenes diarios, trabaja desde las 8 de la mañana y luego en casa le queda tiempo para idear las conferencias para sus residentes.

Es sin dudas un hombre que deslumbra con su inmensa trayectoria en el sistema médico cubano.

Acerca del autor

Graduada de Periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana en el año 2014. Desde entonces se dedica a escribir e investigar sobre temas sociales, envejecimiento y de dinámica de población. Además es una de las redactoras principales de la página de Salud, especializándose en temas relacionados con la salud, la ciencia y tecnología. Ha asistido a varios cursos de postgrado, en el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas y en el Instituto Internacional de Periodismo; relacionados con el estudio de la sociedad cubana .

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