África sueña con más derechos para la mujer

África es la tierra de lo ignoto. Para muchos es la verdadera reserva natural de la humanidad, cuyo potencial está por ser mostrado. Lo visible es la pésima distribución de la riqueza y la disparidad de género. Quizás por eso los líderes del continente decidieron concentrarse en el tema de los derechos de las mujeres durante la XXVI cumbre de la Unión Africana (UA) celebrada en Addis Abeba en enero de este año.

La decisión es coherente con la declaración del 2016 como el “Año Africano de los Derechos Humanos, con un Especial Énfasis sobre los Derechos de la Mujer”.

Las mujeres africanas  son las responsables de más del 60 % de la producción agricultura, pero constituyen la mayoría que en el mundo viven con menos de un dólar diario.  Componen más de 50 % de la población rural africana, pero solo poseen el 1 % de la propiedad de la tierra. Dedican el 80 % de su tiempo a trabajar en los campos y siguen siendo los principales guardianes de la seguridad alimentaria, pero carecen de acceso a las infraestructuras, a los derechos sobre la tierra, a la tecnología moderna, a los insumos, a los créditos, y a los servicios de capacitación.

Según Mahawa Kaba Wheeler, directora de Mujeres, Género y Desarrollo de la Comisión de la Unión Africana (CUA), el órgano ejecutivo de la UA, las féminas de esa región deben enfrentar “la exclusión económica y de los sistemas financieros que perpetúan la discriminación, así como una limitada participación en la vida política y pública, la falta de acceso a la educación y la escasa asiduidad de las niñas en las escuelas, la violencia basada en el género, las prácticas culturales nocivas, y la ausencia femenina en las mesas de paz”.

No obstante, el continente está en un punto en el que, al menos teóricamente,  podría revertirse esta realidad pues emerge como una de las regiones de más rápido desarrollo económico del mundo, con niveles de crecimiento que varían entre 2 y el 11 %, según informes de la CUA.

“Pero si bien las mujeres hacen enormes contribuciones a las economías africanas, siguen siendo afectadas en forma desproporcionada por la pobreza, la discriminación y la explotación”, denunció Wheeler.

En una entrevista concedida a IPS la funcionaria aseguró que entre los argumentos claves para entender este dilema está el que “la cultura africana es en gran medida patriarcal. Debido a esto, el control de la familia y el poder de decisión pertenecen a los varones. También la capacidad de hacer políticas y de influir en las normas sociales”.

Datos del 2012 hablan de que más de medio millón de mujeres mueren cada año por causas vinculadas al embarazo y el parto. El 99 % de ellas vive en los países en desarrollo, y de ese total, el 50 % es africano. El dilema se torna letal, igual que algunas enfermedades que solo en esa región encuentran el caldo de cultivo para alcanzar niveles de epidemia debido a la insalubridad, la desnutrición y la pobreza.

A pesar de esta situación, la UA ha impulsado políticas igualitarias con la esperanza de mejorar las condiciones de vida de las féminas y multiplicar sus oportunidades. Hacia el interior de la institución, por ejemplo, es requisito que el 50 % de los puestos donde se toman decisiones esté ocupado por hembras y albergan la esperanza de que esa experiencia se replique en la región.

Actualmente algunas naciones miembros de la UA muestran estadísticas halagüeñas, sobre todo en torno a la presencia femenina en los parlamentos: Seychelles (43,8 %), Senegal (42,7 %), Sudáfrica (42 %), Namibia (41 %), Mozambique (39,6 %), Etiopía (38,8 %), Angola (36,8 %).

Pero esos  números podrían ser engañosos, al menos así parece ser en Ruanda, que tiene el porciento más alto (63,8), pero está retrasado en el acceso a cargos ejecutivos. Cabo Verde, sin embargo, exhibe 9 ministras entre los 17 titulares del país.

África tiene además tres presidentas: Ellen Johnson Sirleaf, Liberia; Ameenah Gurib-Fakim, Mauricio y Catherine Samba Panza, de la República de África Central.

Tarea pendiente es contagiar de este espíritu a los instrumentos legales de cada nación pues en muchos casos la legislación y las constituciones nacionales poseen cláusulas de exclusión o son claramente discriminatorias.