¿La hora del despegue?

¿La hora del despegue?

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Foto: tomada de internet
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Las condiciones parecen estar creadas para convertir el crecimiento  del producto interno bruto (PIB) que  debemos alcanzar en este 2015 en  una tendencia durante los próximos  años.

Solo de esa manera, con un incremento sostenido en la economía  durante varios períodos sucesivos,  sin retrocesos ni vaivenes, sería posible empezar un despegue que permita enrumbar al país por la senda  del desarrollo próspero y sostenible  que nuestra política económica proclama como meta.

Apuntan a ese propósito un grupo de modificaciones estructurales, descentralización de facultades y cambios en el sistema de relaciones financieras de las empresas estatales con el  Estado, que desde el 2014 comenzaron  a transformar el panorama y con razón han sido calificados como la etapa  más compleja de la actualización del  modelo económico.

La dificultad estriba no solamente en la mayor sofisticación técnica de  las medidas, sino también —y sobre  todo, diría yo— porque estas tocan a  la mayor parte de la base económica  del país, a los sectores y ramas que  deciden en el crecimiento del PIB, lo  cual necesita para su implementación  exitosa de una exquisita  coordinación entre todas las partes del sistema, así como el cumplimiento estricto del papel que corresponde a cada  eslabón, desde las administraciones  en todos sus niveles, hasta los trabajadores y las secciones sindicales.

El reciente acuerdo que Cuba logró con el grupo de países acreedores  del Club de París para la condonación  de una parte sustancial de su deuda  externa y la reestructuración de sus  pagos en condiciones muy favorables,  es otra buena noticia para este fin de  año, por lo que ello podría significar  con vistas a la reintegración del país  a la comunidad financiera internacional y a un posible aumento de los  créditos y la inversión extranjera.

Pero concretar todas estas oportunidades en resultados tangibles requerirá que seamos capaces de sortear no pocas debilidades internas y amenazas externas todavía presentes en nuestro desempeño económico.

Como uno de los problemas macroeconómicos aún pendientes de una  solución definitiva, aparece  el proceso  inacabado de unificación monetaria y  cambiaria, lo cual sin duda gravita no  solo como un freno para la eficiencia  empresarial y la salud financiera del  país, sino también como un lastre psicosocial en el imaginario colectivo de  la ciudadanía.

El provechoso ejercicio de repaso que impondrá la realización en  el 2016 del VII Congreso del Partido  debe permitir chequear el cumplimiento de los Lineamientos de la Política Económica y Social que trazó el  cónclave anterior en el 2011, así como  impulsar nuevas vías para perfeccionar, profundizar y ampliar aquella  visión estratégica.

Tampoco es posible soslayar para nuestro ejercicio económico los probables efectos adversos a partir de algunos procesos políticos en América Latina, y los saldos mayores o menores  que pueda arrojar el largo camino que  queda por delante hacia la normalización de relaciones con el Gobierno de  los Estados Unidos.

Lo fundamental, no obstante, resultará siempre lo que seamos capaces de hacer con nuestra inteligencia, esfuerzo y organización. En ese empeño es preciso, además, convertir cualquier adelanto en la economía nacional en un medio práctico  para satisfacer mejor las necesidades de quienes más le aportan con su  trabajo.

Por eso al presentar y discutir el plan y el presupuesto para el 2016, a la par que cada colectivo laboral  exprese ideas para su cumplimiento, de modo que crezca la producción, la productividad y la eficiencia,  también hay que velar porque tales  resultados, consecuencia de su contribución, tengan un reflejo en los  ingresos salariales y en la estimulación material de los trabajadores.  Generalizar ese beneficio económico sería una manera de impulsar ese  ansiado despegue.

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