La COP21, ¿punto de inflexión?

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Foto: EFE
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Centro de atracción mundial en las últimas dos semanas, concluyó este sábado en París la XXI Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21), cuyo objetivo fue adoptar un acuerdo mundial para frenar ese trastorno medioambiental provocado por el acelerado calentamiento del planeta debido a la acumulación en la atmósfera de los gases de efecto invernadero (GEI).

Durante la reunión trascendieron contradicciones que por momentos dificultaron el avance de las negociaciones y llevaron a su conclusión un día después de lo previsto. Esas divergencias giraron básicamente en torno a la interpretación y aplicación del principio de las responsabilidades comunes pero diferenciadas, establecido dos décadas atrás por la ONU, según el cual a las naciones desarrolladas corresponden las mayores cargas para enfrentar las afectaciones y amenazas del cambio climático a nivel global, por ser ellas las responsables históricas de esa perturbación.

Cabe recordar que en eventos anteriores similares, los reclamos de los países subdesarrollados y emergentes, formulados al amparo del principio antes enunciado, fueron habitualmente rechazados o manipulados total o parcialmente por influyentes países del minoritario grupo de naciones ricas.

Por ello se comprende el alivio de muchos cuando la cita finalizó con el anuncio de la adopción del primer acuerdo universal de lucha contra el cambio climático, que comenzará a regir a partir del año 2020, en sustitución del vigente pero maltrecho Protocolo de Kioto.

Tras calificar al cambio climático como «una amenaza apremiante y  con efectos potencialmente irreversibles» para la humanidad y el planeta, el acuerdo acoge la recomendación de la comunidad científica internacional de contener el alza de la temperatura «muy por  debajo de los 2 °C» respecto a la era preindustrial y «de seguir esforzándose por limitar ese aumento a 1,5  °C», límite que de ser rebasado dañaría severamente a los pequeños Estados insulares.

Para alcanzar ese propósito se traza a largo plazo la meta de limitar las emisiones mundiales de GEI, cuyo aumento debe cesar “lo antes posible” y luego comenzar a reducirse “rápidamente” hasta que, en la segunda mitad del siglo, se alcance un equilibrio entre las emisiones  y su captura por medios naturales o tecnológicos.

Otras decisiones importantes fueron la revisión periódica de los compromisos nacionales de reducción de GEI —asumidos voluntariamente por los países pero cuyo cumplimiento adquiere obligatoriedad para los firmantes del pacto—, una medida que pretende alcanzar acciones más fuertes y acordes con las nuevas situaciones que surjan.

Igualmente se convino que los países desarrollados proporcionarán apoyo financiero y tecnológico para ayudar a las naciones pobres a adaptarse a los impactos del cambio climático, la construcción de la capacidad de recuperación y prevenir mayores daños; y se adoptaron mecanismos de transparencia y verificación de lo acordado, entre otras decisiones.

Representantes de reconocidas organizaciones ambientalistas internacionales presentes en París emitieron opiniones divididas. Lo alcanzado es «un importante paso adelante», pero «es insuficiente para proteger a los países más pobres», afirmó Oxfam, una confederación internacional de organizaciones no gubernamentales. Las ONG Greenpeace International  y el Fondo Mundial para la Naturaleza concordaron en destacar la importancia del pacto, aunque también señalaron carencias.

Debe resaltarse que el documento recoge «con grave preocupación» el hecho de que los compromisos sumados de  todos los países distan aún mucho de las reducciones necesarias de GEI para contener la  agravación del calentamiento global, lo que constituye razón suficiente para trabajar por elevar las metas a nivel mundial.

Observadores coinciden con lo dicho por la ministra de Agua y Medio Ambiente de Sudáfrica, Edna Molewa, cuando afirmó que el pacto es «el mejor que podemos conseguir en este momento histórico». La funcionaria añadió que lo acordado en París puede señalar «un punto de inflexión hacia un mundo mejor y más seguro», una esperanza compartida por quienes preferimos ver lo positivo de lo alcanzado como el momento en el que, al parecer, los que miraban hacia otro lado comenzaron a ver que todos navegamos en el mismo barco.

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