Juventud Rebelde, un periódico con alma

Juventud Rebelde, un periódico con alma

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El intercambio con los jóvenes periodistas, una práctica cotidiana. A la izquierda, Ricardo Ronquillo.
El intercambio con los jóvenes periodistas, una práctica cotidiana. A la izquierda, Ricardo Ronquillo. Fotos: José R. Rodriguez Robleda

Cobija de periodistas talentosos y donde los estudiantes de la profesión encuentran un espacio para crear, debatir y compartir. Una rápida mirada permite concebir así a Juventud Rebelde (JR) y, pudiera decirse, además, que resulta inspirador para muchos públicos, debido a su profesional staff, el reflejo objetivo de la realidad y el haber sumado a sus páginas a intelectuales brillantes como Armando Hart, Graziella Pogolotti, Cintio Vitier, Enrique Núñez Rodríguez y otros amigos de Cuba como Gabriel García Márquez y, más reciente, Daniel Chavarría.

El diario de la juventud cubana cumple este 21 de octubre medio siglo de existencia, pero el tiempo transcurrido —recordemos el linotipo y la forma manual en que los llamados cajistas colocaban las letras de plomo en lo que luego sería una plana— no ha simplificado el reflejo de lo genuinamente cubano y ese sentido ético de respeto al lector, por lo que él quiere encontrar en sus páginas.

A Fidel, líder histórico de la Revolución, se debe la genialidad de su nacimiento, dirigido esencialmente a la juventud, con la encomienda de mantener la calidad y manifestar asuntos de interés. A eso han contribuido, en diferentes etapas, valiosos profesionales, quienes han hecho de la escritura, el diseño y la fotografía un arte, y en estos tiempos han asumido también las nuevas tecnologías. Entre ellos es indispensable resaltar al agudo Ciro Bianchi, al carismático Pepe Alejandro, y a los experimentados Juana Carrasco y Luis Sexto, estos tres últimos Premios Nacionales de Periodismo José Martí, por la obra de la vida.

De los teletipos a la dirección

En 1976 ella llegó siendo muy joven a JR —incluso sin edad laboral—, seguro tras los pasos de su padre Elio Menéndez, jubilado, también Premio Nacional de Periodismo José Martí. Un tiempo después laboró en los teletipos y fue auxiliar de redacción.

Ahora, Marina Menéndez —actual directora— rememora a muchos, a Eduardo Vergara, un compañero de aquellos años, quien un día le sugirió: “Si quieres escribir, lo mejor es que estés en el equipo de Internacionales, donde vas a aprender mucho leyendo los cables que proceden del mundo entero”. Así, una vez graduada, tuvo la posibilidad de formar parte de ese departamento, y desde entonces nunca ha abandonado esos temas. Marina prácticamente ha dedicado su vida a JR, 39 años para ser más exactos. Por ello este aniversario le trae innumerables recuerdos, de cuando el medio radicaba en la calle Prado. “Necesito reconocer a todos los que pasaron por aquí, a fotorreporteros, diseñadores, periodistas, quienes le aportaron al periódico, y de alguna manera influyeron en su avance”, resaltó.

“¿Nombres indispensables? Hay muchos, pero no pueden faltar Ricardo Sáenz, por lo que representó como jefe de redacción, él vivía la noticia, el cierre; Guillermo Lagarde, con quien di mis primeros pasos; el viejo Cano, así le decíamos; Arturo Acevedo, Orestes Cabrera. Y en una etapa posterior, Manuel González Bello…”

¿Qué le falta a Rebelde?, como llamamos al diario en tono periodístico.

Estamos llamados a ser más la voz y el reflejo de nuestra juventud. Hemos tenido períodos con altas y bajas, pero nos hemos caracterizado por ejercer un periodismo de opinión. Eso nos viene por el hecho de que el diario comenzó siendo vespertino, y ello nos obligó a recrear la noticia, a buscar el trasfondo.

Una época interesante fue cuando iniciamos los trabajos investigativos. Ronquillo asumió la batuta en esa labor creativa, de búsqueda de temas novedosos. Ahora debemos recuperar lo que en otros momentos nos hizo sobresalir. Hoy el desafío es adecuar mejor el perfil como diario de la juventud cubana, llegar más a los jóvenes y reflejar sus intereses.

Yelanys Hernández Fusté, periodista de Cultura y secretaria general del sindicato en Juventud Rebelde.
Yelanys Hernández Fusté, periodista de Cultura
y secretaria general del sindicato en Juventud Rebelde.

Cultura y sindicato: un buen binomio

En enero del 2007 Yelanys Hernández Fusté realizó su sueño. Juventud Rebelde le abrió las puertas, en particular el departamento de Cultura. Pero desde el 2003 tenía vínculos, pues sobre este medio hizo su tesis de graduación.

Impulsada por Rogelio Polanco, entonces director, comenzó a relacionarse con el sector de la música, terreno difícil de pisar por el grado de especialización que requiere, pero gracias a su empeño ha podido incursionar con éxito. En eso ha influido su acercamiento a los centros de investigación de la cultura, la cobertura de eventos de carácter nacional, la asistencia a espacios teóricos y, más recientemente, el haber tenido la posibilidad de cursar una maestría en el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana.

Algo que la distingue, desde hace dos años, es su quehacer como secretaria general del sindicato, aunque antes formaba parte de su ejecutivo. En este sentido, considera que JR es un modelo a seguir, pues la relación con la Upec, como organización profesional, y la administración, ha favorecido el funcionamiento. “Por aquí —dijo— ha pasado lo mejor de la cultura nacional, lo cual ha contribuido no solo a la recreación, sino a la educación de los trabajadores”.

Explicó que Juventud Rebelde mantiene la tradición de organizar actividades sindicales alrededor del Primero de Mayo. “En la víspera, esperamos la fecha en la redacción, hacemos una caldosa, jugamos dominó, compartimos y cantamos. Luego vamos al desfile y después ¡a trabajar!, porque Rebelde es un diario, una especie de central azucarero, pues publicamos de martes a domingo. No hay mucho tiempo para descansar”.

Rescatar modelos profesionales exitosos

Ricardo Ronquillo —subdirector editorial— se incorporó a la redacción central de JR por una propuesta de la otrora dirección. El camagüeyano devenido guantanamero se desempeñaba en este territorio como su corresponsal, y hace alrededor de 15 años (no sin cierta resistencia) llegó a La Habana con la responsabilidad de ocuparse de quienes, como antes él hacía, construyen la noticia desde sus provincias.

Poco a poco fue ganándose un lugar hasta ser en la actualidad una de las voces reconocidas en nuestro periodismo; de ahí que en dos etapas haya sido acreedor del Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año.

A su aptitud, casi innata, de ejercer el criterio ha sumado, con profesionalidad, la conducción de innumerables reportajes —en profundidad, de tesis, interpretativos— que han puesto sobre el tapete público asuntos trascendentes para la sociedad cubana.

Hoy Ronquillo habla de rescatar la labor de los llamados “equipos creativos”, que al abordar los temas iban hacia las raíces y no en pocas ocasiones señalaban las posibles soluciones. Tal producción periodística ha decaído por diversas causas, como el hecho de que muchos de los buenos profesionales por razones económicas, u otras, se han ido de las redacciones o trabajan a la vez en diferentes medios, en detrimento de la calidad.

Así, una necesidad identificada es estudiar y poner en práctica el denominado “modelo profesional exitoso”, y lo ejemplifica con la sección Acuse de recibo, “un puente de la democracia socialista a partir de la relación de los ciudadanos con las instituciones públicas”. En su criterio, otro modelo pudiera ser el llamado periodismo literario, que caracterizó el diario en la década de los 80; cuando se contaban historias atractivas, sugerentes, utilizando recursos de la literatura, sin perder la esencia de la propia realidad.

¿Un periódico con alma? (le comento luego de que mencionara la frase).

Eso lo afirmaban muchos de los antiguos colegas. Yo lo escuché desde las primeras veces que tuve contacto con el colectivo, y en ese entonces ya me preguntaba: ¿cómo una entidad física puede tener alma? Ahora lo creo posible por el tipo de relación que aquí se establece entre las personas, por el interés común en torno a una cultura profesional, y por la forma en que esta se comparte.

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