«El marxismo se enriqueció con la Revolución Cubana»

«El marxismo se enriqueció con la Revolución Cubana»

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 Estrellas (Sin valoración)
Cargando...

Hassan Pérez Casabona

Atilio Borón
Atilio Borón

La debacle ocurrida en la antigua URSS, y en Europa del este en general hace un cuarto de siglo, generó un envalentonamiento de lo más retrógrado del pensamiento universal. Los personeros del imperio -regodeándose con la desintegración del gigantesco país, sin el que no puede escribirse la historia contemporánea y cuya contribución a la derrota de las hordas hitlerianas resultó decisiva setenta años atrás- fueron todavía más allá, lanzando apotegmas lapidarios con los que intentaban dejar sentado, por los siglos de los siglos, que las utopías no tendrían cabida nuevamente.

Para los neoconservadores, con los Fukuyama y compañía actuando como corifeos, sencillamente había llegado el “fin de la historia” y con ella el cese de todo empeño emancipatorio. Hablaban, sin tapujo alguno, de que lo importante era poseer una actitud pragmática que nos hiciera aquilatar las bondades del mercado, como dios moderno que debía ser adorado, porque en él estaban las claves para el progreso humano.

Era un discurso pérfido que aspiraba a cercenarnos la capacidad de soñar, y pelear, por un futuro mejor. Los mensajes, que comenzaron a inundar los medios a escala global, fueron diseñados con precisión desde los tanques pensantes funcionales a los centros de poder, encontrando ramificaciones nefastas en instituciones docentes, incluyendo muchas de la educación superior.

Hacia América Latina la estrategia fue aún más descarnada: impedir que experiencias como la revolución indoblegable en una pequeña isla caribeña encontraran eco. Para ello resultaba imprescindible desarticular ideológicamente a la clase obrera y el movimiento estudiantil, “desconectándolos” de la cruda realidad por la que atravesaban las grandes mayorías de la región.

Fue así que la Coca Cola, IBM y otras compañías comenzaron a “penetrar” impúdicamente en las universidades, otorgando financiamiento para los planes de estudio que arrojaran como resultado un profesional totalmente inerme ante el panorama social, plegado por entero a los códigos del capital monopolista transnacional que hace ver a las personas como mercancías -prescindibles si se trata de ajustar cuentas en aras de la obtención de ganancias- única prioridad para un sistema deshumanizado, que como bien alertó Galeano hace rato estaba “patas arriba”.

Los mensajes de las élites -muchas veces con ropajes de píldoras que supuestamente resolverían las contradicciones sociales, algo imposible desde la propia génesis porque no bastaba con identificar un efecto si la causa que lo engendraba (el capitalismo salvaje) permanecía inalterable- no lograron sin embargo confundir a numerosos pensadores que, en un inicio a contracorriente, se encargaron de que el fuego de Prometo que inspira a los seres humanos no se extinguiera.

Atilio Boron fue uno de ellos, echando rodilla en tierra junto a los históricamente preteridos y los grandes símbolos que no podían ser mancillados. Con su pluma filosa, y una especial capacidad para comunicar ideas de forma comprensible no solo en los circuitos académicos, el destacado investigador argentino batalló desde su trinchera lo mismo en la defensa de la experiencia socialista antillana, que en el respaldo a los movimiento sociales y las nuevas alternativas que se abrieron con la llegada a Miraflores del inolvidable presidente Hugo Chávez.

Con especial énfasis trabajó en cada ensayo y artículo periodístico en la defensa del marxismo, no solo como teoría del conocimiento y filosofía para la transformación sino como ideología de extraordinario valor en la guía del proletariado, en su accionar revolucionario contra los capitalistas, empeñados en que el planeta siga controlado por exiguas minorías, que se ceban en el trabajo enajenado de más de las tres cuartas partes de la población.

En un contexto signado por esos abismos, las explicaciones de Atilio –al igual que las de Frei Betto, justamente premiado con el doctorado Honoris Causa en Filosofía en nuestra Universidad de La Habana, y que acaba de dictar una conferencia magistral en el I Simposio sobre la Revolución que organiza el Instituto de Historia de Cuba; Ignacio Ramonet y tantos otros amigos- poseen particular importancia porque, enfocadas en la dirección principal del combate ideológico, incorporan argumentos que desnudan la esencia explotadora de los adversarios y dotan a los de este lado de arsenales de inestimable valía para la lucha.

“El marxismo está hoy más vivo que nunca”.

Hace solo unas horas, en la tarde de este miércoles 14 de octubre, varios profesionales de las ciencias sociales tuvimos el privilegio de intercambiar con el intelectual sudamericano, a propósito de la conferencia que impartió en la sede del Instituto de Filosofía, titulada “El marxismo como componente esencial del pensamiento crítico”.

Presentado por la doctora Isabel Monal, Premio Nacional de Ciencias Sociales y Presidenta de la Cátedra de Estudios Marxistas “Julio Antonio Mella” de la institución anfitriona, el sociólogo y politólogo hizo un amplio recorrido por la historia del capitalismo, con sus diversas mutaciones y reacomodos, así como de las alternativas por alcanzar un mundo mejor.

“Si leemos detenidamente a Adam Smith y David Ricardo acerca de la evolución futura de la sociedad burguesa –comenzó planteando-, encontraremos que el pronóstico que realizaron fue que esa sociedad sería más equilibrada a partir de que, como si se tratara de un vaso colmado de agua, la riqueza se derramaría para beneficiar a todos. Dos jóvenes alemanes dijeron lo contrario, explicando en el Manifiesto Comunista que el capitalismo crearía sociedades más polarizadas, donde un grupo de naciones concentraría enormes riquezas y una amplia masa se quedaría al margen. En todos los países el capitalismo se comportó como lo pronosticaron Marx y Engels en 1848”.

Frente a una sala abarrotada, que resultó pequeña ante la convocatoria del encuentro con tan distinguida personalidad, Boron desgranó sus reflexiones en un tono más bien íntimo, revelador de la simpatía que le reportaba compartir con representantes de un país al que siempre ha defendido en la palestra internacional.

“El capitalismo se empleó a fondo en trasladar a los pobres un sentimiento de autoculpa por los males que padecían, algo que también está muy arraigado en Estados Unidos”, dijo en otro momento, valiéndose para ejemplificar el caso norteamericano de dos excelente filmes: 12 años de esclavitud y El Mayordomo.

Consciente de que el auditorio seguía con detenimiento sus exposición, Boron fue adentrándose cada vez más en materia (tomando el toro por las astas en sus propias palabras) para señalar que el capitalismo sufre los embates de sus grandes contradicciones, una de ellas la que emana de la producción en detrimento de la naturaleza. “En la última Estrategia de Seguridad Nacional, presentada por la administración norteamericana en febrero de este año, se reconoce el tema del cambio climático como una de las mayores amenazas que tendrían que enfrentar, algo que ya había dicho de alguna manera Al Gore, en su excelente documental Verdades incómodas”. [1]

“Solo cambiaría una parte del material del exvicepresidente norteamericano”, explicó: “La parte final donde dice que el hombre produjo esta catástrofe y que el hombre debe resolverla. Yo diría: `El capitalismo produjo esta catástrofe, pero el capitalismo no puede resolverla´”.

Haciendo alusión en diferentes momentos a la obra de diversos pensadores de las más variadas escuelas, Atilio declaró que el marxismo preserva su vigencia, básicamente porque el capitalismo no ha resuelto los grandes problemas que generó como formación económico social. Recordó la idea del filósofo francés Jean Paul Sartre –quien nos visitó a principios del triunfo revolucionario- de que “El marxismo es ese horizonte inescapable de nuestra época”. “No tengo dudas -señaló en un escenario donde al menos la mitad del público estaba conformada por jóvenes- que el marxismo está hoy más vivo que nunca”.

Con profundo dominio del funcionamiento de la sociedad norteamericana, criticó el fetichismo consumista que se ha impuesto allí, donde “el primer objeto de la gran manipulación instaurada por las élites que controlan el poder es su propia población”. [2]

Desmontó además varios mitos, entre ellos que un joven puede acceder a universidades de excelencia porque “incluso para matricular en las que no se encuentran en lo más alto del escalafón hay que pagar como promedio unos 70 mil dólares anuales, algo imposible para la inmensa mayoría de la población, que percibe ingresos totales por debajo de esa cifra. El 90 % de las personas vive con menos capacidad financiera que la que disponía hace 30 años”. “Es penoso, continuó meditando, que existan más afroamericanos en las cárceles, entre 20 y 24 años de edad, que en las universidades y colegios de la Unión”.

En otro momento de su intervención afirmó que “El marxismo se enriqueció con la Revolución Cubana”, acontecimiento telúrico que estremeció a Latinoamérica, por la audacia con que un grupo de jóvenes derrotó a una dictadura sustentada hasta los dientes por la maquinaria imperialista norteamericana. “El marxismo, acotó, es un cuerpo teórico con gran capacidad para aprender de la historia, algo que no tiene, por ejemplo, la teoría liberal”.

Sobre nuestro país confesó que se siente optimista con las transformaciones, asociadas a la implementación de los lineamientos en el terreno económico, especialmente en lo relacionado con la producción de alimentos. “El marxismo puede ayudar a identificar las contradicciones asociadas a un proceso de esta naturaleza”.

Precisó también que el marxismo es imprescindible para enfrentar los grandes desafíos de nuestro continente, y del mundo, haciendo énfasis en que “No se puede caer en la trampa del economicismo que pregona que solo las mejoras económicas producen conciencia revolucionaria”.

Abordando temáticas de actualidad, se refirió al restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos y la situación por la que atraviesan Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina, donde la derecha está empleando todos los recursos posibles para revertir el panorama de profundas transformaciones populares, emprendidas en los últimos quince años. Ejemplificó, en el caso de decisiones de gran impacto, que “…el plan de otorgamiento de viviendas, totalmente amuebladas, concebido por el Comandante Chávez y que continúa ahora el compañero Maduro no tiene parangón en la historia”, y que “los gobierno de Lula y Dilma han sacado a 40 millones de brasileños de la pobreza”.

En otra parte señaló la necesidad de conocer mucho más a Lenin, figura genial del pensamiento y la acción revolucionaria. Elogió, en ese sentido, varias intervenciones del vicepresidente boliviano Álvaro García Linera, que muestran al conductor del primer estado socialista en toda su dimensión.

Otro asunto sobre el que reflexionó fue el papel de las universidades como centros de vanguardia, en la contribución a la toma de conciencia de nuestros pueblos. Criticando lo que ocurrió en el pasado, comentó “Las universidades se convirtieron en entidades muy rígidas con estándares copiados de Estados Unidos, en cuanto a los sistemas de evaluación y otros aspectos. Estaban interesadas únicamente en que lo que se escribiera se ajustara a los saberes establecidos”.

Con profunda emoción concluyó sus palabras puntualizando que “Tengo fe en el pueblo cubano, que en muchas ocasiones salió muy bien parado de las grandes batallas que libró. Les pido, por favor, que resistan porque si la Revolución fallara las consecuencias serían incalculables para América Latina y el mundo. No olviden la alerta que realizó Fidel en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Si el Comandante hubiera aflojado cuando el derrumbe del campo socialista, estoy convencido de que no habrían triunfado Chávez, Evo, Correa y el resto de los gobiernos progresistas en la región”.

Su aplaudida presentación suscitó varias intervenciones, entre ellas las de Rafael Cervantes Martínez, al frente de la Dirección de Marxismo-Leninismo e Historia del Ministerio de Educación Superior; Rafael Pla, coordinador de la carrera de Filosofía en la Universidad Central de Las Villas Marta Abreu; Maximiliano Gutiérrez, de la Universidad de La Habana; Kenia Rodríguez, de la Escuela Superior del PCC “Ñico López” y de las investigadoras del Instituto de Filosofía Olga Fernández Ríos y Concepción Nieves.

Atilio Boron es acreedor de una sólida trayectoria como investigador y docente. Durante años ha ejercido como profesor titular de las Cátedras de Teoría y Filosofía Política I y II, en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, alternado igualmente con la coordinación de la Cátedra de Pensamiento Marxista y Poder Popular del Centro de Estudios y Formación Marxista Héctor P. Agosti (CEFMA).

Es investigador superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la Argentina (CONICET) y director, en la urbe bonaerense, del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini (PLED). Se desempeña también como conferencista y columnista en diversos medios. Es un intelectual de vanguardia del Partido Comunista Argentino. Durante 9 años (de 1997 a 2006) fue Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Ha sido integrante, además, del Consejo Internacional del Foro Social de Porto Alegre y Director del Observatorio Social de América Latina.

En 2004 le fue conferido el Premio de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada, de la Casa de las Américas, por su libro Imperio e Imperialismo. En 2009 fue galardonado por la Unesco con el Premio Internacional José Martí, por su contribución a la unidad e integración de los países de América Latina y el Caribe. En el 2013 recibió el Premio Internacional al Pensamiento Crítico, otorgado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura de la República Bolivariana de Venezuela, por la obra América Latina en la geopolítica imperial.

“El imperio apela a la eficiencia disuasiva de las armas”.

Haciendo una breve retrospectiva sobre alguno de sus textos tenemos que el destacado politólogo reflexionó, en el texto publicado originalmente en el 2002 (cuyo título completo es Imperio & Imperialismo. Una lectura crítica de Michale Hardt y Antonio Negri) sobre aspectos trascendentes, que no pueden ser ignorados a la hora de escrutar la época actual. En esas páginas desmonta de manera demoledora la tesis central propuesta por ambos escritores de que existía “un imperio sin imperialismo”.

En un artículo elaborado años más tarde, concebido especialmente para la prestigiosa revista internacional Marx Ahora, que dirige precisamente la doctora Isabel Monal, el gaucho continuó proyectando diversas valoraciones, con el afán de confirmar que aquella elucubración quedaba sepultada por la fuerza de los hechos.

Convencido que la médula del libro Imperio… sonó como música celestial para los testaferros del sistema dominante, y que “tal como lo plantea el marxismo las controversias teóricas y políticas no se resuelven con ingeniosos juegos de lenguaje o encendidas pirotecnias verbales sino en la vida práctica de pueblos y naciones”, expuso demostraciones de peso irrebatible.

“Como puede observarse, la IV Flota tiene un mandato para hacer prácticamente cualquier cosa. (…) Para resumir: lo cierto es que el Pentágono contempla dotar a la IV Flota con un equipamiento similar al que cuentan la V Flota, que opera en el Golfo Pérsico, y la VI, estacionada en el Mediterráneo. (…) La militarización de la política internacional es una de las consecuencias de la nueva doctrina estratégica anunciada al mundo en septiembre de 2002 y ratificada ahora por el Pentágono a través de su instrumento regional: el Comando Sur. Nótese que el reverso de esta concepción que militariza la escena internacional es la criminalización de la protesta social en el plano doméstico, hacia la que apunta la ya referida legislación antiterrorista aprobada, bajo la fuerte presión estadounidense, en casi todos los países del área. Y para combatir en ambos terrenos, el internacional y el nacional, el imperio apela a la eficiencia disuasiva de las armas. Ese y no otro es el papel real que al IV Flota está llamada a cumplir en América Latina y el Caribe”.[3]

Sin titubeo alguno el gran amigo de la Revolución cubana –en el citado volumen laureado dos años atrás América en la geopolítica…- retoma estas evaluaciones para apuntalar un concepto de vital importancia que contribuye a desentrañar lo que sucede con estos asuntos: “De hecho, si hasta hace poco más de una década la política exterior de Estados Unidos se elaboraba en –y era conducida por- el Departamento de Estado, en la actualidad ambas funciones las ha absorbido el Pentágono, con un obvio resultado: la militarización de las relaciones internacionales”.[4]

Boron reconoce, en ese sentido, el alcance de la obra El Pentagonismo sustituto del imperialismo del destacado intelectual y expresidente dominicano Juan Bosch, si bien considera que el rearme de la política exterior (uno de los tópicos claves hilvanados por el quisqueyano) se ha producido en el período reciente y no décadas atrás.[5]

Consciente de que hay que desenmascarar cada estratagema imperial no cesa de aportar elementos de juicio sobre la temática bélica, por ello escribe: “Según datos oficiales, el número de militares en estado de servicio activo al 31 de enero de 2012 ascendía a 1 458 219, a los cuales se deben agregar unos 225 mil `contratistas´. Es decir, los mercenarios constituyen aproximadamente 15 % del total del personal militar `formal´ de Estados Unidos, y sus actividades se desenvuelven en una suerte de vacío legal, en donde normas y comportamientos expresamente prohibidos por las Convenciones ginebrinas son completamente dejados de lado”.

Penetrando en dichas maniobras en nuestro ámbito, añade sobre el tema colombiano que: “En el caso del Acuerdo de Cooperación Militar firmado por Obama y Uribe, mediante el cual se concede la utilización de al menos siete bases militares colombianas a fuerzas de Estados Unidos, se cede también a este país la decisión de incrementar el número de bases a ser utilizadas sin otra obligación más que la de formalizar el pedido por escrito; se garantiza asimismo la inmunidad diplomática para todo el personal que ingrese a Colombia amparado por ese acuerdo (esto es, pueden robar, asesinar, violar y traficar sin temor a ser llevados ante la justicia colombiana), para lo cual se autoriza la entrada a cualquier estadounidense que presente un documento (…), al tiempo que el gobierno colombiano se abstiene de revisar cualquier cargamento que entre o salga de Colombia bajo las normas establecidas en el acuerdo Obama-Uribe”. [6]

Su profusa obra contempla asimismo los libros Estado, capitalismo y democracia en América Latina (1991, ampliado en 1997); Tras el búho de Minerva. Mercado contra democracia en el capitalismo de fin de siglo (2000); Filosofía Política Marxista (2003); Reflexiones sobre el poder, el estado y la revolución (2007, reedición ampliada de un texto originariamente publicado en La Habana, por el Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello en el 2006); Socialismo siglo XXI. ¿Hay vida después del neoliberalismo? (2008); Consolidando la explotación. La academia y el Banco Mundial contra el pensamiento crítico (2008); Aristóteles en Macondo. Notas sobre el fetichismo democrático en América Latina (2009); Crisis civilizatoria y agonía del capitalismo. Diálogos con Fidel Castro (2009). En el 2009 escribió, en coautoría con Andrea Vlahusic, El lado oscuro del imperio. La violación de los derechos humanos por los Estados Unidos. Es el compilador de Teoría y Filosofía Política. La recuperación de los clásicos en el debate latinoamericano (2002) y de Filosofía Política Contemporánea. Controversias sobre civilización, imperio y ciudadanía (2003).

“Los intelectuales tienen que abrirse a la complejidad de la realidad”.

Volviendo al encuentro de este miércoles, el mismo tuvo como actividad inicial la exposición de la también argentina Alexia Masholder sobre Héctor Agosti, figura icónica de los intelectuales revolucionarios en Latinoamérica. Su ponencia es el resultado de las investigaciones que la condujeron a doctorarse en la Universidad de Buenos Aires, abordando el pensamiento de Agosti (1911-1984) quien tempranamente abrazó la militancia comunista en Argentina.

Masholder explicó que Agosti fue uno de los responsables del conocimiento de la obra de Antonio Gramsci en español, a partir de las relaciones existentes entre los partidos comunistas de Argentina, Italia y Francia. Su compatriota accedió a los textos divulgados del inolvidable luchador revolucionario italiano en 1947 y sobre 1950 emprendió la traducción de los mismos.

La joven profesional compartió con el público presente que durante años se ha presentado un Gramsci, generalizado en muchas universidades, concentrado en temas de hegemonía pero alejado de las posiciones revolucionarias y leninistas. “Muchos pretenden y para ellos queda bien, dijo, acercarse a este u otra pensador sin adentrase a su lado más punzante”. [7]

Agosti contribuye a ilustrar, añadió, la función de un verdadero intelectual orgánico, imprescindible dentro de todo proceso revolucionario. “Es una ventana para explicar lo que implica ser un intelectual de partido, con un fino equilibrio entre la posición individual y un proyecto colectivo donde el pensador se inserta”.

La también militante del Partido Comunista Argentino y miembro de de la dirección de su centro de formación de cuadros, contó que las indagaciones que realizó le permitieron “romper con un montón de lugares comunes que el saber académico tradicional se encargó de entronizar en mi país”. “Los intelectuales, finalizó, tienen que abrirse a la complejidad de la realidad que es siempre contradictoria. Tenemos que ahorrarnos la comodidad de encasillar los asuntos dentro de esquemas cerrados”.

Notas, citas y referencias bibliográficas.   [

[1] El viernes 6 de febrero fue presentada por Susan Rice, asesora de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos. El documento, suscrito por el presidente Barack Obama, ratifica el uso de la fuerza como opción de primer orden en las pretensiones hegemónicas globales norteamericanas para los próximos años. En el material se consigna que ese país empleará su poderío militar de forma unilateral si considera amenazados sus intereses y los de sus aliados, estén en peligro la vida de los ciudadanos y como instrumento esencial de apoyo a la diplomacia en cualquier lugar que estimen. De igual manera se resalta la pretensión de liderazgo global que Washington reclama para sí (invariable prácticamente desde su surgimiento como nación) señalando que “la pregunta no es si Estados Unidos debe liderar –el mundo- sino como lo haremos”. Se reconoce, sin embargo, que el despliegue militar no es la única herramienta a su disposición, ni el medio principal para consolidar sus compromisos y no siempre es el método más efectivo para enfrentar los desafíos a escala internacional, para los cuales dispone de diversas medidas punitivas. Las directrices estratégicas contenidas en el material revelan la significación que posee para Washington la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan), en cuanto a afianzar más sus intereses en Europa, calificando a dicho mecanismo surgido en 1949 como la asociación multilateral dominante en el mundo actual. Es perceptible, además, que esta Estrategia revitaliza los aires de la Guerra Fría, al jerarquizar el papel de dicha Alianza Atlántica como caballo de batalla contra Rusia, mediante su expansión hacia las fronteras con esa nación euroasiática, en el afán de castigar a Moscú por su rechazo a la intervención de Occidente en el conflicto de Ucrania

[2] En febrero de 2004 el investigador Rolando González Patricio -entonces director del Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana “Juan Marinello” y en la actualidad rector de la Universidad de las Artes (Isa)- entrevistó a Atilio Boron. En un momento del intercambio el intelectual argentino explicó. “Ahora pesa mucho el tema de la batalla cultural y de la batalla de ideas, ahí creo que es oportuno recordar aquella frase tan sabia de Martí, cuando decía de pensamiento es la guerra que se nos hace, ganémosla a pensamiento, pues lo que evidentemente veo es que si hay un rasgo que marca al imperialismo contemporáneo, es la enorme proliferación de sus mecanismos de dominación cultural e ideológica, que no estaban presentes en el imperialismo clásico. (…) Para empezar, fíjese usted que la tercera gran industria de Estados Unidos, cuando uno analiza la cifra del producto interno bruto y hace la descomposición por tipo de producción, el tercer elemento de esa descomposición es la industria publicitaria, es una industria que mueve miles de millones de dólares. Esa industria no es concebida solo para vender jabones o desodorantes, o champú; tiene, fundamentalmente, una orientación y una preocupación ideológicas, es la creación de un consenso, la manufactura de un consenso y, en ese sentido, han sido muy eficientes y han logrado el objetivo de forma rotunda”. Rolando González Patricio: “Si hay un rasgo que marca al imperialismo contemporáneo es la enorme proliferación de sus mecanismos de dominación cultural”, (Entrevista a Atilio Boron), en: Por la izquierda, veintidós testimonios a contracorriente, Selección y prólogo de Enrique Ubieta Gómez, Ediciones ICAIC-Editorial José Martí, La Habana, 2007, p. 35.

[3] Atilio A. Boron: “La IV Flota destruyó a Imperio”, en: Revista Internacional Marx Ahora, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, No. 25, 2008, p. 124.

[4] Por esos mismos caminos añade: “En suma: la diplomacia mantiene su papel, en apariencia importante, pero hoy día la relación pasa fundamentalmente por un filtro militar en función de la prioridad absoluta que en Estados Unidos se le ha asignado, luego del 11-S, a las cuestiones de la mal llamada `seguridad nacional´. Y esto explica que, en el momento actual, el número total del personal civil del Comando Sur –entiéndase: excluyendo a oficiales, suboficiales y soldados-, cuya sede se encuentra en Miami, asciende a 1600 funcionarios, lo que duplica el número total de servidores públicos destinados a monitorear o intervenir en las relaciones con América Latina de todas las demás agencias y secretarías del gobierno federal, incluyendo los departamentos de Estado, Agricultura y Comercio. Se trata de una situación que no tiene precedentes en la historia de las relaciones interamericanas pero que, sin duda, constituye un signo ominoso de los nuevos tiempos”. Atilio Boron: América Latina en la geopolítica imperial, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2014, pp. 76-77.

[5] En una nota al pie el teórico argentino declara que: “Una precoz detención de este tránsito de la diplomacia al belicismo está magníficamente bien descrita en la obra del expresidente de República Dominicana, Juan Bosch: El Pentagonismo, sustituto del imperialismo, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007. La primera edición del libro vio la luz en 1967”. Ibídem, pp. 77. La obra de Bosch alcanzó renombre a partir de su publicación en España en 1968 si bien, aunque a manera de folleto, la primera edición correspondió a Publicaciones ¡Ahora!, pocas jornadas más tarde que el lúcido pensador –primer presidente electo en su país luego de la sangrienta dictadura de Rafael Leónidas Trujillo y quien fuera derrocado por un golpe de Estado el 25 de septiembre de 1963, a pocos mese de asumir tal responsabilidad, desde la que impulsó importantes transformaciones democráticas- presentara como ponencia un amplio sistema de ideas y conceptualizaciones, en la Tercera Conferencia Interamericana de Ciencias Políticas y Sociales, que tuvo lugar en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en el mes de noviembre de 1967. Es útil añadir que el quisqueyano (que vivió en nuestro país casi veinte años y que recibió en 1988 la Orden Nacional José Martí, de manos del Comandante en Jefe Fidel Castro con quien compartiera en 1947 durante la expedición de Cayo Confites) considera que el pentagonismo es producto legítimo de ese capitalismo sobredesarrollado que ha ganado, dentro de su propio espacio geográfico, un poder adquisitivo que le permite acumular y capitalizar inversiones en una cuantía inimaginable para las expediciones militares que se afanaban en agenciarse territorios en “los mejores días de Victoria, reina y emperatriz”. Para Bosch el pentagonismo “retiene” prácticamente los elementos referenciales del imperialismo, sobre todo aquellos más “destructores y dolorosos” si bien, desde el prisma cualitativo, es una entidad más elaborada que se relaciona con su antecesor solo en medida similar en que lo hace el capitalismo de los años 60, con la forma industrial primigenia del siglo XIX. A esa distinción le concede gran importancia, en lo teórico y metodológico, porque el “pentagonismo se parece al imperialismo en la cualidad de sus efectos, no en sus dimensiones”

 

[6] Ibídem, pp. 206-213.

 

[7] A principios de este año tuve el honor de entrevistar a la doctora Isabel Monal. En el material, aún inédito, la querida profesora abordó con amplitud diversos aspectos, entre ellos profundos análisis sobre el revolucionario europeo. Me parece oportuno mencionar un fragmento de esas valoraciones. “Digo, con la más absoluta convicción, que en el socialismo sin calco ni copia, como nos enseño Mariátegui, muchas de las ideas de Gramsci -que las pensó para la Europa de su tiempo- poseen una validez para la América Latina de hoy como nunca antes la había tenido. (…) Coincide con Marx, Engels y Lenin en el papel del Estado como ente de dominación de carácter coercitivo. Pero ve otras dimensiones en la sociedad, a la hora de ejercer el poder, que llama hegemonía. Hoy se ha distorsionado el término y prácticamente quiere decir cualquier cosa. Entiendo que en la ciencia una expresión suele ser empleada con distintos significados, pero hay que saber si estamos o no hablando de lo mismo. Cuando me refiero a hegemonía lo hago en el sentido de Gramsci, que es ejercer ese dominio pero con el consenso, dirigiendo, encauzando, etcétera. Eso es imprescindible hoy en América Latina. (…) Es importante no caer en cierto seudo gramscismo que existe hoy en algunos sobre el tema cultural, en el que se manifiesta una significativa tergiversación de su legado revolucionario. Gramsci, nadie puede tener la más mínima duda de ello, reflexionó para cambiar al mundo, desde una perspectiva de transformación emancipatoria. Fue a la cárcel por querer cambiar el mundo y resulta que, en determinados espacios, presentan su pensamiento –utilizo una expresión popular- como un “caldo insípido”, que verdaderamente resulta chocante. (…) Me permito subrayar que él hablaba de crear y desarrollar una ciencia de la política dentro del marxismo. El no dice –es importante resaltar esto-, “ciencia política”, sino “ciencia de la política” del materialismo histórico. La diferencia, que para muchos resulta imperceptible, realmente me fascina”. Otro prestigioso filósofo cubano que ha estudiado los aportes de Gramsci es Rubén Zardoya, quien publicó en Venezuela en las postrimerías del pasado año un libro dedicado a su figura. “Sin embargo, apelando a Gramsci, no sólo se ha combatido el marxismo vulgar y las deformaciones del `socialismo real´, sino también, de manera encubierta o descubierta, el propio ideal comunista. Con harta frecuencia, mediante un complejo ejercicio de omisiones, discriminaciones y desplazamientos de sentido, el análisis que pone en juego el arsenal de categorías que articulan su pensamiento desemboca en una crítica indistinta y abstracta al `socialismo como tal´, o en un ensañamiento sádico y, en ocasiones, masoquista, con la historia del movimiento revolucionario mundial, aplaudido incluso por impúdicos cancerberos del capitalismo. No solo se convierte a Gramsci en un intelectual de gabinete, a imagen y semejanza de algunos de sus exegetas, dejando como puro trasfondo y colorido biográfico el hecho de que su gabinete más duradero fue la celda de la prisión a la cual lo arrojaron la lucha antifascista y su intransigencia comunista, sino también se mella – diríase mejor, se embota- el filo anticapitalista de su vida y de su obra y su capacidad de crítica al pensamiento burgués y a las falacias e ilusiones del reformismo y el oportunismo. En otros términos, tras la virtud que encierra la visión gramsciana –crítica, antidogmática- del proceso de reorganización socialista de la sociedad, de la conquista de la hegemonía proletaria y del `pueblo dirigente´ (la democracia), de lo que él llama `sociedad civil´ y de la disolución de la dictadura, se oculta la posibilidad –es decir, la realidad- de desdeñar, excluir o dejar en una indeterminación tendenciosa su condición eminente de comunista, de enemigo irreconciliable del intelectualismo `desinflado e incoloro´, que sigue siendo –utilizo sus palabras- un `peso muerto en nuestro movimiento´; de combatiente anticapitalista y de forjador de la subjetividad revolucionaria; la honda raigambre marxista y leninista –sobre todo leninista- de su pensamiento, orientado a la crítica teórica y práctica de la civilización capitalista, en particular, del llamado capitalismo avanzado, en la época del imperialismo. (…) Frente a este desenfoque –llamémosle así- es preciso hacer hincapié en el hecho de que, en sus determinaciones esenciales, la obra de Gramsci se empina sobre el cimiento de la concepción marxista de la historia, en particular, de la formación social capitalista y de la Revolución Comunista, y constituye una forma específica de su existencia, un momento peculiar de su producción y reproducción, incomprensible al margen del estudio de los restantes momentos lógicos e históricos de esta comprensión”. Rubén Zardoya Loureda: Gramsci y el capitalismo contemporáneo, Editorial Trinchera C.A., Caracas, 2014, pp. 8-9.

Compartir...

Escribir comentario

© 2018 Trabajadores. Órgano de la Central de Trabajadores de Cuba
Director: Alberto Núñez Betancourt
Subdirectores Editoriales: Alina Martínez Triay y Joel García León
Territorial y General Suárez. Plaza de la Revolución. La Habana, Cuba. CP: 10698
Fax: 053 (7) 555927 E-mail: digital@trabajadores.cu