Diez días en las entrañas del imperio (segunda parte)

Diez días en las entrañas del imperio (segunda parte)

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Autor: Acela Caner Román y Eugenio Suárez Pérez

Fidel Castro comenta con el canciller Raúl Roa la intevención que ofrece Nikita Jruschov, Primer Ministro de la URSS. A la derecha el comandante Juan Almeida y detrás, Raúl Roa Kourí. Foto: Korda, Alberto
Fidel Castro comenta con el canciller Raúl Roa la intevención que ofrece Nikita Jruschov, Primer Ministro de la URSS. A la derecha el comandante Juan Almeida y detrás, Raúl Roa Kourí. Foto: Korda, Alberto

 

NIKITA JRUSCHOV Y FIDEL CASTRO

La mañana del martes 20 de septiembre de 1960, una multitud calculada en miles de personas por la propia policía neoyorquina —a la cual no es posible acusar de parcialidad en favor del líder cubano— aguardaba la salida de Fidel Castro por las calles que rodean el hotel Theresa, cuando a las 12 y 14 minutos del mediodía, apareció frente al hotel, Nikita Jruschov. El Primer Ministro soviético iba a saludar a su homólogo cubano.

Fidel Castro recibió personalmente al go­ber­nante soviético. Era el primer encuentro de am­bos líderes, quienes sostuvieron una cordial con­­­­­­versación que no excedió los 30 mi­nutos.

Tras la partida de Jruschov, el Primer Mi­nistro cubano se dirigió hacia el edificio de la ONU, adonde llegó alrededor de las tres de la tarde.
Un nuevo precedente se estableció en la Asam­blea de las Naciones Unidas, cuando Ni­ki­ta Jruschov se levantó de su asiento para saludar a Fidel. Los periodistas y empleados de la ONU confirmaron que era la pri­mera vez en la historia de ese organismo que un jefe de Go­bierno se levanta para ir a saludar a otro jefe de Gobierno.
Una breve entrevista de ambos acaparó la atención de los delegados de las 97 naciones y de más de dos mil periodistas presentes.

“He venido a rendir homenaje al hombre heroico que derrocó al tirano Fulgencio Batista”, dijo con admiración el Primer Ministro de la URSS, Nikita Jruschov al abrazar a Fidel en su habitación del hotel Theresa. Foto: Korda, Alberto
“He venido a rendir homenaje al hombre heroico que derrocó al tirano Fulgencio Batista”, dijo con admiración el Primer Ministro de la URSS, Nikita Jruschov al abrazar a Fidel en su habitación del hotel Theresa. Foto: Korda, Alberto

 

NUEVOS INTENTOS PARA OBSTACULIZAR PRESENCIA DE CUBA EN LA ONU

Aunque la delegación cubana había resuelto el problema de alojamiento y participaba en la Asamblea, iban en aumento los intentos de obstaculizar su presencia en el país.

En horas de la noche de ese martes 20 de septiembre, se produjo el secuestro de otro avión cubano. Ese acto de inadmisible piratería fue cometido contra la nave donde viajaban el comandante Juan Almeida y el ministro Regino Boti, quienes habían llegado para integrarse a la delegación cubana.

El avión secuestrado —un Britannia de Cu­ba­na de Aviación—, llevaba una inscripción que decía: “Delegación de Cuba en la O.N.U.”. La nave fue entregada por las autoridades de Nue­va York a un funcionario judicial. El hecho no fue casual, este era el tercer avión cubano que retenían los norteamericanos en una semana. El primero, fue un Bri­ta­nnia que llegó al aeropuerto Idlewild en un servicio regular de pasajeros y, el segundo, un DC-4 de Aerovías Q.

Otro hecho, esta vez de trágicas consecuencias, aconteció en el restaurante El Prado, ubicado en la Octava Avenida y la calle 51 en Nue­va York. En ese mismo lugar, en la tarde del miércoles 21, un grupo de cubanos simpatizantes de la Re­vo­lución fue atacado a tiros por varios contrarrevolucionarios. Los disparos hi­rieron a una niña ve­nezolana de apenas nueve años de edad, quien se encontraba de paseo con sus padres. La­mentablemente, la niña fa­lle­ció al siguiente día.

La policía neoyorquina llegó minutos después del tiroteo. Las detenciones que realizó no in­cluían a los atacantes. El Departamento de Es­tado norteamericano, en una monstruosa con­ju­ra, inculpó a un inocente, solo porque simpatizaba con la Re­vo­lución Cu­ba­na.

Fidel Castro, acompañado por otros miembros de la delegación cubana, almuerza junto a los trabajadores del hotel Theresa, donde se improvisa una conferencia de prensa con numerosos periodistas. Foto: Korda, Alberto
Fidel Castro, acompañado por otros miembros de la delegación cubana, almuerza junto a los trabajadores del hotel Theresa, donde se improvisa una conferencia de prensa con numerosos periodistas. Foto: Korda, Alberto

 

ALMORZARÉ CON LOS HUMILDES

En la sesión del jueves 22, el jefe de la delegación cubana, Fidel Castro, junto al canciller Raúl Roa, el comandante Juan Almeida y demás miem­bros de su delegación, acudió a saludar a Ni­kita Jruschov en el salón de sesiones de la ONU. Momentos después el Mariscal Josip Broz, Tito, presidente de la República Fe­de­rativa Socialista de Yugoslavia, se acercó a Fi­del y departió con el líder revolucionario cu­bano durante unos minutos.

Mientras tanto, las autoridades yanquis siguieron sus actos inamistosos hacia Cuba al excluirla de un almuerzo que Eisenhower ofreció el 22 de septiembre a las delegaciones latinoamericanas.

La reunión, convocada por el imperialismo, se efectuaría después que el presidente Eisen­hower pronunciara su discurso en la Asamblea General de la ONU, por la mañana. Un vocero del gobierno de Estados Unidos había anunciado la invitación a 18 representantes latinoamericanos ante la ONU (la lista excluía a Cuba y República Dominicana). Al festín imperialista en el salón Waldorf To­wers, del hotel Waldorf Astoria, dejó de asistir el jefe de la delegación uruguaya Eduar­do Víctor Haedo, quien no fue en obvio gesto de solidaridad con el representante cu­bano.

Ese día, cuando Fidel salía de la ONU, un pe­riodista le preguntó cuál era su opinión so­bre el almuerzo en el lujoso Waldorf As­to­ria, al cual no había sido invitado.

“Me parece bien —respondió— y lo que de­seo es que los que asistan a él tengan buen apetito. Yo almorzaré en el barrio de Harlem, con los humildes. Yo pertenezco al pueblo humilde”.

Al llegar al hotel Theresa, Fidel subió al comedor donde almorzó con los empleados y el propietario. Lo acompañaban Celia Sán­chez y otros miembros de la delegación, así como numerosos periodistas norteamericanos, quienes antes de comenzar el almuerzo le hicieron varias preguntas.

DE UN LIBERTADOR A OTRO LIBERTADOR

En horas de la noche, el Comité Cubano Norteamericano ofreció una cena al compañero Fidel.

Richard Gibson, miembro del Comité Pro Justo Trato a Cuba, entregó un busto de Abraham Lincoln al Primer Ministro de Cuba y reconoció “el honor que es para el Comité hacer entrega del busto de Lincoln a Castro”.

En el momento de la entrega, Gibson expresó: “De un libertador a otro libertador”.

Al acto asistieron más de 300 personas. Des­pués del saludo hecho por Gibson, el compañero Fidel tomó la palabra. Al referirse a su estancia en el hotel Theresa y en el barrio de Har­lem, confesó: “me siento como quien camina en un desierto y se encuentra, de re­pente, en un oa­sis”.

El Primer Ministro cubano obsequió a Love Woods —propietario del hotel Theresa—, un busto del prócer cubano José Martí, con la siguiente inscripción: “Peca contra la humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas”.

¡ESTUPENDO!, ¡ESTUPENDO!

El viernes 23, en la sesión de trabajo de la Asam­blea General de la ONU intervino Nikita Jrus­chov. El Primer Ministro soviético fue portador de proposiciones a favor de liquidar el colonialismo, de respetar y cumplir estrictamente las cláusulas de la Carta de las Naciones Unidas, y de otras importantes propuestas, como la de trasladar la sede de la ONU de Estados Unidos.

“¡Estupendo!”, “¡Estupendo!”, se escuchó por los auriculares de la transmisión en español de traducciones simultáneas cuando el Premier soviético hizo la propuesta del traslado de sede. La voz que se escuchó fue reconocida como la de Fidel, quien en su entusiasmo no pudo contenerse y lanzó esa exclamación de aprobación, dirigiéndose al doctor Raúl Roa.

Esa noche, el Primer Ministro soviético ofreció una cena a la comitiva cubana. El encuentro se efectuó en el edificio de la delegación permanente de la Unión Soviética en la ONU.

(Tomado de Granma)

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