La visita del presidente Calvin Coolidge a Cuba, ocasión y propósitos

La visita del presidente Calvin Coolidge a Cuba, ocasión y propósitos

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calvin y machado 1En 1928, por única vez, un presidente en ejercicio de Estados Unidos visitó Cuba, lo cual implica quizás una curiosidad, pero también invita al análisis de aquella coyuntura tan especial que trajo a ese mandatario a la Isla, cuando se iniciaba la VI Conferencia Panamericana en la capital cubana.

El sistema panamericano sistematizó sus conferencias, luego de la primera celebrada en Washington entre el 2 de octubre de 1889 y el 19 de abril de 1890. A partir de la segunda conferencia desarrollada en México (22 de octubre de 1901-22 de enero 1902), estos encuentros se regularizaron cada cuatro años, con el tercero en Río de Janeiro (21 de julio-26 de agosto de 1906) y Buenos Aires (12 de julio-30 de agosto de 1910), pero hubo un tiempo en que estas reuniones no se realizaron producto de la Primera Guerra Mundial. En 1923 se retomaron con la V Conferencia en Santiago de Chile (25 de marzo a 3 de mayo), tras la cual vendría la siguiente en 1928, en La Habana. En todas estas conferencias se trató de estabilizar el sistema panamericano bajo el liderazgo estadounidense, con los mecanismos que debían hacerlo funcionar, comenzando por su oficina cuya sede radicaba en Washington.

La V Conferencia había creado algunas situaciones incómodas para Estados Unidos por la evidencia de contradicciones entre las “dos nacionalidades” de América, como en ocasiones las calificó Martí. Su papel preponderante estaba en discusión por parte de algunas delegaciones, lo que había llevado a la propuesta uruguaya de crear una Liga de las Naciones Americana, concebida como contrapeso a la Unión Panamericana, que contemplaba igualdad de derechos y la no conquista por un país de posesiones de otro, asunto que Estados Unidos logró posponer. Este era el precedente inmediato.

Por otra parte, el contexto de la VI Conferencia Panamericana era algo complejo a nivel continental. En Nicaragua, Augusto César Sandino libraba su batalla frente a la presencia militar norteamericana en su país,  por ello el “General de Hombres Libres” denunció en cablegrama a la Conferencia el papel de Estados Unidos que enviaba tropas a asesinar nicaragüenses y llamaba a los países hermanos a exigir el retiro de ese personal. Era el momento de agotamiento del big stick o gran garrote y la diplomacia del dólar, con su símbolo el marine, los desembarcos, ocupaciones, controles de aduanas, endeudamiento forzoso y extensión del dominio estadounidense, fundamentalmente en la zona centroamericana y caribeña. En esta situación continental se preparaba la cita de La Habana.

En el debate de la época, también hay que recordar que había aparecido la obra Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928) de José Carlos Mariátegui, donde se caracterizaban aspectos esenciales acerca de la realidad latinoamericana, no solo peruana, donde aparecía la política de dominación norteamericana. Mientras en Cuba, Julio Antonio Mella había elaborado en 1925 su trabajo “Cuba: un pueblo que jamás ha sido libre”, donde analizaba que “el dominio yanqui en la América” no era como las fórmulas antiguas que ejemplificaba en el imperio romano o después en el inglés, sino que ahora “es de absoluta dominación económica con garantías políticas cuando son necesarias.” Por ello afirmaba: “En toda América sucede igual. No se sostiene un gobierno sin la voluntad de los Estados Unidos (…). El Dólar vence hoy al Ciudadano; hay que hacer que el Ciudadano venza al Dólar. (…). Hay que hacer, en fin, la Revolución Social de la América.”[1]

Internamente en Cuba, en 1928 se consumaba la reforma constitucional que prorrogaba el período de gobierno de Gerardo Machado, quien se destacaba por la fuerte represión a los movimientos populares y a todo tipo de oposición. Machado había visitado Estados Unidos el año anterior, según había declarado, para invitar al presidente Coolidge a la inauguración de la Conferencia Panamericana; pero realmente había realizado un recorrido muy provechoso para sus propósitos continuistas, ya que se reunió con diferentes sectores del gran capital estadounidense en quienes encontró apoyo, a tal punto que Thomas A. Lamont, gerente de la Casa Morgan, expresó:

Se me dice que el único asunto que discuten ahora los electores de Cuba, consiste en asegurar la continuación de sus servicios, prorrogando su período de gobierno por medio de una reforma constitucional (…). Nosotros queremos expresarle que no nos importa la forma, pero veríamos con mucho gusto que continuara en el poder tan buen administrador.[2]

calvin coolidgeLa cita de La Habana habría de celebrarse entre el 16 de enero y el 20 de febrero de 1928, cuando se preparaban las elecciones para delegados a la Asamblea Constituyente que debía aprobar la reforma propuesta por el Congreso; las elecciones serían el 5 de marzo y el inicio de la Asamblea el 19 de abril, por tanto el calendario de actividades resultaba un aval para el propósito de Machado y su equipo.

La preparación de la VI Conferencia por la parte cubana fue muy cuidadosa. Siguiendo las indicaciones emanadas de Washington, el gobierno no invitó a ningún representante de entidades o naciones no americanas, por lo que negó al Secretario de la Liga de las Naciones la invitación que solicitó y lo mismo hizo con el encargado de negocios de España en La Habana, lo cual fue informado a la representación estadounidense en la Isla oportunamente. También se desató una fuerte represión contra el movimiento obrero, el estudiantil y el comunista, de manera que no hubiera protestas ni otra forma de disturbio en el marco de ese cónclave. De hecho, la Universidad de La Habana, donde se celebrarían algunas sesiones para lo cual se había construido su bella escalinata, tenía suspendidas las actividades docentes.

El problema principal que saldría a debate en la VI Conferencia sería, sin dudas, el de la intervención en los asuntos internos de los estados, lo cual sería bien espinoso. El día inicial, en el Teatro Nacional, el gran invitado era el presidente Calvin Coolidge, quien en su discurso inaugural elogió a Cuba y su gobierno y recordó el pasado colonial de la Isla para afirmar que en ese momento gozaba de un “gobierno propio” que había alcanzado estabilidad y solidez. Después pasó a tratar los asuntos de su mayor interés, cuando, entre otras cosas, expresó que la Divina Providencia había creado la vecindad de las repúblicas americanas; pero el centro de atención radicaba en expresiones como: “(…) la vida y los bienes de los ciudadanos, son parte del Estado, incluso cuando éstos se encuentran en el exterior (…).” O después, “(…) es necesario diferenciar una intervención simple, de una amistosa (…)”, la que entonces llamó “interposición”, con lo que trataba de defender su política intervencionista y la protección a los norteamericanos y sus intereses en cualquier parte del mundo.[3] Esta fue la breve visita del presidente Coolidge a Cuba, pues después partió y quedó Charles Evan Hughes al frente de la delegación, quien debió enfrentar las discusiones que se suscitaron.

El desarrollo de la Conferencia tuvo, como era de esperar, un debate complicado con el asunto de la intervención, en el cual hubo protestas por la ocupación de países por parte de Estados Unidos y hubo defensas del principio de no intervención de un Estado en los asuntos internos de otro, frente a lo cual la delegación peruana del gobierno de Leguía presentó un análisis que pretendía disolver el propósito original, luego otros respaldaron esta posición; pero el delegado por Cuba, Orestes Ferrara, haría el discurso de mayor defensa a la intervención. El orador hizo un recorrido por la historia de la humanidad para afirmar que, en muchos casos, la intervención era una esperanza, por lo que la palabra intervención, dijo Ferrara, “ha sido siempre en el mundo, cuanto de más noble y de más grande ha habido.” Además, el delegado afirmó que, en Cuba, esa palabra ha sido “palabra de gloria, ha sido palabra de honor, ha sido palabra de triunfo; ha sido palabra de libertad: ha sido la independencia.”[4] Este discurso levantó muchos comentarios y no pocos disgustos.

El representante estadounidense tuvo que defender la política norteamericana, para lo cual adujo que, en el caso de Nicaragua, “estaban allí simplemente con el objeto de ayudarles a celebrar unas elecciones libres” y afirmaba que la dificultad en las repúblicas de América era que “de vez en cuando surgen situaciones deplorables y que todos lamentamos” y cuando “el gobierno mismo no puede funcionar” no podían cruzarse de brazos,  y añadió: “los Estados Unidos no pueden renunciar al derecho de proteger sus ciudadanos.”[5]

El tema de la intervención fue el centro de las discusiones y, al existir discrepancias que no pudieron resolverse, se decidió posponer el asunto para la reunión siguiente. Sin duda, a pesar de las presiones norteamericanas y el alineamiento de algunas delegaciones, en lo que se destacó la de Cuba, no alcanzaron a imponer su posición y debieron buscar más tiempo.

Entre los acuerdos que se tomaron en esa Conferencia, el de mayor trascendencia fue la “Convención sobre la Unión Panamericana”, discutida el 20 de febrero, pero esta no entró en vigor porque no tuvo la ratificación de las veintiuna repúblicas americanas que se requería para ello. Argentina hizo una declaración cuando la firmó y no ratificó, y tampoco ratificaron: Colombia. El Salvador, Honduras y Paraguay. Además se aprobaron otras propuestas como la convención sobre derecho de asilo y otras.

En el mensaje anual de Coolidge al Congreso, el 4 de diciembre de 1928, se refirió a esta conferencia como un encuentro que “contribuyó a un mejor entendimiento  y cooperación entre las naciones” y  narró:

Cuando asistí a la Conferencia Panamericana en La Habana, el Presidente de Cuba me mostró una estatua de mármol, hecha del memorial original que fue destruido por una tormenta después de erigido sobre la costa cubana en memoria de los hombres que perecieron en la destrucción del acorazado Maine.  Como testimonio de amistad y aprecio del Gobierno cubano y el pueblo permanece generosamente ofrecido a Estados Unidos y le aseguré mi placer en aceptarlo. No hay locación en la Casa Blanca para emplazar tan grande y pesada estructura, y ahora urjo al Congreso para proveer por ley alguna locación donde pueda situarse.[6]

Así referenció Coolidge su corta estancia en La Habana. Sin embargo, Franklin Delano Roosevelt, quien sería presidente en 1933, se refirió entonces a los resultados de aquella reunión en términos para nada halagadores, pues dijo: “Nunca antes los Estados Unidos tuvieron menos amigos en el hemisferio occidental que hoy.”[7] Quizás empezaba a pensar en el cambio de política que instrumentó durante su administración con la “buena vecindad”.

[1] Instituto de Historia del Movimiento Comunista y la Revolución Socialista: Mella. Documentos y artículos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pp. 181-182.

[2] Citado por Lionel Soto: La Revolución del 33. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1977, T I. p. 410.

[3] Citado por Sergio Matos Ochoa: El panamericanismo a la luz del derecho internacional. Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1980, p. 128.

[4] En Selección de lecturas de Pensamiento Político Cubano II (Etapa republicana). (Introducción y compilación Miriam Fernández). Universidad de La Habana, Ciudad de La Habana, 1986, pp. 203-206.

[5] Citado por Lionel Soto. Ob. Cit., pp. 428-430.

[6] www.presidency.ucsb.eduhttp://www.presidency.ucsb.edu/ (consultado el 1ro de septiembre de 2011)

[7] Citado por Sergio Matos Ochoa. Ob. Cit., p. 129.

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