Un sábado, a las 12 de la noche, con Fidel

Un sábado, a las 12 de la noche, con Fidel

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Foto: Ismael Francisco
Foto: Ismael Francisco

Una etapa inolvidable en mi vida fueron las coberturas periodísticas en la inauguración de obras de la construcción por el Comandante en Jefe Fidel Castro. Era a mediados de la década de los años 80, una época intensa porque cambiaron conceptos y modos de hacer en el sector, buscando eficiencia.

Nacieron los  contingentes de constructores. De puño y letra del líder se conformó el reglamento que aun rige para esos colectivos. Paso a paso seguía su creación y desarrollo, por eso no era extraño verlo a menudo sobre todo, en el primero de los constituidos, el Blas Roca Calderío.

Con ellos celebró su cumpleaños 63. Apenas cinco minutos pasadas las 12 de la noche, picó un gran cake preparado para la ocasión, en que también cumplían otros seis integrantes del colectivo.

Ni siquiera la lluvia faltó al fraternal encuentro, ni impidió el intercambio locuaz de Fidel con los constructores, con hijos de estos, con los periodistas. Su alegría no lo alejó un ápice de ideas o proyectos en marcha que tenían el denominador común de compartir con los trabajadores, con los cuales manifestaba sentirse a gusto.

¡Cuántos de sus discursos albergan conceptos, llamados y predicciones sobre temas que todavía son de actualidad! Aquella noche también habló del ahorro de recursos, entre ellos el  agua.

Mis andanzas de reportera me permitieron además, conversar y entrevistar a personas sencillas, protagonistas de hazañas y méritos, que por una razón u otra compartieron etapas o momentos con el líder de la Revolución.

Teté Puebla fue una de las combatientes que junto a Fidel entró en la triunfante Caravana de la victoria que llegó a La Habana el 8 de enero de 1959.

En una entrevista realizada hace varios años a la luchadora, afirmó que había tenido el privilegio y la suerte de estar a su lado, primero en la Sierra Maestra y luego en todo el proceso revolucionario.

Fueron las frases iniciales de una conversación que transcurrió entre recuerdos recientes y pasados, marcados por su forma de ver y actuar, siguiendo los preceptos de sencillez, humildad y sentido humanista inculcados en su hogar de gente humilde, y remarcados ─afirma─ por las enseñanzas de Fidel y Celia Sánchez.

“A veces mis compañeros se preguntan cómo puedo atender tantas cosas y les digo que es difícil pero no imposible, siempre y cuando te planifiques bien y mantengas el espacio de la familia, algo que también aprendí de Fidel. Mis hijos fueron bien criados, claro, mis responsabilidades impidieron que les dedicara mucho más tiempo, y tuve en Celia Sánchez una muy eficaz retaguardia.

“Ella estaba al tanto de las asignaturas de los muchachos, hasta de las mías, y le informaba a Fidel, para quien una nota baja era sinónimo de falta de atención. Por suerte las calificaciones siempre fueron altas.

“Subí a la Sierra con 16 años, aunque me puse un año más cuando Fidel me preguntó la edad. Haberlo acompañado durante estos años es lo mejor que me puede haber pasado. Cuando me alcé no sabía ni cocinar, los horrores de la guerra me curtieron, al igual que las misiones encomendadas por el líder histórico de la Revolución. Gracias a él tengo una familia muy grande, con la cual mantenemos el contacto y compartimos alegrías y tristezas.

“Esto se explica porque desde principios del triunfo de 1959 me designó para atender en Oriente a las víctimas de guerra, tanto del Ejército Rebelde como de la tiranía. Para eso se creó un departamento, que yo digo es la génesis de la Oficina que hoy atiendo. Cuando pregunté a Fidel por qué los familiares del contrario, me contestó: porque esto es una Revolución. Esa es otra de sus enseñanzas”.

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