El extraño caso del éxito del teatro de sombras en La Habana

El extraño caso del éxito del teatro de sombras en La Habana

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Foto: Oriol de la Cruz
Foto: Oriol de la Cruz

 

Esta se suponía que fuese una crónica sobre la presencia en La Habana del  antiguo y sobrio arte de  contar historias a través  de las sombras. Confieso  que cuando escuché que la  compañía de teatro japonesa Kage Boushi daría un par  de funciones para el público  cubano temí que fuera uno  de los tantos valiosos actos culturales que pasa sin penas ni glorias por nuestro país. Para mi poca fortuna,  y para alegría de los organizadores, la representación  de  La grulla agradecida y El árbol del Mochi es uno de los grandes sucesos de la temporada de verano 2015. Dos actuaciones a teatro lleno, en una sala Covarrubias del Teatro Nacional que  resultó ser minúscula para  recibir a los cientos de niños y adultos que quedaron  fuera (entre ellos no pocos  periodistas, como el que escribe), y el rumor extendido  por toda la ciudad de “las  sombras chinas”, dejaron  en evidencia el poco sentido que tienen conceptos tales como alta cultura y cultura de élites.

Para entender las causas de lo que pudiera parecer en principio una rareza, sospecho que debemos  fijarnos en la conjunción de  una serie de factores que se  unieron para dar este fenómeno. Primero el efecto  verano, en el que los padres  andan buscando la mayor  cantidad de ofertas de re creación posibles para sus hijos, mientras más barato, mejor. Esto, sumado al peculiar encanto que siempre  provocan los elementos de  las culturas asiáticas (y la  japonesa más aún) y una  amplísima divulgación en  los medios de comunicación, llevó a una semejante  reacción del público. Para  decirlo en una fórmula matemática:  verano+teatro para niños+gratis+divulga ción+cultura japonesa = éxito garantizado.

Lo sucedido puede servir como una positiva enseñanza para las instituciones  culturales cubanas, que a  menudo ofrecen importantes  y divertidos espectáculos de  otras tierras, pero que apenas hacen uso de auténticos  mecanismos de promoción,  más allá de una aislada nota  de prensa perdida en un mar  de noticias.

El Ministerio de Cultura bien  que  podría  intentar coordinar más presentaciones de Kage Boushi,  que ha terminado superando las más entusiastas expectativas. Esperemos que  para entonces el Consejo  Nacional de Artes Escénicas ubique la puesta en una  sala con mayor capacidad  o programe más funciones,  porque si son tan prejuiciosos como yo, y piensan que  el teatro de sombras es una  curiosidad que solo llamaría la atención de un puñado de entendidos, las ganas frustradas de pasar un  buen rato de todos los que  quedamos fuera demuestran su equivocación.

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