El orgullo de pertenecer a Guardafronteras

El orgullo de pertenecer a Guardafronteras

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Por: Yasel Toledo Garnache

Foto: Yasel Toledo Garnache
Foto: Yasel Toledo Garnache

Llevaba dos noches casi sin dormir, por cuestiones de trabajo. La posibilidad de la entrevista no pareció agradarle demasiado, quizá porque prefiere la acción. Después de insistir, accedió. Nos sentamos en dos sillas, en un pequeño local, a unos metros del mar.

Desde hace casi 25 años, su vida está ligada a ese gran manto de agua, a veces peligroso, y a la protección de las costas de la provincia de Granma.

El mayor Nelson Arias Domínguez entró a las tropas de Guardafronteras en septiembre de 1990, como parte del Servicio Militar Activo. Por sus buenos resultados, ingresó a la Academia Naval Granma, de donde salió con el grado de Teniente, en 1994.

Fue inspector, primer inspector, oficial de guardia, jefe de Puesto en los municipios de Niquero y Pilón, oficial de Operaciones, segundo capitán del Puerto de Manzanillo -hoy es su capitán- licenciado en Derecho y jefe de Guardafronteras a nivel de provincia.

“Mi formación vocacional se la debo, en parte, a un programa que daban los domingos por la televisión, Far Visión,  siempre lo veía. Por ahí empezó todo. En mi familia nadie más es militar.

“Esta es una tarea de mucho sacrificio, de días fuera de la casa, a veces en condiciones difíciles, misiones en lugares alejados, con plagas casi insoportables,  frío, mojados, con el fango hasta el pecho en el enfrentamiento a ilegalidades. Las circunstancias exigen tacto y preparación.

“Uno debe tener a la familia unida y educada bajo principios puramente revolucionarios, para que sea la retaguardia”.

Su voz es clara. En ocasiones, parece emocionarse y sube un poco el tono que, luego, baja. A nuestro lado está un soldado que escucha con atención, el Mayor lo mira y hace un breve silencio, tal vez recordando sus inicios, durante aquel septiembre de 1990, como si viera al joven de 17 años que llegó lleno de sueños y tanto ha crecido en lo profesional.

“Desde el principio, me destacaba por la disciplina y la actitud positiva ante las misiones, por eso obtuve con rapidez la militancia de la Unión de Jóvenes Comunistas. Siempre me exijo el máximo. Ahora tengo más madurez para enfrentar cualquier situación”.

Él evoca como uno de los momentos peculiares el enfrentamiento al recalo más grande en Granma, ocurrido en el 2000, cuando se desempeñaba como jefe de Puesto en Pilón: “El trabajo conjunto y el compromiso con la sociedad permitieron que lo hiciéramos en el menor tiempo posible y con éxito.

“También prestamos atención a las salidas ilegales que, por lo general, son en medios muy rústicos. Algunos individuos ponen en peligro no solo sus vidas, sino también las de niños”, dice con tristeza.

“Nos debemos al pueblo, a esas personas que caminan por las calles, están en los centros de trabajo, duermen con tranquilidad durante las noches… A ellas, les decimos que confíen en nosotros. Lo más importante es su protección”.

El mayor Arias Domínguez se paró de la silla, estrechó mi mano como despedida y me dijo: “Aquí he pasado la mayor parte de mi vida y seguiré, ese es uno de mis orgullos”. Lo miré, luego a la Unidad de Guardafronteras y a otros soldados y oficiales. Les agradecí en silencio.

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