Compromiso con la vida

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La conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente, el pasado 5 de junio, estuvo precedida por el auge de fenómenos extremos que rompen el tradicional equilibrio de las fuerzas de la naturaleza. El más reciente de ellos, la ola de calor en India, ha registrado temperaturas de 50 ºC en algunas áreas y causado hasta el momento más de 2 mil 300 víctimas mortales.

Pero con menos bullicio mediático que el provocado por la canícula en el país asiático, no se detienen en el planeta la erosión de los suelos y la contaminación de los océanos; disminuyen los bosques y el agua potable; desaparecen ecosistemas terrestres y acuáticos, y a un creciente ritmo se extinguen especies de plantas y animales.

El deterioro medioambiental se agrava esencialmente por el cambio climático que genera el calentamiento global, fenómeno producido por la acumulación en la atmósfera de los gases de efecto invernadero (GEI) emitidos descontroladamente desde el comienzo de la era industrial, dos siglos atrás. Según afirman expertos, la temperatura de la Tierra se ha elevado en 0,8 ºC desde entonces, y subirá 1,7 ºC más para el año 2050, si no se adoptan con urgencia las medidas requeridas para evitarlo.

América Latina y el Caribe es una de las grandes víctimas del cambio climático, a pesar de ser un bajo emisor de los gases que lo ocasionan. La región es particularmente vulnerable a los efectos del nocivo fenómeno y ya padece sus consecuencias, según revelan estudios realizados por organismos de Naciones Unidas y otras entidades internacionales especializadas.

De acuerdo con esos reportes, en América Central y América del Sur la temperatura aumentó entre 0,7 y 1 ºC desde mediados de los años 70 del pasado siglo, indicadores que superan el alza global anteriormente citada, ocurrida durante dos centurias.

Los glaciares andinos de Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela se derriten por el aumento de las temperaturas. El progresivo deshielo causaría severas afectaciones, pues esa constituye la principal fuente de agua para el riego, el consumo humano y la generación de energía a partir de las hidroeléctricas para numerosas comunidades de esos países.

Se registran irregularidades en las precipitaciones anuales, como son el aumento en la región suroriental de la parte meridional del continente y una tendencia al decrecimiento en la central.

El Caribe está especialmente expuesto a fenómenos combinados, como la elevación del nivel del mar, la formación de huracanes y tormentas, las sequías y las inundaciones. La subregión ha perdido ya más del 80 % de su fauna marina, y para mediados de siglo todo el ecosistema de corales caribeños podría haber colapsado.

Los mayores daños a la salud humana se asocian al aumento de las enfermedades infecciosas —como el dengue, el cólera y la malaria—, al estrés por calor y a las consecuencias de los desastres naturales; mientras, alrededor de 100 millones de personas están expuestas a perniciosos niveles de contaminación ambiental. Se incrementan los flujos migratorios en México, Centroamérica, la Cordillera de los Andes, el nordeste de Brasil y las regiones de la Patagonia.

Pero el efecto más grave del trastorno climático se producirá en la agricultura y en las zonas costeras, donde están la mayoría de las ciudades latinoamericanas y caribeñas que, a su vez, albergan al 80 % de los casi 600 millones de habitantes de la región, todo lo cual repercutirá especialmente en la producción de alimentos, la actividad turística y la vida urbana. Productos básicos de exportación reducirían su rendimiento, como la soja, el arroz, el maíz, la caña de azúcar y el café.

Los daños económicos que ello ocasionaría podrían representar la pérdida de hasta 170 mil millones de dólares anuales hacia el 2050, lo que equivaldría aproximadamente al 3 % del producto interno bruto (PIB) estimado para la región en esa fecha.

En América Latina y el Caribe crece la conciencia sobre la necesidad de frenar el cambio climático y preservar el medio ambiente del planeta. El proyecto de programa estratégico—conocido como Agenda 2020— de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), cuya versión definitiva deberá ser aprobada en este 2015, incluye este tema como uno de sus cinco ejes principales.

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