No hay carteles, pero no se fuma

No hay carteles, pero no se fuma

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Por: Ariadna A. Pérez Valdés y Ana Margarita González

Yiorbis: “No acepto ser un fumador pasivo, porque ese humo también nos perjudica”. Fotos: Roberto Carlos Medina
Yiorbis: “No acepto ser un fumador pasivo, porque ese humo también nos perjudica”. Fotos: Roberto Carlos Medina

“La mayoría de los muchachos llegaron   fumando al taller. En los primeros   tiempos salían a la calle en   los horarios de las meriendas y encendían   su cigarro, pero ya no, poco   a poco y con mucho empeño hemos   logrado que dejen, o al menos reduzcan   ese vicio”.

Así lo asegura Nerta María Betancourt,   la maestra jubilada que   junto a su esposo creó Decoram, una   pequeña empresa familiar dedicada a   hacer elementos decorativos de construcción,   en el reparto capitalino Río Verde, en el municipio de Boyeros.

“Un día aprovechamos y decidimos   que no se podía fumar en ninguna   de nuestras aéreas; ni siquiera los   clientes. Quizás es que en nuestra familia   nadie fuma y rechazo el humo   del tabaco, o porque conservamos   el alma de maestros”, afirmó Víctor   Cortina, el jubilado emprendedor que   comenzó haciendo adornos para su   propio hogar y hoy tiene un emporio   de belleza, eficiencia y disciplina.

“No fue una decisión impuesta,   comenta. Somos como una gran familia;   la mayoría de nuestros trabajadores   son jóvenes y les explicamos   los daños que implican para su salud   el cigarro, los perjuicios económicos.

“Además no hay ningún cartel   que anuncie la prohibición de fumar,   los que lograron dejar el vicio   se sumaron a nuestro ‘discurso’ y ese   ejemplo imprime más fuerza al legado   que les estamos inculcando”.

Cuando hicieron el reglamento   del taller, que se discutió con el colectivo,   incluyeron la prohibición de   fumar. “Lógicamente se les informa   a los nuevos y aunque todos estuvieron   de acuerdo, nos quedan dos   o tres con ese nocivo hábito, pero   fuman pocos cigarrillos durante el   día”, comentó Nerta.

Víctor, que es un apasionado   de la pedagogía, contó: “Cuando   yo sorprendía a alguno fumando   mientras trabajaba, le decía: ‘¿ves   que tienes un brazo menos, que tu   productividad baja, porque estas labores   requieren de tener activas las   dos manos?’ Cuando hay resistencia   la vencemos con la constancia”.

Es difícil pero se puede  

“Desde que bajé la carga de cigarro, ya no me   siento cansado y puedo trabajar mejor”, afirmó   Luis Orlando.
“Desde que bajé la carga de cigarro, ya no me siento cansado y puedo trabajar mejor”, afirmó Luis Orlando.

Si se juntan las voluntades, las presiones,   los vicios ceden. Yiorbis Delis   Sarmiento nunca ha fumado y se   convirtió en un activista contra ese   peligroso hábito, porque “quienes   estamos cerca de ellos nos convertimos   en fumadores pasivos y dicen   que ese humo perjudica tanto o más   que el consumo directo”.

Adrián Almarales Vega, quien   adquirió el vicio desde los 13 años,   no ha podido desprenderse totalmente   de él: “Llevo tres años trabajando   aquí; me molestó aquella   decisión de que no podíamos fumar,   pero me quedé. Poco a poco lo he ido   dejando; enciendo uno por la mañana   y otro por la noche.

“Sé que tiene mucho de bueno   esa prohibición, ya no me canso tanto   en el trabajo. Antes por cualquier   cosa estaba sofocado y hasta tenía   que parar por la necesidad de prender   un cigarro. Rindo mucho más   y molesto menos a otras personas”,   aceptó Adrián.

Sin embargo, Luis Orlando Batista   Sánchez sigue fumando, dicen   que era como una chimenea y se   pasa la vida peleando por la medida   administrativa, pero “yo quisiera   dejarlo, es difícil y hay que tener   mucha voluntad; ya me ha ayudado   en algo reducir la cantidad, voy a   seguir esforzándome para dejarlo,   porque tengo en contra a mi jefa, a   mi mamá y a mi novia; ellas tienen   razón y es un dinero que se pierde”.

Cuidar la salud de los trabajadores  

La labor de prevención o de cuidado   de la salud de los trabajadores no   se limita al hábito de fumar, sino a   otros aspectos que mucho intervienen   en la labor que desempeñan los   jóvenes integrados a Decoram, quienes   hacen fuerzas, laboran con materiales   agresivos como el cemento,   el polvo de piedra y otros elementos   de construcción.

Nerta refirió que también exigen el uso de medios de protección como fajas, guantes, mangas largas, nasobucos,   espejuelos y hasta pañuelos   para cubrir el cabello en el caso de   las muchachas, en dependencia de   la labor que realice cada uno. “Algunos   de estos utensilios se los proporcionamos   nosotros, y otros los   consiguen ellos mismos; la calidad   conspira contra el tiempo de duración   y hay algunos medios como los   vagones que son difíciles de adquirir.   Hay que evitar que el trabajo por   cuenta propia desarrolle el egoísmo,   el individualismo, por eso los educamos”,   dijo.

Inés María lleva un mes laborando   en el taller y al igual que sus compañeros,   respeta las medidas higiénico-   sanitarias que se exigen por el   bien de todos. Ella es la pantrista y   sus funciones van desde preparar el   café de la mañana hasta las meriendas   que hacen varias veces al día.

“El pañuelo en la cabeza, el delantal,   los guantes y el nasobuco son   accesorios imprescindibles en un   área tan sensible como la cocina, y   más en un lugar donde los áridos son   la materia prima fundamental. Lavarse   las manos frecuentemente es   otro de los hábitos que ya tenemos   incorporado”, afirmó.

La de Decoram es de las primeras   secciones sindicales constituidas   por trabajadores por cuenta propia   en el sector de la construcción. En   sus asambleas de afiliados discuten   sobre la salud y seguridad del trabajo,   y la necesidad de mejorar los   medios para garantizarlas.

Y sin descuidar un detalle, Nerta   explica: “También fomentamos   en ellos el amor por la naturaleza;   los muchachos son responsables de   cuidar el entorno, que se mantenga   todo verde. Deben evitar la contaminación   lo más posible, cuidar las   plantas y por las tardes un trabajador   baldea y riega los jardines”.

La experiencia es válida para   cualquier otro centro, donde el hábito   de fumar perjudica no solo la   salud de los trabajadores sino la capacidad   y el desempeño en la faena.   Hay que pensar e implementar políticas   de bien público encaminadas   a reducir cada día el consumo de tabaco.

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