La caña, y los bolsillos, engordan en  Diego Felipe

La caña, y los bolsillos, engordan en Diego Felipe

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A las mujeres les confían la vigilancia de la calidad en la siembra. Foto; Del autor
A las mujeres les confían la vigilancia de la calidad en la siembra. Foto; Del autor

El uso de demasiada cantidad  de semillas por hectárea plantada y la delgadez de los tallos son dos de los más acuciantes problemas que enfrenta hoy la producción cañera en Cuba,  según reconocen especialistas, científicos y directivos de un sector clave en el desarrollo económico del país.

Este panorama va cambiando en la Unidad de Producción Cooperativa (Ubpc) Diego Felipe, enclavada en  apartado paraje rural del mismo nombre en el municipio tunero de Puerto Padre, donde el empleo consecuente de la ciencia rinde  halagüeños frutos y la convierte en punto de referencia del Grupo Nacional Azucarero (Azcuba), que ha convocado a sus estructuras a nutrirse de esas experiencias.

Las tecnologías marcan pautas

Desde hace alrededor de cuatro años, las tierras de la “Diego Felipe” se han convertido en un campo de experimentación constante: “Hemos implementado tres tecnologías, pero la siembra de caña en base amplia con plantones de tres bolillos es la que mejores dividendos ha aportado al interés de seguir aumentando los rendimientos por hectárea”, afirma el ingeniero agrónomo José Luis Cera Jomarrón, presidente de la UBPC.

El entusiasta investigador explica que la misma  consiste en llevar a la base amplia tres trozos de la gramínea, colocándolos en forma de triángulo separados a 1,20 centímetros, lo que les proporciona  a las plantas mayor área vital para su desarrollo, en comparación con el sistema tradicional.

“Así, enfatiza José Luis, los retoños aprovechan mejor los nutrientes del suelo, la luz y el aire, elementos que les permiten crecer lozanos y de manera casi homogénea, porque es menor la lucha por la supervivencia.”

Los resultados…

“Vamos a los campos para que lo aprecien en vivo y en directo”, invita Pedro Pupo Leyva, jefe de producción, y al rato pudimos comprobar in situ las bondades de este sistema.

Ante la vista se yerguen majestuosos cañaverales: “Aquí se han cosechado tallos de  cinco kilogramos de peso y con alturas de unos tres metros”, dice jactancioso Pedro y sugiere penetrar en las profundidades del plantío,  donde se aprecia  la reiteración de la  favorable imagen.

“En los campos sellados con esta tecnología los rendimientos han crecido un 33%.  Las áreas sembradas en primavera reportaron 108 toneladas por hectáreas y en  frío 88. Esos acumulados  han hecho posible   sobrepasar en más de dos mil toneladas las entregas de caña pactadas con el coloso Antonio Guiteras”, declara José Luis.

Otras ventajas…

“Pero tiene otras ventajas”, argumenta José Luis y explica en detalles que en las 130 hectáreas plantadas con este método se ahorraron cinco toneladas de semilla por hectárea, en las 130 que recibieron ese tratamiento,  lo que    equivale a unas 750 toneladas de caña que podrán hacerse azúcar.

También, de acuerdo con los estudios de la práctica implementada, en las atenciones culturales  disminuye en el 20% el gasto de combustible y en un 40 el de productos químicos sin afectar los  dividendos.

“Da gusto cosechar campos como estos”, comenta satisfecho Eugenio Sarrión Infante, chofer que pondera las bondades por el salario que devenga: “Recibo entre mil y mil 200 pesos quincenalmente, pero pudiera ser más si no faltaran carros de línea y el camino estuviera mejor.”

A los trabajadores les resultan menos agotadoras las faenas, “es como sembrar cultivos varios y mejoran los ingresos salariales, porque cada hectárea terminada vale entre 500 y 600 pesos”, dicen, y fundamentan que en la mañana siete hombres, auxiliados por un carretón tirado por bueyes, pueden asumir una hectárea; mientras, en el sistema tradicional se requieren 12 trabajadores y doble jornada para acometer similar meta.

Expectativas satisfechas

Esta tecnología marca un punto culminante de las búsquedas constantes por vencer los obstáculos que encuentra la producción cañera en secano y  en suelos fersialitizados cálcicos, erosionados, pedregosos, con pendientes pronunciadas y escasa capa arable, en una zona afectada por intensas sequías, cuyo  promedio histórico de precipitaciones   no sobrepasa  los 750 milímetros al año.

Los resultados justifican el optimismo y la voluntad de sumar a las 130 hectáreas plantadas con este sistema  otras 150 en el actual año, hasta hacerlo prevalecer en la totalidad de los campos de la Ubpc.

El año pasado el salario promedio oscilo entre los 600 y los 700 pesos, y fueron distribuidos 250 mil de las utilidades, cifras que esperan aumentar al cierre del actual, cuando vaticinan ganancias superiores al millón de pesos, lo que demuestra que en “Diego Felipe” engordan las  cañas  y los bolsillos de los 208 trabajadores vinculados directamente a la zafra.

Satisfechas las expectativas el sistema se extiende: “Este año tenemos previsto generalizarlo en  mil 200 hectáreas de nuestra UEB, porque ha demostrado sus beneficios”, confirma el ingeniero agrónomo Mauricio Saavedra Peña, directivo de esa organización productiva del ingenio Antonio Guiteras.

 

 

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