El inolvidable Maestro de la Inventiva

El inolvidable Maestro de la Inventiva

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Antonio León del Monte, Héroe del Trabajo de la República de Cuba. Foto: Eddy Martin
Antonio León del Monte, Héroe del Trabajo de la República de Cuba. Foto: Eddy Martin

El pasado viernes dejó de existir a consecuencia de una insuficiencia cardiaca descompensada, el que bien podría llamarse Maestro de la Inventiva, organizador del Primer Congreso de Innovadores y Racionalizadores (ANIR), electo entonces su presidente, ratificado en el segundo y tercer cónclaves de la asociación y designado su asesor en 1992, año en que le fue impuesto el título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba: Antonio León del Monte.

Con solo ocho años, este ingenioso guanabacoense fabricó microscopios, hidrómetros, anteojos y hasta una maquinita para proyectar películas, todos de madera y aluminio.

En una entrevista realizada en 2005, relató que siempre le gustaron las Matemáticas, la Física y la Química, aunque cursó estudios solo hasta octavo grado, porque eran seis hermanos y para subsistir había que ayudar a la madre que planchaba ropa para la calle.

“A los quince años empecé a trabajar en una fábrica de estuches de tabaco, donde armé una pequeña sierra para elaborar la madera allí mismo. Con la ganancia que obtuvo, el dueño amplió la producción y hasta yo mismo le busqué gentes.

“Meses después hubo problemas con el pago de los trabajadores y al exigírselo se molestó y me botó. El lío que se armó fue tremendo, hasta una huelga hicieron mis compañeros, porque ya teníamos sindicato ̶y era el delegado̶ y existía un buen nivel de organización.

“Aquello terminó con el pago de todo lo que nos debían y mi reposición en el puesto de trabajo, en el cual estuve hasta el cierre de la fábrica en 1944.”

Dos años después se vinculó a la Concordia Textil, conocida como fábrica de cintas donde comenzaron sus innovaciones. Por aquel tiempo su casa era sede de reuniones del Partido Socialista Popular en el que militó y del sindicato. Interesado por el estampado de tejidos y la técnica usada para ello, montó un tallercito en su casa para estampar pulóveres de un modo diferente, sin quitar la tela para ponerle cada color y llegó a estampar miles de esas prendas para almacenes y tiendas.

Relató que al triunfo de la Revolución las únicas fábricas de estampado del país eran las de Ariguanabo y Guanabacoa, donde él trabajaba. Al nacionalizarse la fábrica se incorporó a las milicias pero en 1960 lo reclamaron de urgencia de su centro. Le dijeron: “Usted es un hombre que resuelve problemas y lo necesitamos porque debemos evitar que esta y otras fábricas se paralicen.” Entonces comenzó a hacer todo tipo de piezas; lanzaderas, prensas hidráulicas, moldes especiales entre otras y la industria textil no se paralizó. En 1998 fue llamado nuevamente para resolver problemas de la fábrica y los solucionó con éxito.

En la entrevista, precisó tres momentos como los más trascendentales de su vida: El primero fue cuando días antes del II Congreso del Partido, al que era delegado, enfermó de neumonía, y para no faltar asistió a las sesiones en una ambulancia con una enfermera para inyectarlo. Fidel, en una de sus intervenciones, elogió su actitud. En ese congreso entró a formar parte del Comité Central. El otro momento fue cuando comprobó que se podían hacer las lanzaderas plásticas, una inventiva que presentó a especialistas de la industria textil cuando visitó la antigua República Democrática Alemana y asombró a sus anfitriones que no lo habían podido lograr. Y por último el día que le entregaron el título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, ocasión en que Fidel le dijo: “Te felicito por tu talento”

Llegue a los familiares de este diputado por tres legislaturas, dirigente sindical por más de medio siglo y sobre todo incansable buscador de soluciones mediante su inagotable creatividad, el sentimiento de admiración y profunda gratitud que Antonio León del Monte se ganó en su pueblo y los trabajadores, que no olvidarán nunca al Maestro de la Inventiva.

(Fuente: Pasión de Héroes, de Gabino Manguela Díaz)

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