Martes podría ser un “mal día” para Partido  Demócrata

Martes podría ser un “mal día” para Partido Demócrata

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Los estadounidenses se disponen a concurrir a las urnas el próximo martes, en elecciones que definirán un nuevo rostro para el Congreso, y así sellarán la suerte del presidente Barack Obama en el tiempo que le resta de su mandato.

Los gobiernos de 38 estados y territorios serán definidos así como las 435 bancas de la Cámara de Representantes (diputados), pero la disputa se centra en la renovación de 33 de las 100 bancas del Senado, donde el oficialista Partido Demócrata tiene una estrecha mayoría.

Todos los sondeos previos sugieren que el opositor Partido Republicano tiene condiciones de no solamente ampliar la mayoría que posee entre los diputados sino también de arrebatar a los Demócratas el control del Senado, para pasar a dominar el Congreso.

De acuerdo con el periódico The Washington Post, los Republicanos, que actualmente poseen 45 bancas en el Senado, deberán ganar unas siete plazas para llegar a las 52, una más de las 51 necesarias para obtener la mayoría.

En la Cámara de Representantes, apunta la misma fuente, los Republicanos podrán extender su bancada de los actuales 235 diputados a unos 242.

Este escenario, que dejaría al presidente sin control sobre ninguna de las dos cámaras del Congreso, abre un enorme interrogante sobre la capacidad de maniobra de Obama para navegar sin mayores sobresaltos los casi dos años que le restan de mandato.

Un mal día

Para Jay Carney, ex vocero de Obama y actual comentarista de televisión, «los demócratas van a tener un mal día» en la jornada del martes.

«No importa como uno lo analice, los republicanos van a conseguir asientos en el Senado y en la Cámara de Representantes, y podrían obtener el control del Senado», añadió Carney, en un arrebato de realismo.

Entre todos los problemas que encuentran los demócratas para impedir una debacle generalizada con la eventual pérdida del control del Senado, el mayor posiblemente es el desgaste de la popularidad de Obama, que se encuentra en sus niveles más bajos desde que llegó a la Casa Blanca (apoyo de apenas 41,5%).

Esto pone a los aspirantes demócratas ante la disyuntiva de tratar de consolidar su imagen pero sin comprometerse demasiado con la figura del presidente.

Por otra parte, un «mal día» electoral para los demócratas el próximo martes pondría en jaque la carta que este partido se reserva para substituir a Obama en 2016: la candidatura de la ex Secretaria de Estado y actual senadora Hillary Clinton.

Hasta ahora Clinton no ha confirmado su candidatura, pero todo en su agenda (lanzamiento de memorias, gira de conferencias, apariciones milimetradas en la prensa) dejan claro que se trata de la principal apuesta demócrata para la Casa Blanca.

Años difíciles por delante

Luis Miranda, un ex asesor del presidente Obama y actual estratega del partido Demócrata, dijo a la AFP que el jefe de la Casa Blanca «tendrá dos años difíciles por delante», ya que los Republicanos «limitarán cualquier presupuesto federal para recortar la capacidad del Ejecutivo de llevar adelante sus planes».

Para tornar el escenario aún más complejo, Obama claramente ha perdido una parte considerable del apoyo entre el electorado latino, que fue instrumental en su reelección a la Casa Blanca en 2012, cuando prometió una amplia reforma del sistema migratorio.

Una ambiciosa reforma fue aprobada en el Senado en 2013, pero el proyecto quedó empantanado y sin esperanzas en la cámara de Representantes controlada por los republicanos.

Los llamados de Obama a que los diputados discutan la cuestión no tuvieron ningún efecto, ante la desesperación de organizaciones de soporte a los inmigrantes por la continuidad de miles de deportaciones cada día.

Esa frustración llevó a entidades que en 2012 apoyaron la reelección de Obama a llamarlo «Deportador en Jefe». De acuerdo con el instituto de investigaciones PEW, aunque los latinos mayoritariamente respaldan al partido Demócrata, ese apoyo está actualmente en su más bajo nivel desde 2010.

Al promediar el año y ante la falta de iniciativa del Congreso, Obama prometió utilizar sus «poderes ejecutivos» (decretos) para hacer avanzar aspectos de la reforma migratoria, pero decidió esperar al fin de las elecciones, en una admisión clara del efecto que esas medidas podrían tener en las aspiraciones de los candidatos demócratas.

(Tomado de AFP)

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