Tres obras emblemáticas de Mario Carreño

Tres obras emblemáticas de Mario Carreño

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 Estrellas (5 puntos, 1 votos)
Cargando...
1.Mario Carreño: Pareja, 1936
Mario Carreño: Pareja, 1936

Hay tres significativos cuadros del genial pintor cubano-chileno Mario Carreño (La Habana, 1913-Santiago de Chile, 1999), realizados en la segunda mitad de la década de los años 30 del pasado siglo, que vislumbran como fehacientes huellas de una etapa signada por grandes acontecimientos ocurridos en la vida del maestro y que, sin dudas, marcaron su personalidad artística.

Antes de hacer algunas reflexiones en torno a estos geniales trabajos titulados Pareja, 1936 (óleo sobre lienzo, 143 x 100.5 cm), Estudio o Desnudo, 1937 (óleo sobre lienzo, 158 x 119 cm), y Cabeza de mujer, ca. 1937 (duco sobre madera, 61 x 48.5 cm), considero conveniente referirme a los antecedentes más próximos a su realización, cuando el artista era aún muy joven —entre los 24 y 25 años de edad— y sus creaciones comenzaban a ganar la atención de críticos, coleccionistas y aficionados al arte.

Con apenas 19 años de edad, Carreño decidió emigrar a España. En su primera estancia en la Madre Patria adquirió madurez como pintor, demostrando sorprendente sensibilidad artística y humana. Allí estudió en la célebre Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, creada en 1752 —hoy la segunda pinacoteca de España— a la vez que logró insertarse en los círculos del arte de vanguardia y estableció férrea amistad con varias connotadas figuras del arte y la cultura, tales como Federico García Lorca, Rafael Alberti, Miguel Prieto, Acario Cotapos, Manuel Altolaguirre, Ramón Gómez de la Serna y también con el chileno Pablo Neruda con quien desde 1934 afianzó una fraternidad que solo fue truncada con el fallecimiento del gran poeta en 1973.

Las desfavorables circunstancias económicas y sociales que rodeaban a Carreño tras iniciarse La Guerra Civil Española, creó en él un estado de ánimo similar al que experimentó en la Isla cuando decidió partir: guerras, asesinatos y terror impuesto en las calles por el gobierno de Gerardo Machado y Morales (Camajuaní, 1871-Miami Beach, 1939). Entonces retornó a Cuba hacia finales de 1936 y en los primeros meses del siguiente año viajó a México, país por el que sentía devoción tras tener referencias en Europa de los famosos muralistas existentes allí y que de alguna manera habían revolucionado este género dentro de la pintura latinoamericana.

Carreño: Estudio o Desnudo, 1937
Carreño: Estudio o Desnudo, 1937

Sintió fuerte impacto al conocer de cerca aquel movimiento de profundo contenido social que no solamente estremeció su espíritu, sino que también hizo más amplio y profundo su entendimiento y relación con el arte, gracias a su compenetración con los trabajos de Diego Rivera, Rufino Tamayo, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Frida Kahlo, a quienes conoció personalmente.

Sin embargo, en su formación artística no hay dudas de que recibió mayores provechos a través de su entrenamiento con el reputado pintor dominicano Jaime Colson (Puerto Plata, República Dominicana, 1901-Santo Domingo, 1975), al que conoció en el mismo año 1936 y fue quien lo puso al tanto de las corrientes artísticas más influyentes en esa época. Asimismo, el estilo del maestro incidiría definitivamente en el rumbo que tomaría la pintura del artífice cubano en cuya producción comienza a notarse un mayor interés por el clasicismo.

De todas formas, tanto mediante una, como de otra influencia, Carreño se enfrenta a otro modo de ver y hacer arte, lo que le incita a replantearse el sentido de su pintura, sobre todo aquella que tiene que ver con las raíces de la cultura latinoamericana, y en particular con la de su ínsula y el Caribe, cuyo influjo le acompañó durante el resto de su extraordinaria carrera artística.

Según los críticos y estudiosos de su quehacer iconográfico, una de sus obras más relevantes de esta etapa es Estudio o Desnudo, 1937, la cual precisamente es objeto de este artículo, y en la que puede distinguirse, como en las demás antes mencionadas, la grandiosidad de la pintura mexicana y la fascinación por las formas clásicas aprehendidas de Colson. “Con este monumental Desnudo, Carreño se incorpora, haciendo ostentación de una maestría técnica que siempre lo acompañará, a la corriente principal de la pintura cubana, en la que ya coexisten los pioneros y los jóvenes seguidores”, expresó el especialista en arte de la vanguardia cubana, Ramón Vázquez Díaz.

Vale recordar que tras su regreso de México, y también en 1937, Carreño obtuvo el Premio de Honor del Salón Oficial de La Habana, año en que pinta Mujer sentada con frutas y probablemente Cabeza de mujer, dos óleos en los que también se observa un mayor trabajo en los músculos, así como una espléndida exactitud y belleza en el tratamiento integral de las figuras humanas, las cuales describe mediante un admirable dibujo anatómico.

Jaime Colson: Figuras metafísicas, 1930
Jaime Colson: Figuras metafísicas, 1930

En esa manera de representar la fisionomía y las musculaturas de sus personajes, hay mucha influencia de la obra de Jaime Colson. En la concepción clásica, voluminosa e inmutable de sus desnudos y figuras puede establecerse cierta relación con algunas de las obras más importantes de Colson en ese tiempo, tales como las tituladas Maternidad y Dos Mujeres Vestidas, ambas de 1937, en las que se advierte un cuidadoso estudio del desnudo, sobre el que recae la fuerza mayor de la expresividad de estos cuadros, intención que evidentemente fue trasmitida por el maestro dominicano al joven pintor.

En Carreño, entonces, se produce una simbiosis de diferentes influencias: por una parte el muralismo mexicano con sus exuberantes figuras de campesinos, obreros y gentes de ciudad, en temas de corte social que lo impresionaron notablemente y que le motivaron a iniciarse en el neoclasicismo latinoamericano; el interés por las formas clásicas grecolatinas heredadas de Jaime Colson, quien se convierte en un elemento catalizador en la reformulación estilística del pintor; y el conocimiento adquirido en Europa en cuanto al oficio de pintar, enseñanzas en las que igualmente le motivaron las pinturas italianas del Renacimiento.

Es así como a través de estas tres piezas realizadas entre 1936 y 1937 (Pareja, Estudio o Desnudo, y Cabeza de mujer) “el pintor se topa con los juguetones temas del trópico: la fruta pulposa, el cuerpo de piel que absorbe y descompone la luz como un curiosísimo prisma, las formas repetidas, repletas, regordetas, retorcidas, sembradas de risueños hoyuelos. Encuentro inesperado y muy bien salvado por Carreño, este hallar bajo ondulante sensualidad de lo mestizo el fino perfil de la Venus de Milo», al decir del connotado crítico Guy Pérez-Cisneros.

Tanto en Estudio o Desnudo, como en Pareja, así como en otras piezas correspondientes a este período, como El Manto de Demeter (1938) y Músicos en interior (1938), puede apreciarse ese recurrente interés del pintor por disímiles asuntos relacionados con el hombre y el mundo que le rodea: el amor, la maternidad, la soledad… serán algunos de los temas que recrearía en sus cuadros, en los que sus personajes suelen aparecer despojados de vestimentas o semidesnudos, con lo cual trata de revelar el aspecto intimista, puro y más transparente de sus semejantes, en cuya solidez corporal igualmente radica buena parte del mensaje humanístico de sus discursos, tal y como puede verse en las dos obras antes referidas.

Colson: Maternidad, 1937.
Colson: Maternidad, 1937.

El reconocido crítico Rafael Marquina, expresó varios años después, en la Revista Cubana, Vol. XXXI-2, correspondiente a los meses de abril-junio de 1957, que es por “preocupación de lo humano por lo que pinta Mario Carreño. En presencia o no; en figura o en escamoteo aparente, el hombre es el único objetivo. Sin objeto visible, pero en objetivo cogitante. El hombre en su mundo buscando un mundo para el hombre. Sin esta cardinal preocupación, sin esta presencia no ostentosa pero ostensible la actual pintura – maestra y sólida – de Mario Carreño sería una aventura sin designio, sin proeza, sin sentido. Pero por esa presencia del hombre en estallido y en sosiego de sus ansias, esta pintura de Mario Carreño es una maravillosa, una portentosa, una superabundosa hazaña heroica. Y triunfal.”

Es probable que algunas de estas pinturas objeto de estas líneas hayan formado parte de la histórica exposición que en abril de 1939 Carreño hizo en la Galería Bernheim-Jeune, de París, muestra visitada por importantes figuras del arte, entre ellas Pablo Picasso, y en la que igualmente se exhibieron obras de Jaime Colson y del costarricense Max Jiménez.

En la Ciudad Luz el ya renombrado pintor cubano se acercó más hacia el cubismo y el surrealismo, así como a la abstracción y en general a todos los movimientos vanguardistas de entonces. Ingresó en la Academia Julien, y en la Ecole des Arts appliqués, centro en el que aprendió la técnica del fresco. En Francia estableció una fuerte amistad con Oscar Domínguez, un pintor surrealista y Onorio Condoy, un escultor que le presentó a Pablo Picasso, con el que no estableció significativos nexos de amistad.

Carreño, Cabeza, 1937. Duco sobre madera.
Carreño, Cabeza, 1937. Duco sobre madera.

En1941 Carreño regresó a Cuba, tras varios años en Europa y Estados Unidos. Continuó aislándose de lo clásico para incursionar más en los paisajes marinos o campesinos, en tanto extiende su mirada hacia las “reminiscencias” de la pintura popular. Así pasa del neoclasicismo grecolatino a una visión más expresionista de lo barroco. De tal modo se introduce en su período más personal e intimista caracterizado por el empleo, desde la sapiencia individual, de todo aquello que le había enriquecido su experiencia como artista y que había comenzado precisamente con su primer viaje a México y sus iniciales contactos con Jaime Colson.

En la historia del arte latinoamericano quedaron inscriptas sus piezas Estudio o Desnudo, Pareja y Cabeza de Mujer, con sus soberbios rasgos grecolatinos y sus jugosas musculaturas. Había quedado atrás un periodo coronado con la más emblemáticas de todas sus obras, El Nacimiento de las Naciones Americanas (1940), de aliento muralista, el cual el propio arista calificó como su pintura de “tesis”.

Compartir...

2 comentarios en Tres obras emblemáticas de Mario Carreño

  1. A fanciful document, accompanied with great paintwork, Mario Carreño is my favorite painter !!!

    I love his paintings!!!!

    Congratulations…!!!!!!

Escribir comentario

© 2018 Trabajadores. Órgano de la Central de Trabajadores de Cuba
Director: Alberto Núñez Betancourt
Subdirectores Editoriales: Alina Martínez Triay y Joel García León
Territorial y General Suárez. Plaza de la Revolución. La Habana, Cuba. CP: 10698
Fax: 053 (7) 555927 E-mail: digital@trabajadores.cu