Cundo Bermúdez: Legado de un pintor excepcional

Cundo Bermúdez: Legado de un pintor excepcional

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 Estrellas (Sin valoración)
Cargando...
f100108c
Cundo aseguraba que nunca le interesó pintar el movimiento. En sus composiciones, las figuras deben estar quietas, por la misma razón de que las personas que las contemplan deben de estar en total estado de quietud. En la foto, la pieza titulada Pescadora, ca. 1944. Tempera sobre cartulina. 92 x 74 cm.

“Adoro a Cuba, y a veces me siento
como si no hubiera salido,
como si estuviera en Cuba.
Nunca veo lugares extraños,
siempre me veo en una calle de Cuba”.
Cundo Bermúdez, 2004

En el año del centenario de “uno de los grandes pintores cubanos que nos ha legado el siglo XX” —como expresó el curador Roberto Cobas Amate— en la Sala Transitoria del 3er. piso del Edificio Arte Cubano, del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), se exhiben 25 obras realizadas entre los años 1940 y 1964 por Cundo Bermúdez (Secundino Bermúdez y Delgado, La Habana, 3 de septiembre de 1914–Miami, 30 de octubre del 2008), un artífice extraordinario, quien revolucionó las artes plásticas de la isla en los años 40 junto a otros grandes como Mario Carreño, Wifredo Lam, Víctor Manuel, Amelia Peláez, Mariano Rodríguez, Carlos Enríquez, Fidelio Ponce y René Portocarrero.

Cundo, de quien muy poco se conocía aquí y cuya muerte hace seis años puso fin al último de los maestros de la segunda vanguardia artística, “merece que tanto la crítica como el público cubanos reconozcan la validez y la fuerza de su arte”, afirmó Cobas. Y con la trascendental muestra titulada Cundo Bermúdez: pasión y lucidez, la cultura insular hace justicia, además, al producirse el “rescate histórico” de este creador que comenzó a pintar a los cinco años de edad y que en 1937 realizó su primera exposición junto a la escultora Carmen Herrera y el pintor Pedro Pablo Mantilla.

En 1938, el joven pintor viajó a México para estudiar dibujo, experiencia que marcó para siempre su personalidad artística. Los grandes muralistas Rivera, Orozco y Siqueiros ejercieron considerable influencia en él. Ese mismo año se organizó en el Castillo de la Fuerza la Exposición Nacional de Pintura y Escultura, donde sus obras resultaron un éxito entre la crítica, los creadores y el público, lo que le abrió, aún más, las puertas del mundo de la pintura. Poco después fue incluido en la muestra Trescientos años de arte en Cuba (Universidad de La Habana, 1940).

Durante los años siguientes Cundo efectuó varios viajes a Estados Unidos y diversos países de Latinoamérica. En marzo de 1943 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) se realizó una exposición de pintores cubanos, organizada y curada por José Gómez Sicre e integrada por 80 óleos, dibujos y acuarelas de Mario Carreño, Fidelio Ponce, Amelia Peláez, Carlos Enríquez y Cundo —con 11 piezas—. Fue el inicio de su carrera internacional. Dos de esos cuadros, El balcón y La barbería, forman parte de la colección permanente del prestigioso museo.

El triunfo del quehacer iconográfico de Cundo igualmente se extendió a Europa. En 1951 exhibió su obra en el Museo de Arte Moderno de París y al siguiente año en Múnich, Alemania, período en el que se produce, además, uno de los más grandes acontecimientos en la historia del arte cubano: la presencia de destacados creadores de la isla en la XXVI Bienal de Venecia. Su cadena de laureles individuales tiene otro significativo momento, cuando en 1956 obtuvo el Premio de la Exposición Internacional del Caribe en el Museo de Bellas Artes de Houston, Texas.

Poco antes de su fallecimiento, Cundo había afirmado: “Pintar es una celebración de la vida…” Instantánea del cuadro Mujer sentada, 1941. Óleo sobre madera. 76 x 53 cm.
Poco antes de su fallecimiento, Cundo había afirmado: “Pintar es una celebración de la vida…” Instantánea del cuadro Mujer sentada, 1941. Óleo sobre madera. 76 x 53 cm.

Muchos estudiosos aseguran que en su cimentación hay rasgos de esa suerte de cruzamiento o entretejido de las generaciones del 27 y del 40, entre las que el inolvidable pintor sienta cátedra con su magistral dominio de la luz y del color. Su creación plástica evidencia interés por la figuración minuciosa y una organización formal exigente, aspectos que prevalecen en cualquier período de su carrera. Sin embargo, en los años 50 su discurso se inclinó más por la abstracción, resonancia de un fenómeno artístico que se producía en Estados Unidos e influyó en Latinoamérica y Europa.

Pero esa afinidad por lo abstracto fue pasajera. Sus cuadros están repletos de figuras. Sus personajes, aunque aparentemente “detenidos” sobre el lienzo o la cartulina, no sugieren calma, sino rápidamente entablan empatía con los espectadores. Él señaló en reiteradas ocasiones que tal y como nunca se motivó a cultivar profundamente el arte abstracto, tampoco le interesó pintar el movimiento. En sus composiciones las figuras deben estar quietas, por la misma razón de que las personas que lo contemplan deben de mantenerse en total estado de quietud. Por ese motivo muchos críticos hablan de la influencia egipcia en su pintura.

En la inmediata comunicación con sus trabajos, mucho tiene que ver su interés por revelar al hombre en toda su magnitud espiritual. A mediados del siglo pasado su lenguaje pictográfico se había interesado más por el tema de la música popular, asunto recurrente en su obra posterior.

Admirador de Magritte*, de quien estudió conceptos sobre el surrealismo y la naturaleza esotérica del arte, en numerosas pinturas de Cundo hay una directa alusión al entorno existencial del hombre, a su cosmos terrenal y al misterio que se esconde en todo lo que lo engendra y de él proviene, para así establecer contrastes y convenios conceptuales entre el ser universal y su entorno.

En el carácter lúdico-erótico de buena parte de sus realizaciones artísticas, está la médula del pensamiento atrevido, fecundo y paradójicamente opuesto a la personalidad “visualizada” de Cundo. Ciertamente, hay mucho que estudiar, profundizar y conocer entre el legado que dejó para las futuras generaciones, parte del cual ahora puede disfrutarse en el MNBA. Más que un simple hombre modesto y silencioso, él era un maestro integral, profundamente crítico del mundo que le circundaba, ilimitadamente imaginativo.

Desde 1967 se radicó en Washington y posteriormente en San Juan, Puerto Rico, donde vivió cerca de 30 años, hasta que en 1996 se trasladó a vivir en Miami. Algunas de sus obras más importantes quedaron en las arcas del MNBA, en La Habana, ciudad en la que igualmente se conserva un espléndido mural realizado para la cúpula del bar del hotel Riviera.

Hasta el final de sus días, Cundo Bermúdez tuvo una brillante carrera artística. “Pintar es el bastón de mi vida”, había dicho en reiteradas ocasiones. Su fantasiosa subjetividad e impulso creativo, amén del uso de colores fulgurantes y pinceladas vigorosas, también contribuyeron a hacer que en su obra lo importante no radicara en los detalles, sino en el concepto general de su discurso.

*René François Ghislain Magritte (Lessines, Bélgica, 1898-Bruselas, 1967): pintor surrealista conocido por sus ingeniosas y provocativas imágenes, pretendía cambiar la percepción precondicionada de la realidad.

Compartir...

Escribir comentario

© 2018 Trabajadores. Órgano de la Central de Trabajadores de Cuba
Director: Alberto Núñez Betancourt
Subdirectores Editoriales: Alina Martínez Triay y Joel García León
Territorial y General Suárez. Plaza de la Revolución. La Habana, Cuba. CP: 10698
Fax: 053 (7) 555927 E-mail: digital@trabajadores.cu