Recrear el terror

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Foto: Del autor
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La temporada de Bent, puesta de Stephen Bayly y Luis Ernesto Doñas ha concluido en la capitalina sala Tito Junco con una calurosa acogida del público.

Bent, en inglés, significa «torcido», y suele aplicar a los homosexuales. La obra está basada en la película británica homónima de 1997, que a su vez se basaba en la pieza de teatro con el mismo nombre, estrenada en 1979.

En el principio de todo, la fuente de inspiración fue el testimonio de un sobreviviente de los campos de concentración nazi.

Bent narra la sangrienta persecución de los homosexuales durante el Tercer Reich, una represión, obviamente, menos conocida que la ejercida sobre los judíos, pero no por ello menos despiadada. De hecho, a lo largo de la obra se insiste una y otra vez en que para los nazis solo había algo peor que ser judío: ser homosexual.

Todo el ambiente de terror que se vivió en la Alemania de los años 30, las redadas y maltratos, las torturas y asesinatos, las infrahumanas condiciones de reclusión… están recreados en esta puesta con un realismo descarnado, que se sustenta en un diseño de arte contundente.

Esa fue una de las fortalezas de la propuesta de Bayly y Doñas: su visualidad, la manera en que aprovecha el espacio escénico.

Pero Bent se resintió, quizás, por su declarada fidelidad al referente cinematográfico. Hasta cierto punto se descuidaron leyes elementales del teatro y la propuesta terminó siendo demasiado larga, más prolija de la cuenta, lineal en demasía.

Lo que puede funcionar en cine, gracias a la fotografía, el entramado escenográfico, el movimiento de la cámara… puede resultar cacofónico en el teatro, por mucho que ayude la dirección de arte o el desempeño de los actores.

El elenco de Bent reservó interpretaciones de gran vuelo, que asumieron el drama con organicidad escalofriante. Aunque algunos actores se mostraron un tanto externos.

Con sus virtudes y puntos débiles, Bent logró conmover al público. Nos puso delante, una vez más, un retrato vívido de una realidad dantesca, un infierno que pudo ser incluso más horroroso y brutal.

Sin explicitar mensajes propagandísticos o moralejas educativas, nos alerta sobre los extremos a los que puede llegar la intolerancia, el desprecio al diferente, el prejuicio asumido como tiranía.

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