Se terminó el verano, ¿y?…

Se terminó el verano, ¿y?…

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Cuba es un eterno verano, pero el verano no es eterno en Cuba.

No me refiero al comportamiento de las variables climatológicas, sino al período del año que se le ha dado ese nombre y está caracterizado por la ejecución de un amplio y abarcador programa recreativo con múltiples opciones en cualquier sitio del país.

En los meses de julio y agosto, en feliz coincidencia con las vacaciones escolares de millones de niños, adolescentes y jóvenes, a las que se suman infinidad de trabajadores, talmente parece que el tiempo activo en funciones formativas y laborales se detiene totalmente para dar paso al divertimento pleno.

No pretendo —porque no tengo los elementos requeridos— considerar si la etapa veraniega que finalizó fue superior a las anteriores en cuanto a ofertas y posibilidades para la población, en sus diversos segmentos de edades; si el grado de satisfacción resultó el adecuado, o si se cumplieron estrictamente los programas. Eso sería tema para otro material que requeriría de una investigación minuciosa y múltiples consultas.

Pero sí quiero referirme a la quietud en términos de recreación que llega con el primer día del mes de septiembre y que pone a muchos, otra vez, a explorar dónde ir para “desconectar” y pasar un rato agradable, con ofertas financieramente posibles y al menos, un mínimo de calidad.

Da la impresión que al terminarse agosto “se fue todo”, o sea, quedaron calladas las orquestas, silenciadas las plazas, vacíos los centros culturales…, como si esa quietud indicara que las personas, entonces, solo deben y pueden concentrarse en el estudio y el trabajo.

El programa del verano se concibe minuciosamente en cada territorio del país y es chequeado con regularidad, desde su conformación hasta la ejecución de cada una de las actividades concebidas en él. Las principales autoridades de cada municipio y provincia y también del país muestran preocupación porque “no falle” nada previsto para esa etapa y esté garantizado que la gente tenga posibilidades de “refrescar” en algún lugar e instalación, de las muchas existentes —y no siempre bien explotadas— a lo largo y ancho del archipiélago.

Pero ese ímpetu, para decirlo de alguna manera, queda solo ahí, en julio y agosto, y el resto del año las pocas opciones hacen palidecer el necesario interés recreativo.

Quedan entonces, como posibilidades casi únicas, las discotecas y otros centros con precios elevados, tanto para acceder como para consumir las bebidas y los comestibles en oferta, siempre con el sello omnipresente del CUC y su multiplicación inevitable.

No son pocas las localidades donde los jóvenes, sobre todo, establecen puntos alternativos de encuentro en parques, plazas, malecones y otros sitios para conversar y generalmente pasar el tiempo, sin otro acompañamiento que la consabida botella de ron, comprada también a un alto precio después de haber hecho una “ponina” colectiva. ¿Por qué lo hacen? Pues porque no tienen otra opción recreativa asequible y que satisfaga sus gustos e intereses.

Y no puede dejar de considerarse en esa realidad también a los que laboran toda la semana y no encuentran un lugar adecuado los sábados y domingos para recrearse. Muchos de los existentes y que funcionan con propuestas atractivas cobran igualmente la entrada a precios no tan módicos (algo que se ha puesto muy de moda), lo que encarece demasiado el costo de unas horas de esparcimiento.

Lo ideal —pienso— es que ese programa de actividades concebido solo para julio y agosto se extendiera durante todo el año, quizás no tan abarcador y suntuoso, pero sí con el mismo rigor del control en cuanto a la materialización de lo propuesto, la calidad de las ofertas y la asequibilidad desde el punto de vista financiero, ajustado principalmente a los fines de semana.

Para el verano recreativo que acaba de terminar se establecieron no pocas alternativas, como por ejemplo, el acondicionamiento de áreas para el baño en ríos y canales, sobre todo en zonas alejadas de las playas y los núcleos urbanos principales, y en ellas mantuvieron, por lo general, ofertas gastronómicas estables y atención adecuada. ¿Por qué entonces, abandonarlas ahora y retomarlas sólo cuando esté al arribar el mes de julio del próximo año?

Si Cuba es un eterno verano, la amplitud del esparcimiento tan necesario no debe estar ceñida a solo 60 días. El anti estrés jamás alcanza carácter acumulativo.

Y existe además, otra razón no menos importante: Las ofertas recreativas bien concebidas contribuyen a disminuir las indisciplinas sociales y conductas inadecuadas.

Acerca del autor

Graduado de Profesor de Educación General en el Instituto Superior Pedagógico Félix Varela, de Villa Clara, Cuba (1979). Ha laborado en la Revista Juventud Técnica, semanario En Guardia, órgano del Ejército Central, periódicos Escambray, CINCO de Septiembre y Granma. Desde el año 2007 es corresponsal de Trabajadores en la provincia de Cienfuegos. Está especializado en temas económicos y agropecuarios. En 1999 acompañó en funciones periodísticas a la segunda Brigada Médica Cubana que llegó a Honduras después del paso del huracán Mitch. Publicó el libro Verdades sin puerto (Editorial cubana MECENAS). Ha estado en otras tres ocasiones en esa nación centroamericana, en funciones periodísticas, impartiendo conferencias a estudiantes universitarios, asesorando medios de comunicación e impartiendo cursos-talleres sobre actualización periodística a periodistas y comunicadores. Multipremiado en premios y concursos internacionales, nacionales y provinciales de Periodismo. Fue merecedor del Premio Provincial Periodístico Manuel Hurtado del Valle (Cienfuegos) por la Obra de la Vida – 2012. Le fue conferido el Sello de Laureado, otorgado por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura (SNTC). Mantiene evaluación profesional de Excepcional.

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