Fidel, ese ser tan especial…

Fidel, ese ser tan especial…

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Foto: Agustín Borrego Torres
Foto: Agustín Borrego Torres

Katiuska Blanco no sorprendió al auditorio. La biógrafa de Fidel, como muchos la llaman, no pretendía mostrar sus magníficas dotes como escritora e investigadora. Eso ya se sabe; ha quedado registrado en sus inolvidables textos dedicados a ese gran hombre, de quien prácticamente conoce toda su vida.

Llegó sonriente a Trabajadores una de estas tardes de agosto cálido, —invitada por este medio— y aquí, rodeada incluso de colegas que la conocieron en sus inicios como estudiante de Periodismo, empezó a contar historias salidas del alma, las de una mujer tremendamente afortunada gracias al destino, a su inteligencia y tenacidad.

Reía, narraba anécdotas y buscaba complicidad en los recuerdos, mientras miraba una y otra vez al periodista y director del semanario Alberto Núñez,  “hermano”,  compañero de aula y de otras batallas, entre ellas la de corresponsales de guerra en Angola.

No se sentía atada al tiempo, ni siquiera a la memoria; daba un detalle, otro, volvía sobre el relato. Así transcurrieron casi dos horas, y Fidel, el motivo del encuentro, nos lo regaló como el niño en Birán, el revolucionario en la Sierra, el compañero y amigo entrañable de Celia; el padre de familia; el admirador incondicional de Chávez, cuya muerte sintió como un hijo propio.

Descubrir Birán

Con el privilegio de haber escuchado de primera mano las vivencias de un hombre que, sin duda, trascenderá nuestro presente, Katiuska señaló en el encuentro que la oportunidad brindada por la vida “es debido a él y a nada más”.

Imaginando por dónde viajaría la curiosidad  de los colegas, encaminó sus palabras a su quehacer como reportera del diario Granma, en la década de los años 90, cuando a raíz del cumpleaños 70 del Comandante escribió una crónica —impulsada por un concurso de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec)— que luego aparecería publicada en Juventud Rebelde.

“Recuerdo que era como la historia de una persona que contaba cómo había visto a Fidel a cierta distancia, mientras esperaba que él le diera un mensaje para llevar cuando estaba a punto de comenzar la ofensiva de Batista”.

El acercamiento al líder lo atribuye, también, a las coincidencias de la vida. También ese día se había publicado en Granma más de un artículo suyo relacionado con el Día Internacional de la Juventud, además de la propia cobertura sobre el cumpleaños, cuya celebración había tenido lugar en el Palacio de Pioneros Che Guevara, en el Parque Lenin.

Alguien le contó que al día siguiente, en la tarde, cuando el Comandante abrió las páginas del diario exclamó: “¡Este periódico Granma lo ha hecho Katiuska sola! Vamos a invitarla a Birán”.

“Ahí es que comienza toda la historia —expresó— porque en el recorrido Fidel iba contando toda su vida, su niñez y adolescencia. Ahora considero que todavía no tengo suficiente experiencia, ¡imagínense entonces!”

Rindió tributo al periodista Guillermo Cabrera Álvarez, “nuestro maestro”. Fue él quien le propuso la idea de escribir sus vivencias  sobre aquella increíble visita a la casa natal del Comandante. “Katiuska, tú debes escribir un libro sobre Birán —le indicó en aquel momento— no sobre Fidel, porque no lo aceptaría. Haz un homenaje a los que de alguna manera lo vieron crecer, y con el paso del tiempo se convirtieron en los escopeteros de la Sierra”.

La primera vez que vio a Fidel en su despacho

Fue antes de la visita a Birán. Había tenido la oportunidad de hacer la expedición del Tuxco, una especie de homenaje de la juventud cubana a los hombres que participaron en la epopeya del Granma. Un día, serían como las cuatro de la tarde, recibió una llamada en el periódico. “Usted puede venir un momentico acá, claro… ¡cómo no!, respondí. No sabía que iba a ver a Fidel en su despacho”.

Le pidieron que llevara el libro, pero como ya ella había dedicado uno a Fidel y otro a Raúl pensó que la visita no guardaba relación con eso. “Nunca se me olvida, lo he dicho otras veces, en el Palacio de la Revolución caminé por unos pasillos largos y, de pronto, cuando se abrió una puerta lo primero que vi fue al Comandante: “¡Así que tú eres la culpable de que yo no haya dormido toda la noche del viernes!”, me dijo sonriente. Imagínense ustedes, yo me puse nerviosa, tuve miedo, preocupación de estar ante una personalidad de esa envergadura, de esa dimensión.

“Parece que él se dio cuenta, y agregó: `no te preocupes, es que leí desde la primera hasta la última página`. Después estuve como tres años sin verlo, hasta que coincidimos en aquella conferencia de prensa en el Palacio de Pioneros”.

Ella pensaba que Fidel no la recordaba, y esa oportunidad le demostró lo contrario.  “Ana Teresa Badía* —cuenta ahora— me decía: `Katiuska, él te reconoce, salúdalo`. Fidel es una persona muy delicada, y para no admitir delante de los demás compañeros que se acordaba de que yo era quien había escrito el libro Después de lo increíble — resultado de la reedición de la expedición del yate Granma— se comportó de tal forma que de los presentes nadie se daba cuenta de lo que él me quería decir.

“Cuando yo hice la primera pregunta, me puso el dedo aquí (señala el centro de su pecho), y expresó: `¡Periodista… cuando tengo un buen libro que leer me paso toda la noche leyendo!`;  como queriéndome decir `tú eres la muchacha por la cual no dormí aquella noche`. Después dio la coincidencia que se publicaron mis   trabajos y me invitó a Birán”.

Pasado un tiempo, la joven escritora presentó el proyecto de lo que después sería Todo el tiempo de los cedros. “Me pasé un año trabajando en esa investigación, fui a las iglesias, y tuve la posibilidad de conversar con las hermanas del Comandante, con las sobrinas, con Ramón. Viajamos casi todo el país”.

Todo el tiempo de los cedros

“Las personas creen que tuve la oportunidad de intercambiar con Fidel cuando hice la investigación para Todo el tiempo de los cedros —comentó—. El libro se publicó y el día antes él iba leyéndolo por el capítulo III. Yo tenía mucha preocupación, era una responsabilidad muy grande. No por nada, sino por seriedad, porque Fidel es un hombre muy delicado”.

Señaló que en ese sentido no le preocupaba el pueblo de Cuba, porque estaba tan ávido de conocer de Fidel que ella sabía que “aunque estuviese escrito con los pies iba a agradecer el primer libro sobre su familia y el entorno en que había crecido. Tampoco me inquietaban los contrarrevolucionarios o los enemigos, porque aunque hagamos una obra maestra, sea quien sea, siempre la van a criticar.

“Me preocupaba la intelectualidad cubana, porque yo era una periodista de filas, y tenía el compromiso de que lo que escribiera fuera algo con decencia desde el punto de vista literario, que no fuera algo pedestre, panfletario, que no fuera un discurso. En la medida en que se publicaba y se distribuía, realmente yo estaba más preocupada.

“Les puedo decir que Fidel es el hombre más generoso, la persona más sencilla y humilde que uno se pueda imaginar, y si esta tarde estuviera aquí le preguntaría al más sencillo de los trabajadores cualquier cosa,  porque siempre considera que del más humilde tiene muchas cosas para aprender”.

*Periodista cubana, Doctora en Ciencias de la Comunicación

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