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“Claro que este arte está loco ¿Qué arte no es loco? Cuando no está loco, no es arte”. Dubuffet1
“El verdadero arte siempre está donde no se le espera. Allí donde nadie piensa en él, ni pronuncia su nombre. El arte odia ser reconocido y saludado por su nombre. Se escapa enseguida. El arte es un personaje apasionadamente enamorado del incógnito… ”.
De esa manera, el connotado artista francés Jean Dubuffet (Le Havre, 1901- París, 1985) se refería al Art Brut, una expresión acuñada por él en 1945. Entonces esta nomenclatura reconocía esencialmente las obras realizadas por pacientes psiquiátricos. Poco después también se le definió como outsider art —aunque hay especialistas que establecen ciertas diferencias entre uno y otro términos—, y se hizo extensivo a los artistas naíf. Después de la Segunda Guerra Mundial se eliminó la etiqueta de “arte de enfermos mentales”. Daba así sus primeros pasos una corriente estética en manos de personas sin formación académica y con muy pocas referencias —o ninguna— sobre las artes plásticas como disciplina.
Posteriormente, el Art brut o outsider art —en sus inicios calificado como arte marginal aludido a individuos excéntricos—; incluyó trabajos realizados por integrantes de otras disímiles zonas de la sociedad, incluso de connotados creadores, como el pintor y escultor español Pablo Picasso (Málaga, 1881-Mougins, Francia, 1973), quien incursionó con éxito en la pintura espontánea, no adulterada por el saber. Actualmente, el interés por esa tendencia ha recobrado fuerza en casi todo el mundo.
Tras la llegada del nuevo milenio, en Cuba se fortaleció este movimiento, el cual no solo ha permitido identificar y estimular aquí a sus más sólidos exponentes, sino que los ha incentivado a participar en importantes exposiciones dentro y fuera del país. Recientemente se inauguró en el Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseños (CPAPD) —Luz y Oficios, La Habana Vieja—, la muestra titulada Sentido del laberinto, valioso proyecto curado por Magdalena Rivas, Enrique Garrido y Victoria Gallardo, en el que reúnen a 19 creadores de diferentes generaciones y status sociales.
Una de las razones por las que esta exhibición pudiera trazar pautas dentro de la evolución del art brut o outsider art en la isla, es la cuidadosa selección de las piezas que la integran, a través de las cuales el observador podrá adentrarse dentro del complejo universo de la psiquis de sus realizadores en el tratamiento de disímiles temas sociológicos y psicológicos, desde el amor, el odio y el miedo, hasta la violencia doméstica, la incomprensión y la duda, entre infinidad de asuntos reflejados en los dibujos y pinturas emanados de lo más íntimo de sus autores, quienes crean —atendiendo a su visión particular del mundo— de forma despreocupada, ajenos a los intereses estéticos y a los criterios de sus semejantes.
Estos artistas, como todos los que cultivan este estilo, prescinden de reglas elementales dentro de la academia, tales como el uso de la perspectiva y de las técnicas, en las que se valen de cualquier material: óleo, acrílico, acuarela, tempera, lápices de colores, grafito, bolígrafos, colores a mano (medicamentos líquidos de diferentes tipos, bijol, café…, y la mezcla entre ellos), collages o cualquier otra sustancia que pueda servir como pigmento. En la mayoría de los casos, las obras están ejecutadas sobre cartulina o papel, aunque cualquier soporte que “funcione” como su receptor viene bien.
Basta recorrer los más de 80 trabajos expuestos —en medianos y pequeños formatos— en una de las salas del CPAPD, para confirmar que se trata de personalísimos exorcismos, como si a través del arte estos individuos intentaran exteriorizar ideas, sentimientos y emociones retenidos dentro de sí. De tal modo, en sus creaciones se establece un enjundioso contrapunteo entre lo privado y lo comunicativo. Son piezas que deben de admirarse o disfrutarse como las más auténticas y desprejuiciadas metáforas sobre el universo, ideario que aunque todavía tiene fuertes detractores —fundamentalmente entre determinados artistas profesionales y algunas zonas de la crítica— es un innegable hecho cultural que ya no se puede soslayar. Sentido del laberinto, es la más contundente demostración de tal afirmación. Vale la pena visitarla.
1 Jean Philippe Arthur Dubuffet. Pintor y escultor. Uno de los artistas más famosos de todo el mundo en la segunda mitad del siglo XX.
