Las razones de Esther

Las razones de Esther

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Esther Lazo Pérez, cincuenta y seis años de entrega cotidiana a la Educación Especial. Foto: Agustín Borrego
Esther Lazo Pérez, cincuenta y seis años de entrega cotidiana a la Educación Especial.
Foto: Agustín Borrego

Esther Lazo Pérez es un nombre imprescindible en la Educación Especial. Una vida dedicada a los niños con retraso mental no debe quedar en el olvido por el paso de los años. Su obra está presente en cada escuela construida por la Revolución para los pequeños que ella aprendió a amar desde que tuvo uso de razón.

¡Cincuenta y seis años! Más de medio siglo de entrega cotidiana —y total— para un segmento poblacional que antes de 1959 siempre la conmovió, pues veía a esos niños indefensos en las calles, siendo el hazmerreír de algunas personas. Entonces ella soñaba en que llegaría el día para enseñarlos a leer y escribir.

“¿Cómo tú vas a realizar esos sueños si de ellos nadie se ocupa y las dos escuelas que existen son privadas, solo atienden a los ricos y a otros que los traen del extranjero?”, recuerda lo que le decía su profesora en la Escuela Normal.

La Heroína del Trabajo —resultó acreedora del Título Honorífico en el año 2010— siente que hoy es una mujer dichosa. El triunfo revolucionario le abrió las puertas para sus propósitos, y desde entonces no ha hecho otra cosa que trabajar, hasta tal punto que convivió junto a esos infantes por cerca de dos décadas, dejando a un segundo plano su vida personal.

El comienzo

El magisterio fue una cuestión de “herencia”. Su madre siempre quiso ser maestra y el hermano (que le llevaba más de diez años), ya era Doctor en Pedagogía cuando Esther se graduó en la Escuela Normal. Del seno familiar también le vino la condición de revolucionaria, siempre al lado de aquellos que más la necesitaban, los más pobres e indefensos.

El 7 de enero de 1959, en el otrora Instituto Psicopedagógico Crespo, una de las dos instituciones docentes que existían para la atención del retraso mental, inició su vida laboral. Después se nacionalizaron los centros y ante el llamado de Armando Hart, primer ministro de Educación del Gobierno Revolucionario, participó en la preparación de los primeros maestros emergentes de la entonces Educación Diferenciada (en la actualidad Especial), y en la confección de los programas de la enseñanza.

Los deseos de ayudar a la naciente Revolución desde el pedacito que le tocaba hicieron que Esther, por la escasez de docentes, extendiera su jornada de trabajo hasta la noche en la educación de adultos, quehacer que llevó a la par hasta 1970, cuando Hart planteó que ya no era necesario.

Las huellas dejadas en la enseñanza

Solo la sensibilidad de un ser humano como ella le permitió entregarse por entero a la tarea que asumió durante toda su vida. “La razón de ser maestra para mí era enseñar a estos niños”, aseguró uno de estos días mientras participaba como invitada en un evento de educadores.

Así el paso por la Educación Especial la llevó a laborar en varios planteles donde ocupó diversas responsabilidades. En el otrora Instituto de Logopedia y Foniatría, ubicado en Marianao, sustituyó a la directora durante un curso sin abandonar el aula. Después, por los buenos resultados, se desempeñó como auxiliar técnica (trabajaba directamente con los maestros, el personal de apoyo y los planes de estudio) en la escuela Leonor Pérez, de Cojímar.

Su accionar se hizo sentir en otros centros hasta que Fidel tuvo la idea —impulsado por la cantidad de residencias en el reparto Miramar utilizadas como instituciones escolares— de construir la primera escuela de nuevo tipo para la Enseñanza Especial, específicamente para los niños con retraso mental.

“Me dieron la misión —de conjunto con la Uneca (antigua empresa constructora)— de participar en el proyecto. Por mi experiencia sabía de las condiciones que debía tener una edificación de este tipo, cómo debían ser las aulas, los exteriores y otros espacios. Cuando se concluyó la Aguilera Maceira, en 1977 —situada en Miramar, en la intersección de las calles 110 y 5ta. F— me dieron la noticia de que yo sería la directora, lo cual me sorprendió.

“Era una responsabilidad muy grande, había que vivir en la escuela, pues en aquella época no había auxiliares pedagógicas, se trabajaba solo con los maestros, por lo que si una quería que todo saliera bien no podía ausentarse”.

Diez años después, por sus conocimientos y dedicación, Esther Lazo dirigió el primer hogar para niños sin amparo filial, también con retraso mental. Un verdadero desafío que realizó de la misma manera como lo había hecho hasta ese entonces.

Heroína de la Educación cubana

Cuando le dieron la noticia se puso muy contenta. Ya tenía todas las distinciones precedentes, y “sin duda, ¡ser Heroína es algo muy grande, verse comprometida y que hayan valorado el trabajo que una ha hecho! Tengo el título y eso me regocija, pero es verdad que trabajé muy a gusto, hice lo que ansiaba. Yo digo que cumplí mi sueño.

“El título lo gané y, de alguna manera, lo debo al Comandante en Jefe Fidel Castro, porque sin la Revolución yo no hubiese sido tan feliz, no habría tenido la posibilidad de enseñar a los niños con retraso mental. Además, es un compromiso con mis padres, por el concepto de familia que tuve desde mi niñez, por la formación que me dieron”.

A los maestros jóvenes, ¿qué les diría?

No deben olvidar las raíces, a quienes lo dieron todo en esos primeros años, cuando se empezó a forjar la obra educativa. Hay que escuchar a los de más experiencia, tenerlos en cuenta, beber de su sabiduría. En cuanto a los alumnos, aunque tengan cubiertas sus necesidades materiales, hay que darles el amor y la comprensión que necesitan.

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