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Luego de la comercialización de las cenizas de secado de arroz resultantes de la quema de su cáscara en el molino Ángel Montejo, lo que antes representaba un peligro para el entorno y la salud de los trabajadores, hoy se revierte en ingresos y en materia prima que el país ha dejado de importar.
Ampliar el uso del nocivo desecho en la fundición de alto horno en distintas industrias del país ha devenido iniciativa de ese colectivo para cambiar las perspectivas de lo que fue un problema. Tres años atrás las cenizas se arrojaban al ambiente sin medida alguna, a riesgo de provocar la enfermedad profesional reconocida como silicosis, debido a la inhalación de una sustancia contenida en las cenizas: el silicio.
De acuerdos con informaciones ofrecidas a la prensa por Humberto Gómez Valdivia, especialista de Mantenimiento en la unidad empresarial de base (UEB) Ángel Montejo, durante el 2012 pasaron por una etapa experimental en la venta de los desechos y al año siguiente los índices de entrega ascendían a 65 mil toneladas (t). Para el 2014, la UEB proveerá de 300 t a la Empresa Refractarios Habana, encargada a su vez de suministrar el producto a la Antillana de Acero, en la capital y la Acinox, ubicada en Las Tunas.
Alrededor de 600 dólares cuesta una tonelada del mencionado residuo en el mercado foráneo, hecho que distingue la iniciativa de la entidad espirituana, al aportar 170 CUC cada vez que proporciona igual cantidad de cenizas a la fundición de alto horno.
“Ya en el Ministerio de la Agricultura se habla de hacer extensiva la experiencia a otras industrias arroceras del país, viendo también la posibilidad futura de hacer de este un fondo exportable. Por nuestra parte, queremos atraer a la universidad del territorio para que indaguen en este tipo de proceso tecnológico y además pretendemos patentar el producto”, señaló Gómez Valdivia a la prensa.
