Dos caras de una solución

Dos caras de una solución

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Foto: Agustín Borrego
Foto: Agustín Borrego

Las transformaciones que ya están en marcha para conseguir más eficiencia y autonomía en la empresa estatal y el proceso anunciado —y tan esperado— de unificación monetaria y cambiaria son dos elementos clave y complementarios para la actualización del modelo económico cubano.

Como bien se ha dicho, estas son de las medidas más esenciales y complejas dentro de la implementación de los Lineamientos de la Política Económica y Social que refrendó el VI Congreso del Partido, no solo por su dificultad técnica, sino también por sus ramificaciones y repercusión hacia todo el entramado de la sociedad.

La dualidad monetaria y cambiaria, fruto de la difícil circunstancia histórica de los años 90, cumplió su papel pero ya agotó sus posibilidades, y lo cierto es que tanto los especialistas como nuestra población coinciden en la percepción —además fácilmente demostrable— de que en los momentos actuales conspira contra el mejor desempeño de la economía.

Por otra parte, la flexibilización y ampliación de los objetos sociales de las empresas, junto con otras disposiciones que les permitirán un manejo más independiente de sus recursos financieros, incluyendo los fondos salariales y las reservas para inversiones u otros fines, deberán ser mucho más efectivas al eliminarse las deformaciones en los sistemas de medición económica de las empresas, al avanzar la unificación de su sistema contable a una sola moneda y con un tipo de cambio que las conecte mejor con los costos y precios del mercado internacional.

Mayores incentivos para las exportaciones y un desestímulo a las importaciones también serían previsibles a partir de contar con una tasa cambiaria más adecuada para las transacciones comerciales entre entidades.

Ello tendrá sin duda un impacto en las estrategias empresariales, con beneficios casi seguros para los sectores productivos y de servicios más eficientes y competitivos, lo cual de manera directa o indirecta debe incidir de forma positiva en los ingresos de los trabajadores y en el nivel de vida de la población cubana en general.

No obstante, es muy probable que estos cambios tan sustanciales no ocurran de una forma plana o lineal, exentos de contradicciones, obstáculos y hasta inexactitudes o algunos errores en su aplicación práctica. Ante esta certeza, el movimiento sindical como representante de los trabajadores debe continuar muy atento a tales procesos, participar activamente en su concreción y exigir por el cumplimiento estricto de las políticas consensuadas y aprobadas, para llevar a feliz término tanto la unificación monetaria y cambiaria como el perfeccionamiento de la empresa socialista, como dos caras de una misma solución.

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