Siria, un acto de soberanía

Siria, un acto de soberanía

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La convocatoria a elecciones presidenciales por la Asamblea del Pueblo de Siria (Parlamento), anunciadas para el próximo 3 de junio, reafirma la voluntad del Gobierno de Bachar Al Assad de dar continuidad al orden constitucional e institucional del país, a pesar de la situación de crisis originada por la agresión armada externa e interna, que ensangrienta y devasta a la nación árabe desde hace tres años.

Esta decisión de llevar a efecto el proceso comicial para elegir al Jefe de Estado, tiene lugar en medio de exitosos golpes militares propinados por el Ejército sirio a fuerzas mercenarias extranjeras, desalojadas de Maloula, Alepo, Homs y otras localidades, ocupadas parcialmente durante meses por los grupos irregulares.

Como un hecho sin precedentes y expresión de las transformaciones políticas que tiene lugar en el país, la nueva ley electoral, recién aprobada por el Parlamento de acuerdo a la Constitución proclamada en el 2012, permite el pluripartidismo y, por primera vez en muchas décadas, que varios candidatos se presenten a la contienda, aunque estipula que estos deben haber residido en Siria durante diez años consecutivos. Un impedimento para la participación de los aspirantes de la oposición que viven permanentemente en el exterior y no representan los interese nacionales por su alianza con la injerencia extrajera.

El inmediato rechazo de Estados Unidos, El Reino Unido, la Coalición Nacional de las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Siria (Cnfros), una alianza política opositora con sede en el exterior, y del secretario general de de la ONU, Ban Ki Moon, a estas elecciones presidenciales ha sido simultáneo, catalogándolas como carentes de legitimidad, no obstante representar el libre ejercicio del derecho soberano de su pueblo al sufragio universal y a su autodeterminación.

Sin embargo, ni una sola de las múltiples Resoluciones del Consejo de Seguridad o la Asamblea General de la ONU sobre el terrorismo ha tenido una aplicación efectiva para detener el conflicto, en el cual las ejecuciones sumarias, la decapitación de soldados, fuerzas de seguridad y civiles, las torturas, las violaciones sexuales, el uso de armas químicas, los atentados, los sabotajes y los secuestros perpetrados por las bandas terroristas, son hechos cotidianos y públicos de la utilización de métodos genocidas.

La gran conjura imperialista contra el pueblo sirio  

La guerra sucia impuesta a Siria desde hace tres años y que resuma petróleo y gas por todos sus poros, involucra a varios Estados, organizaciones terroristas internacionales, como Al Qaida, el Frente Al Nusra, y el Frente Islámico de Irak y del Levante, y a más de 160 mil mercenarios miembros de bandas y grupos de diversas corrientes e ideologías extremistas, procedentes de más de 80 países, infiltrados por zonas fronterizas con Siria, y cuyos miembros en cerca de un 80 o 90% responden a Al Qaida o a sus organizaciones asociadas.

Este genocidio, perpetrado por intereses conjuntos de Estados Unidos, algunos de sus aliados de la Unión Europea, la OTAN, Israel, Turquía y monarquías y Estados del Golfo, con el propósito de derrocar al Gobierno de Bachar Al Assad e incluir a Siria en la ficticia “primavera árabe”, ha cobrado hasta el presente la vida de más de 160 mil seres humanos, de ellos 65 mil civiles, un incalculable número de heridos, centenares de desaparecidos, dos millones 300 mil refugiados y desplazados, destrucción de instalaciones vitales y perjuicios económicos calculados en miles de millones de dólares.

El terrorismo de Estado aplicado a la nación árabe, fue acompañado por una virulenta campaña mediática para confundir a la opinión pública mundial. Cruzada que tomó cuerpo aún antes de la crisis interna siria, atizada desde sus inicios por falsas acusaciones, como las utilizadas contra Afganistán, Irak y Libia.

La gran prensa y las redes sociales de Internet, subvencionadas por los centros de poder occidentales y árabes, descollaron en la manipulación de noticias, programas televisivos, videos amañados y sistemática desinformación de los acontecimientos en Siria, silenciando la infiltración de miles de mercenarios provenientes de numerosos países pródigamente armados, entrenados y financiados por Estados Unidos, Francia, Turquía, la OTAN, y monarquías y Estados del Golfo.

Los medios de prensa imperialista no han dedicado ni una sola línea a la heroica resistencia del pueblo sirio y de sus Fuerzas armadas en defensa de su soberanía y en respaldo al Gobierno; ni a las medidas políticas, económicas y sociales adoptadas por este para responder a las demandas populares y de los sectores políticos y sociales del país y crear un clima propicio al diálogo con la oposición.

La falsedad de Occidente y sus aliados

La permanente disposición del Gobierno sirio a la solución pacífica de la crisis, quedó confirmada en su participación en las Conferencias de Ginebra I y II y en la aceptación de la destrucción de sus armas químicas. Ambas conferencias evidenciaron la falsedad del argumento de la lucha contra el terrorismo internacional esgrimido por Occidente para intervenir en los asuntos internos del Estado árabe y confirmaron sus verdaderas intenciones de desalojar del poder al partido BAAS y al presidente Bachar Al Assad.

La convocatoria a las elecciones presidenciales no deja de ser un gran reto para las autoridades de Damasco, determinadas a poner fin a la agresión armada, a la injerencia extranjera y pacificar al país, objetivos contra los que actúan los centros de poder del imperio, opuestos férreamente a esa consulta popular y prestos a utilizar nuevas provocaciones para continuar atacando a Siria.

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