Profesor del movimiento sindical

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Roberto Santana Lozano junto con su esposa Lala, de quien reconoce que “llevó un peso muy importante en la atención de nuestros dos hijos y el hogar, mientras me ocupaba de las tareas”. |  Foto: Heriberto González Brito
Roberto Santana Lozano junto con su esposa Lala, de quien reconoce que “llevó un peso muy importante en la atención de nuestros dos hijos y el hogar, mientras me ocupaba de las tareas”. Foto: Heriberto González Brito

“La mitad de ese reconocimiento pertenece a Lala” —Migdalia Hermida, su esposa desde hace 44 años—, afirma Roberto Santana Lozano, quien acaba de recibir la Orden Lázaro Peña de III Grado, “porque sin su comprensión y apoyo me habría resultado más difícil entregarme al trabajo sindical. Ella llevó un peso muy importante en la atención de nuestros dos hijos y del hogar, mientras me ocupaba de las tareas. Hemos pasado la prueba del tiempo”.

Se conocieron y casaron cuando ambos laboraban en el Comité provincial de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en Matanzas, territorio donde anteriormente Santana había ocupado la secretaría de la organización juvenil en el municipio de Jagüey Grande, primero, y más tarde la de educador y organizador en la región. A su retorno a La Habana, de la cual eran oriundos, ambos pasaron a desempeñarse en el Comité Nacional de la UJC.

De los 48 años trabajados, Santana Lozano lo hizo durante 45 en la esfera política, repartidos entre la UJC y la CTC nacional. A esta llegó en 1986 como funcionario del Departamento de Asuntos Generales, pero por su experiencia de inmediato lo vincularon al de Organización. Más tarde lo nombraron en la jefatura de la sección de Cuadros y en 1991 fue promovido a jefe de ese último departamento, y como tal fungió durante 17 años.

“En esa labor tuve la oportunidad excepcional de, en medio del período especial, desarrollar mi actividad como dirigente sindical, la experiencia más grande y trascendente que he tenido en mi vida.

“El mundo sindical me atrapó de tal manera que no sentí pasar el tiempo. Para mí la experiencia más rica que puede experimentar un dirigente revolucionario es el contacto con los trabajadores; la sabiduría, la firmeza, la seguridad que te dan no se logra en ninguna otra organización, salvo en el Partido, que es superior”.

Indica que su quehacer en la esfera de Organización le permitió un nivel de amplias relaciones, pues tenía que ver con cuadros, la afiliación, la estructura del movimiento sindical, y cuanto se mueve alrededor de los organismos de este.

Comenta que otro factor importante fue haber tenido dirigentes muy exigentes, experimentados y dispuestos a enseñar, así como haber contado con subordinados muy dispuestos a trabajar incondicionalmente.

“Hicimos millones de cosas mal hechas y cometimos, me imagino, muchísimos errores, pero puedo asegurar que teníamos mucha voluntad motivada y compulsada también por los trabajadores. Ibas a un colectivo laboral y no había materia prima, la gente no tenía casi que comer, pero dabas una asamblea y allí estaban todos soportando los rigores del período especial. Eso lo motivaba a uno. “Este país, me gusta decirlo, tiene una capacidad de resistencia tremenda; estoy seguro de que ningún otro es capaz de soportar lo que nosotros hemos soportado en los últimos 50 años. Y de esa capacidad de resistencia a los trabajadores corresponde la mayor parte, porque son los que producen las riquezas”.

En los últimos siete años de permanencia en la CTC trabajó directamente subordinado a Salvador Valdés Mesa, secretario general. Hasta allí iban los sindicatos a consultarlo y eso creó a su alrededor una para él “inmerecida aureola de profesor, de experto del movimiento sindical”. Al quehacer esbozado se suma su condición de miembro del Consejo Nacional desde el XVII hasta el XIX congresos.

En el 2013 se acogió a la jubilación, mas continúa prestando a la CTC la ayuda que se le solicita, al tiempo que coopera en las tareas del hogar, donde “hago de todo, pues es una deuda por todo el tiempo en que apenas podía hacer algo, y también me las arreglo con mis nietas jimaguas, de año y medio de edad”.

Asistió como invitado al XX Congreso, del cual dice haber salido entusiasmado y optimista por las intervenciones, planteamientos y actitudes de gente joven demostrativas de que el movimiento sindical tiene potencialidades para enfrentar esta decisiva etapa de nuestra historia, y en el futuro lograr lo que todos queremos para el país.

Ante la pregunta de qué es ser un dirigente sindical, responde con presteza: “El dirigente sindical tiene que tener varias virtudes: fidelidad a los principios; honestidad, porque no se puede engañar a los trabajadores; y sencillez, es decir, no sentirse ni pensar por encima de los demás”.

Acerca del autor

Graduada de Licenciatura en Periodismo, en 1972.
Trabajó en el Centro de Estudios de Historia Militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en el desaparecido periódico Bastión, y como editora en la Casa Editorial Verde Olivo, ambos también de las FAR. Actualmente se desempeña como reportera en el periódico Trabajadores.
Ha publicado varios libros en calidad de autora y otros como coautora.
Especializada en temas de la historia de Cuba y del movimiento sindical cubano.

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