El valor de los valores

El valor de los valores

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Foto: Tomada de juventudrebelde.cu
Foto: Tomada de juventudrebelde.cu

En los últimos tiempos, y no solo en Cuba, la educación —o formación— de valores se ha convertido en el centro de investigaciones sociales y en la cual han colocado la mirada desde pedagogos y filósofos hasta políticos y sociólogos.

Estamos ante un dilema universal, multicausal, multifactorial, difícil de “acorralar” en un breve período, y cuya solución —ya demostrada— depende del accionar de varias fuerzas, los llamados agentes socializadores, entre los cuales se encuentran la trilogía familia-escuela-comunidad y los medios de comunicación.

¿Qué significaría no atender una problemática como esta?, ¿cuál sería su trascendencia en el plano individual y social?, ¿por qué la urgencia de encontrar soluciones, socializar experiencias, modos de actuación coherentes con nuestro proyecto de existencia?

Tengamos en cuenta al respecto lo que señala el destacado pedagogo Gilberto García Batista: “Los valores constituyen una guía general de conducta, que se derivan de la experiencia y le dan un sentido a la vida, propician su calidad, de tal manera que están en relación con la realización de la persona y fomentan el bien de la comunidad y la sociedad en su conjunto”.

De ahí que la educación en valores implique la preparación de los individuos para vivir en sociedad, dotados de los elementos éticos y morales que les permitan coexistir (crear, trabajar) en armonía con el resto de sus semejantes.

Las manifestaciones de indisciplinas sociales, comportamientos negativos, y otras —señaladas por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros en julio del pasado año durante una sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular— sacan a flote las debilidades en este proceso educativo.

Anécdotas de maltrato, irrespeto, descortesía, desidia, egoísmo, falta de solidaridad, abundan en todas las esferas de la sociedad, las padecemos a diario, hasta tal punto que quedamos asombrados cuando ocurre lo contrario. ¿Y es que acaso no merecemos una respuesta adecuada, un trato cortés, una orientación correcta, una convivencia armónica y feliz?

Ideología es también valores, y la nuestra —tal y como dijo recientemente en el Taller Nacional de Valores la eminente intelectual Graziella Pogolotti— se sustenta en una filosofía, en una expectativa de vida en la cual deben establecerse principios de equidad, de justicia, de realización personal, al alcance y beneficio de todos.

Esa ha sido la política de la Revolución desde su triunfo, negarlo sería padecer de ceguera política. Aunque también resulta válido reconocer que el llamado período especial significó una ruptura en lo alcanzado hasta ese momento. No obstante, el país no solo se levantó, sino extrajo las experiencias para continuar adelante.

Quizás la más grande obra edificada por la Revolución ha sido la dignificación del ser humano. Lo dotó de las herramientas educativas y culturales para extraer sus propias conclusiones y actuar en correspondencia. De ahí la posición mayoritaria del pueblo de defender sus conquistas al precio necesario.

Hoy son grandes los desafíos. El miembro del Buró Político y Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz–Canel Bermúdez, ratificó en la clausura del Taller la importancia de la formación de valores en una sociedad que tiene como objetivo cimero desarrollar un socialismo próspero y sostenible.

Para ello afronta retos en el plano económico —recogidos en los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución—, los cuales pasan por educar en el amor al trabajo, fomentar una conciencia de productores y no de consumidores, concebir la productividad y la eficiencia como una vía para aumentar el salario; atender al hombre en su sentido más abarcador, y tener en cuenta la importancia del ejemplo personal en la conducción de las masas.

En la esfera política, reconoció, está presente una enorme subversión político ideológica que trata de imponer posturas ajenas a nuestra realidad a las nuevas generaciones, e impedir su compromiso con el proyecto social.

En este camino, entonces, resultan imprescindibles la laboriosidad, la honestidad, el antimperialismo, el patriotismo, entre otros, definidos en el Programa Director para la Educación en el Sistema de Valores de la Revolución Cubana, una especie de directriz encaminada desde todos los sectores posibles a unificar empeños para, sin retrocesos, consolidar el avance del modelo económico.

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