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La vida y la obra de Regino E. Boti, uno de los más relevantes renovadores de la lírica cubana de las primeras décadas del siglo XX, aún es fuente de indagación, de estudio, de reflexión, para quienes se proponen descubrir en sus numerosos textos, en verso y en prosa, nuevos caminos que enriquezcan su incuestionable legado intelectual.
Risell Parra Fontanilles contribuye a este noble empeño, con la publicación ahora de su libro titulado Las armas del hidalgo (Editorial El Mar y la Montaña, Colección La Torre, 2013, 84 pp), en que agrupa casi una decena de artículos y ensayos, creados para diversos fines, todos relacionados con el autor de Arabescos mentales.
Su interés es acercarse a otras zonas de la acción y el pensamiento del insigne guantanamero, para así –según confiesa— “evaluar asuntos o problemáticas prácticamente desconocidas o incompletas, incluso reinterpretar otras, que han sido contempladas a partir de una mayor información adquiridas en el acceso al Archivo Familiar facilitado por el amigo y colega Regino Rodríguez Boti, nieto y albacea del poeta”.
Sustentado en un profundo conocimiento de la figura estudiada, Parra Fontanilles se acerca a un amplio universo, que lo lleva a analizar la poesía erótica de Boti, el tratamiento dado a la naturaleza en su literatura, su postura cívica y política, su tesis doctoral –que aún permanece inédita— relacionada con Garcilaso de la Vega…
En ese último estudio –titulado “Garcilaso: balizas y apuntes para una lectura”—, posible prólogo para una futura edición de “Garcilaso y la revolución petrarquista en la literatura española”, tesis de Doctor en Filosofía y Letras defendida por Boti en 1942, el investigador comenta:
En cuestiones de métrica Boti era uno de los más grandes conocedores en Cuba, y lo había demostrado muchos años atrás con “La Avellaneda como metrificadora”, a lo cual se suma el rico conocimiento que él poseía del quehacer lírico en habla hispana, y pudo que las excelencias del autor de las Églogas en las descripciones del paisaje y las riquezas expresivas del lenguaje –es decir, su apego familiar por preferencias estilísticas afines— decidieran el proyecto. Todo el que conoce la obra lírica de Boti sabe no solo de su panteísmo, sino que su mejor parcela poética está en esa mirada de fruición hacia el paisaje y el entorno con un fuerte acento nacional. Pero existe una hipótesis: la congruencia de situaciones históricas entre lo que sucedió a Garcilaso y la batalla generacional, y la que padeció el guantanamero junto a José Manuel Poveda, cuando el palenque modernista se enfrentó al bastión apuntalado de los poetas mediocres capitalinos.
Pero hay otra interrogante esencial: ¿qué aportes o valores puede tener este trabajo académico? Los estudios en torno a Garcilaso son amplios, y para la década de los años 40 no parecían, como en el ajedrez, avizorarse nuevas variantes. Boti cree, según se deduce de este texto crítico, que hay cuestiones relacionadas con la métrica que necesitan ser rectificadas o enriquecidas, que ciertas verdades acuñadas por voces tradicionalmente autorizadas debían ser puestas en la mesa de análisis.
La bibliografía de Risell Parra Fontanilles (Guantánamo, 1955), investigador, crítico y narrador, incluye una decena de títulos, entre ellos Diccionario de escritores guantanameros –en coautoría con Margarita Canseco—, galardonado con La Puerta de Papel, reconocimiento concedido por el Instituto Cubano del Libro a las mejoras obras publicadas por sellos editoriales territoriales.
Ferviente admirador y estudioso del poeta de El mar y la montaña, Parra Fontanilles, con Las armas del hidalgo, propone una esclarecedora y fecunda lectura, que permite, desde novedosos enfoques y miradas, enriquecer la huella que Regino E. Boti dejó, para su tiempo y para el tiempo por venir, en la literatura creada en la mayor de Las Antillas.
