Con la honda de David

Con la honda de David

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 fidel

Cuentan que cuando el gigante Goliat quiso amedrentar a David , este se armó de un zurrón y de cinco guijarros del torrente,  y con la honda en la mano salió al encuentro del coloso. Ya a una conveniente distancia de él, puso un guijarro en la honda, restalló un trallazo en el aire y Goliat cayó desplomado. Este episodio bíblico acude a mi mente cuando rememoro lo ocurrido en Cuba el 17 al 19 de abril de 1961.

“Mi honda es la de David”, le escribió José Martí a su amigo Manuel Mercado, consciente de que el principal enemigo de la independencia cubana era aquel monstruo del Norte que bien conocía porque había vivido en sus entrañas.

Playa Girón, ubicada en la Bahía de Cochinos, al sur de la provincia cubana de Matanzas, escaló los principales titulares de las agencias internacionales de prensa cuando el 17 de abril se convirtió en el punto principal de desembarco de las fuerzas mercenarias entrenadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Actuaban en cumplimiento de un plan de invasión concebido por el presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower y heredado por su sucesor John F. Kennedy, quien le dio el visto bueno.

De esa manera el nuevo Goliat pretendía allanar el camino hacia la reconquista de su antigua neocolonia, sin “ensuciarse” las manos. Basta una ojeada a la composición de la brigada de asalto 2506 para comprender que en ella venían los peones del imperio, deseosos de recuperar sus posiciones perdidas con el triunfo de la Revolución:  en ella se incluían 110 latifundistas, 24 grandes propietarios, 67 casatenientes, 112 grandes comerciantes, 194 ex militares y esbirros, 179 acomodados, 55 magnates industriales, 112 lumpen…

Mil 500 hombres entrenados y fuertemente equipados con los medios más modernos,  se enfrentaron a todo un pueblo que se puso en pie de lucha para repeler la invasión. Miembros el Ejército Rebelde y milicianos cerraron filas; partieron al campo de batalla hombres recién salidos de escuelas militares o que interrumpieron sus cursos para empuñar las armas;  tanquistas que tuvieron que aprender a manejar la técnica de combate en medio de las acciones, artilleros adolescentes pero con un elevado compromiso patriótico; aviadores con aparatos en tan precarias condiciones técnicas que al decir de los pilotos y mecánicos era más peligroso tripularlos que enfrentarse al enemigo en un duelo a tiros…

Todos ellos contaban sin embargo con un arma mucho más poderosa que los invasores: la decisión de defender la Revolución de los humildes y para los humildes que la víspera del desembarco, en el entierro de las víctimas al artero bombardeo con que el enemigo pretendió aniquilar a la fuerza área cubana, había proclamado ante el mundo su carácter socialista.

Más de 150 combatientes revolucionarios murieron y varios civiles fueron asesinados por la aviación de los invasores. Entre los caídos estuvo un joven de 25 años alcanzado por la metralla enemiga en su puesto del aeropuerto de Ciudad Libertad, quien antes de morir en supremo gesto de confianza en la Revolución y en su máximo dirigente, escribió con su sangre el nombre de Fidel.

Y esa fue otra arma con la que los cubanos superaban con creces a sus oponentes: el ejemplo personal  del líder, a la cabeza de su tropa, convertido en una fuente de inspiración para los combatientes. Tal comportamiento sorprendió a los mercenarios, como ellos mismos confesaron al ser capturados, pues estaban habituados a que sus jefes se mantuvieran bien alejados del peligro, a la espera de que su “carne de cañón” les pusieran en bandeja la esperada victoria.

El plan de utilizar la brigada mercenaria para establecer una cabeza de playa y constituir un gobierno provisional contrarrevolucionario que solicitara e inmediatamente obtendría la intervención de los Estados Unidos, fracasó estrepitosamente.

El soberbio Goliat recibió del David antillano una fulminante pedrada de moral combativa y patriotismo que lo derrotó en solo 68 horas.

 

 

 

Acerca del autor

Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …

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