La magia de un nombre

La magia de un nombre

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Alicia, Mónica, Deborah, Mariela…  Fueron los nombres de una Heroína en  el combate por la libertad, hasta que el  suyo propio, Vilma, afloró tras la victoria  para seguir haciendo historia.

Pocos hubiesen podido imaginar a  aquella muchacha delicada de dulce  sonrisa, estudiante de Ingeniería Química  e Industrial en la Universidad  de Oriente, que sobresalía en la Coral  Universitaria, en el grupo de danza y  capitaneaba el equipo de voleibol, acudiendo  con Asela de los Santos al cuartel  Moncada el 27 de julio de 1953. Al  preguntarle los guardias qué buscaban  allí, les respondió que habían ido a conocer  la verdad y ver los rostros de los  jóvenes valientes que habían asaltado  la fortaleza. Fue un gesto de audacia  del que milagrosamente pudieron salir  ilesas, aunque ya en la casa de Vilma  algunos de los que lograron escapar de  la masacre habían encontrado seguro  cobijo.

Y es que aquella joven aprendió de justicia y de patriotismo  tanto en el seno familiar como en  la escuela, donde tuvo maestros que  fueron hijos de mambises y no podía  actuar de otra manera que no fuera  rebelándose ante el abuso.

El haber nacido en cuna acomodada  no le restó decisión para someterse  a los sacrificios que exigía la lucha. Se  convirtió primero en activa combatiente  clandestina contra la dictadura de  Fulgencio Batista y después en legendaria  guerrillera en el II Frente Oriental  que llevaba el querido nombre de  Frank País, de quien había sido eficaz  colaboradora. Conquistado el triunfo se  dedicó por entero a materializar el ideal  del Apóstol de que la mujer viviera a la  par del hombre como su compañera y  no a sus pies como un juguete hermoso.

Su nombre se hizo sinónimo de las  tres letras de la FMC, que bajo su liderazgo  impulsó la revolución protagonizada  por las féminas dentro de la  Revolución para insertarse de forma  creciente en la vida social del país.  Esta fue, como lo expresó ella misma,  su querida tarea.

“No hubo tribuna nacional o internacional  a la que dejara de asistir  por distante que fuera el camino  a recorrer, en defensa de su patria  agredida y de las nobles y justas  ideas de la Revolución”, expresó de  ella Fidel. En una de esas reuniones  internacionales en la que participaba  Hillary Clinton, la esposa  del entonces presidente de los Estados  Unidos, quiso saber quién era la  elegante mujer que estaba a su lado  y Vilma se presentó, con dignidad  y energía, como la representante del  país criminalmente bloqueado por  los gobernantes de la nación de su  interlocutora.

Así era Vilma, dulce y a la vez poderosa,  con la fuerza que le infundía  la razón. Se ganó el respeto del Parlamento,  el Comité Central, el Buró  Político, el Consejo de Estado… donde  representó por igual a cubanos y  cubanas, y aprendimos todos a querer  a la dirigente que entregó tanto a  su pueblo como a su familia a la que  prodigó su infinita ternura de esposa,  madre y abuela.

Cada 7 de abril su recuerdo se torna  mágico: Vilma vuelve a nacer, porque  mujeres como ella son necesarias.

Acerca del autor

Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …

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