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Leer poesía –lo que entiendo por poesía, que no tiene por qué coincidir con una sucesión de versos impresos en una página- me pone de un estado ánimo muy especial, como si entendiera un arcano oculto a la vista de todos, como si limpiara de vapor de agua el cristal de mis gafas.
Pasa poco, pero pasa, y en esos momentos hago una muesca en el mango del cuchillo que guardo en mi cabeza, un cuchillo que recoge la lista de poetas que le han dado sentido y dirección a mi mundo.
Así me sucedió una vez que leí un poema de Rafael Courtoisie sobre la poesía y el caracol, un poema denso y hermoso que empieza citando a Lezama y que se quedó flotando en mi arrollo interior, incapaz de desprenderse y seguir la ruta del olvido.
Aquel poema volvió a mí el año pasado, al darse a conocer la noticia de que Courtoisie había ganado el Premio José Lezama Lima –¿dulce coincidencia? – que otorga Casa de las Américas. Agradecí entonces calladamente a Casa, una vez más, porque sabía que en cosa de un año tendría su libro en las manos.
Y aquí está, un libro en el que Courtoisie se nos revela como un poeta de portentosa singularidad, que engulle las reflexiones propias del budismo y la filosofía oriental y las regurgita con toda la belleza de la palabra en español. Así el caracol, las ovejas, las llaves, los faroles, las cosas que pueblan el mundo adquieren una dimensión insospechada en el ajetreo cotidiano. El escritor nos propone hacer un alto en esa carrera desenfrenada que es la vida moderna y detenernos a mirar, a hurgar entre los espacios, a seguir y entender los raros caminos de la madeja universal.
Hay en Courtoisie un deleite por la palabra; en sus poemas se nota –especialmente si se leen en voz alta– un paladeo del idioma y sus formas. El uruguayo monta y desmonta constantemente las estructuras, los conceptos, como si quisiera exprimir hasta el último sentido posible de las palabras, como si no le bastara la definición de los diccionarios y sospechara que ahí hay algo más. Tal y como pasa con la vida.
El siglo XXI ya es una realidad demasiado palpable para seguir extrañando a Borges y a Vallejo. En las calles de Montevideo camina, respira, y sobre todo escribe un poeta soberano, un tipo que, a diferencia de la mayoría de los mortales que pasamos la vida intentándolo, ya le ganó la partida al tiempo.
El libro Tiranos temblad, Premio de Poesía José Lezama Lima Casa de las Américas 2013, fue presentado el pasado viernes 21 de febrero durante la Feria Internacional del Libro Cuba 2014
