¿Un negocio para quién?

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El Tratado Transpacífico de Asociación Económica Estratégica (TPP, por sus siglas en inglés) es una alianza de libre comercio impulsada por Estados Unidos. Se caracteriza por negociarse en secreto y pretender reformular el sistema mundial de comercio.

Por el momento participan en las conversaciones Estados Unidos, Canadá, México, Perú, Chile, Japón, Vietnam, Malasia, Singapur, Nueva Zelanda, Brunei y Australia. Estos 12 países generan alrededor de un 40 % del PIB mundial.

Según los documentos oficiales, el TPP tiene por objetivo sentar las bases de una integración económica en la región Asia-Pacífico, para “el crecimiento económico, el desarrollo y la generación de empleo de los países miembros”, aunque se sabe que Estados Unidos no favorecerá el desarrollo de estos pueblos. De hecho, durante las negociaciones promueve cambios en las legislaciones de los Estados integrantes que comprometen la soberanía nacional.

Los intentos geopolíticos de Washington son claros. El Transpacífico es una maniobra para debilitar la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) y por consiguiente a China. Asimismo, en nuestra región, aislar a los países del Alba y el Mercosur.

Cada nación tiene que aprobar el proyecto de documento, previo a su entrada en vigor. En el caso de EE.UU., los miembros del Congreso, donde se debe discutir antes de ser ratificado por el presidente Barack Obama, solamente han tenido acceso a partes seleccionadas. Fue rechazado para el fast track (vía rápida) que autoriza a los funcionarios del poder legislativo a tomar decisiones comerciales, lo que demuestra falta de confianza en el acuerdo y avizora dificultades para su aprobación.

De 29 capítulos, los tres filtrados a la luz pública a través de Wikileaks, relativos a inversiones, propiedad intelectual y al tema ambiental, permiten deducir el contenido general del acuerdo, que contiene temas que van desde el comercio de lácteos, hasta regulaciones laborales.

El documento prevé salvaguardas para inversores que podrían limitar severamente la capacidad de regulación de los Estados parte. Las grandes empresas pueden demandar a los Gobiernos ante un tribunal comercial internacional por introducir nuevas leyes, como las de protección al consumidor, que dañen sus negocios.

El apartado sobre propiedad intelectual es considerado uno de los de mayor complejidad en las negociaciones, sobre todo por el interés manifiesto de sus rectores de incrementar los niveles de protección a los derechos de autor y a las patentes industriales, especialmente de la industria farmacéutica. Se podrán patentar plantas, animales, métodos de diagnóstico, terapia y cirugía para el tratamiento de seres humanos o animales, entre otros.

El tratado puede limitar el libre acceso a información en Internet. Busca convertir a sus proveedores en responsables de censurar los contenidos de forma unilateral, con sanciones que llegan hasta penas de cárcel. El TPP hará asimismo que el acceso a productos culturales como música, películas y conocimiento en general sea mucho más difícil y caro.

No queda claro si el tratado respetará los acuerdos internacionales sobre el medio ambiente y el uso de los recursos naturales que han firmado la mayoría de los países participantes.

Para las tres naciones latinoamericanas el Transpacífico implica riesgos. En México posibilitará a Washington presionar para abrir más el sector energético a la iniciativa privada. Perú debe evaluar que en el tratado no participa China, su probable principal inversionista extranjero en los próximos años junto a Brasil. En Chile, parlamentarios y políticos piden más transparencia; evidentemente los capítulos filtrados han despertado alarma.

Sin lugar a dudas, el Gobierno de Obama trata con este acuerdo de hacer avanzar la competitividad económica de su país y expandir el comercio estadounidense en la región Asia-Pacífico en busca de su hegemonía mundial.

El Acuerdo de Asociación Transpacífico, junto al Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP, en inglés), lanzado durante la Cumbre del G-8 en junio del 2013 y que propone un tratado de libre comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea, cubrirán más del 60 % del PIB mundial.

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