Sindicalista de pensamiento y corazón

Sindicalista de pensamiento y corazón

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Para Juan Atrel Hechavarría, el trabajo sindical ha de ser sólido desde la propia base. | foto: Eddy Martin
Para Juan Atrel Hechavarría, el trabajo sindical ha de ser sólido desde la propia base. | foto: Eddy Martin

Por Felipa Suárez y Walkiria Juanes, estudiante de Periodismo

Iniciado como dirigente en un período en que el sindicato tenía que batallar duro para cumplir su misión de representar a los trabajadores, Juan Argelio Atrel Hechavarría no se amilanó e hizo cuanto estuvo a su alcance en tenaz empeño por lograr el respeto hacia los trabajadores y el pago de los salarios.

Graduado de la Escuela de Artes y Oficios, y estudiante de Ingeniería Eléctrica en la Universidad de La Habana, se presentó a un examen de suficiencia convocado por la Cuban Telephone Company y ocupó uno de los primeros lugares en el escalafón, entre un numeroso grupo de aprobados. Mas por su piel negra jamás lo llamaban, y en la primera oportunidad que se le presentó reclamó su derecho ante el propio presidente de la compañía, quien lo ubicó en la planta de reparaciones de Naranjito.

Allí llegó en 1957 y de inmediato integró la dirección del sindicato. Era una época en que poco o casi nada se podía hacer, “pero yo me arriesgaba en medio de muchas limitaciones”.

Contra todas las dificultades

A partir del hecho de que los empleados de la Cuban Telephone Company, junto con los de la Electricidad, conformaban lo que se dio en llamar la “aristrocacia obrera” cubana, tras el triunfo de la Revolución muchos de los de la primera abandonaron el país o asumieron actitudes contrarrevolucionarias, y fue preciso suplir esas ausencias. Por esa razón, Atrel pasó a ocuparse del cable submarino (CMT) en la sede central de la ya Compañía Cubana de Electricidad, la cual el Gobierno Revolucionario intervino el 3 de marzo de 1959.

“Nuestra llegada coincidió con la creación del sindicato. Conocedor de que yo había sido dirigente sindical en Naranjito, un compañero que laboraba allí me propuso como secretario general, y resulté electo. Era un medio muy hostil.

“Allí el racismo era muy fuerte, pero poco a poco me fui imponiendo”. Con su paciente labor, Atrel se fue ganando el respeto y admiración de todos, e incluso, a fuerza de exigencia, logró que lo adiestraran en la labor a realizar en ese centro.

Misión de un dirigente sindical

Ante la interrogante de cómo debe desarrollar su trabajo un dirigente sindical, así como los elementos a tener en cuenta por él, Atrel, quien incluso ocupó cargos a nivel nacional, opinó:

“Pienso, y así actué, que lo fundamental es la defensa de los derechos de los trabajadores. Eso es esencial para lograr que cumplan su cometido y aporten más al desarrollo del país. Lo aprendí de Lázaro. Ha de representarlos como debe ser, con lo cual se logra algo muy importante, sentirse apoyados.

“Hoy en día, muchas secciones sindicales no desempeñan el papel que les corresponde; su quehacer se reduce al cobro de la cuota. Eso lo experimenté después de jubilado, cuando estuve contratado en 10 centros. Los sindicatos en la base no cumplían su cometido, las administraciones no tenían en cuenta los planteamientos de sus dirigentes, quienes desconocían su papel, porque no estaban capacitados. En todos esos centros me dediqué a asesorarlos, y, por supuesto, me busqué problemas”.

Integró la dirección nacional del Sindicato de Comunicaciones desde 1971 hasta fines de la década de los 80, cuando pasó a la Empresa Eléctrica como responsable de La Habana Vieja, hasta jubilarse. Han transcurrido 57 años desde que a fuerza de voluntad se inició en las labores sindicales, y aún Juan Atrel Hechavarría confiesa sentirse sindicalista de pensamiento y corazón.

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