La rana, Reino Unido y el hurto a los jubilados

La rana, Reino Unido y el hurto a los jubilados

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Por: René Camilo García Rivera, estudiante de Periodismo

jubiladosSi se colocara una rana dentro de una vasija de agua hirviendo el pobre animalito reaccionaría de inmediato. Como pudiera saldría de la trampa mortal, agitaría las paticas hacia el exterior buscando salvarse. Pero en determinadas condiciones la respuesta al estímulo no sería la misma, más bien podría decirse que sería todo lo contrario.

Estudios científicos sobre el acto reflejo en los animales demuestran que si se introduce al anfibio en el recipiente a una temperatura ambiente, y posteriormente se calienta el agua a un ritmo periódico, el bicho se dejaría cocinar sin ni siquiera mostrar la más mínima protesta.

No sé por qué mientras leo las noticias de las pensiones en Reino Unido recuerdo este ensayo biológico.

Resulta que el ministro de economía británico, George Osborne, anunció la semana pasada el aumento hasta los 70 años de edad para cobrar las pensiones de jubilados en el 2060.

El primer paso –agarrar la rana y meterla a la cazuela- lo dieron en el 2011, cuando el parlamento eliminó le ley que fijaba la edad mínima de jubilación en 65 años. La justificación fue que “ningún empresario pudiera pedirle a los empleados la renuncia por cuestiones de edad”, y así poder asegurar el trabajo a este sector poblacional; pero la realidad demostró que el objetivo del Estado era desprenderse de los gastos sociales que implicaban las pensiones. Como diría el Apóstol cubano, “en política, lo real es lo que no se ve”.

Luego de la “regalía” y la “preocupación” del ejecutivo por los trabajadores más veteranos comenzaron las reformas a las pensiones estatales. Anunciaron los recortes en algunas y aumentaron la edad mínima para poder acceder a ellas. O sea, encendieron la candela y colocaron la vasija.

Pero los británicos tienen una flema envidiable y una paciencia a toda prueba. En vez de precipitarse prefirieron cocinar al anfibio a fuego lento, por lo que anunciaron la reforma para implementarla gradualmente  en cinco décadas.

La proyección indica que para el 2020 se pasará de los 65 a los 66, y en el 2028 hasta los 67. En la década de los años 40 se espera llegar a los 69, pero no será hasta el 2060 que la edad mínima para recibir pensión sea de 70 años.

Todo muy progresivo, todo muy calculado. Podría decirse que el plan es una jugada maestra en el tablero del manejo político, pues los mayores perjudicados no pueden protestar por la sencilla razón de que la mayoría de ellos aún no han nacido.

Los primeros en “disfrutar” de la reforma en toda su plenitud serán los jóvenes nacidos en la década de los años 90, pero como la mayoría de ellos están preocupados por encontrar empleo, no parece posible que ocupen su mente ahora mismo con sus condiciones de retiro. Para poder retirase primero hay que trabajar, ¿no?

Además, la mayoría de ellos están muy ocupados siguiendo la Premier League de fútbol y maldiciendo el sorteo mundialista que los colocó en el mismo grupo que italianos y uruguayos, lo que sí seguramente consideran como una verdadera condena.

Otros, por su parte, apoyan tal resolución. El mexicano Carlos Slim, poseedor de la fortuna más exorbitante del planeta –se calcula que del orden de los 79 mil millones de dólares- afirmó la semana pasada durante una serie de conferencias en Ginebra que recomendaba a los países con déficit presupuestario aumentar la edad de retiro hasta los 70 años, porque en la actualidad “vivimos hasta los 85 o los 90 años”.

La verdad, no sé en qué mundo vive el magnate. Seguramente que en el que le proporcionan la pompa y el oropel de sus millones, porque la esperanza de vida en el mundo durante el 2013 apenas sobrepasó los 70 años. Parece que Slim no tiene la flema ni la paciencia inglesa, y que pretende apresurarse y sin remordimientos cocinar a la rana en un solo día.

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