Cargando...Por: Frank Padrón
Venezuela, Perú y Alemania coproducen Pelo malo, de la venezolana Mariana Rondón —egresada de nuestra Escuela Internacional de Cine y Televisión— (Postales de Leningrado). Su obra es otro de los momentos superlativos de la competencia, pues difícilmente será ignorada por los jueces que designarán este año los lauros (y por supuesto, no solo porque venga avalada con la Concha de Oro en el prestigioso San Sebastián).
Junior y su madre, desempleada y soltera, quien también tiene un niño más pequeño, sostienen una relación tirante, donde impera la falta de amor y el desprecio por parte de ella, quien no tolera la sostenida tendencia del preadolescente a “pasarse el peine” para que su cabello rizo se torne liso y sedoso al estilo de ciertos cantantes de moda; la abuela paterna quiere adoptarlo y pasa horas con el niño alimentando sus sueños. Pero él intenta desarrollar cierta tendencia sexual que es temida e indeseada por su madre, aunque todo indica que lo de Junior es realmente una confusión lógica en ciertas etapas de la adolescencia, sobre todo ante la ausencia de una figura paterna que él cree descubrir en el joven vecino propietario de un quiosco. Por eso rechaza a la abuela, pese a sus mimos, y se aferra a esa madre quien, sin embargo, persiste en negarle el cariño que pide a gritos.
Historia sensible sin sensiblerías, contada en términos de precisión y austeridad narrativas, en ella descuellan la música aplicada certeramente, la cual comenta, oportuna, ciertos pasajes donde sin dudas se requiere; la fotografía, que se luce tanto en los espacios opresivos de interiores como en los abiertos, donde el hacinamiento y la promiscuidad vivencial de sectores más humildes no impiden al protagonista y una simpática amiga soñar despiertos.
No menos destacables son las actuaciones; si hubiera algún coral para niños y jóvenes (y no sería mala idea, sobre todo en esta edición donde abundan) varios conferirían a Samuel Lange (Junior) dicho galardón: por su sentido encomiable de la ambigüedad y a la vez tenacidad de sus sentimientos y reclamos, el muchachito borda un trabajo lleno de matices y sugerencias; lo secundan su pequeña compañera María Emilia Sulbarán, mientras entre los desempeños “adultos” sobresalen Samantha Castillo como la madre torpe y desamorosa, y Nelly Ramos en la piel de la graciosa abuela.
A Solo no le va mal
Entre las óperas primas, no le va mal a Solo, coproducida entre Uruguay, Argentina y Holanda; los sueños truncos, las realizaciones a veces donde menos se esperan, las segundas (y terceras) oportunidades, conforman la plataforma de una obra que sigue a un trompetista de una banda militar, quien tras un fracaso amoroso concentra sus energías en un concurso, donde se prueba, en tanto cantautor; compite con cierta ventaja, pero el alto mando lo envía a la Antártida a un importante evento…
Quizá con más de una canción superflua, y sobre todo con una factura algo rústica, estamos sin embargo ante un discreto pero eficaz discurso que sugiere y lleva a la reflexión donde parece callar. Pertenece a ese tipo de cine que se las juega todas en un final algo desconcertante, que tiende a resumir sus propuestas en la escena- desenlace, mas de cualquier manera es una cinta más compacta que lo que su envoltura morfológica promete.
