Profesionalidad

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Foto: Diariodepensador.es
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El escenario laboral cubano está caracterizado por una notable presencia de hombres y mujeres conocedores de lo que hacen, están preparados para desempeñarse bien, dominan el contenido del puesto en el que se emplean, pero lamentablemente no siempre hacen gala de profesionalidad, entendida esta como la realización del trabajo con aplicación, seriedad, honradez y eficacia.

Es cierto que profesionales hay por doquier, en los más impensados e intrincados parajes de este archipiélago, pero no todos demuestran lo aprendido.

Y no me refiero solo a los egresados de la enseñanza superior, sino a quienes poseen capacidades manifestadas en el ejercicio de su labor.

Demuestran profesionalidad el cirujano que armado de bisturí llega con maestría a extirpar los males de su paciente y le tiende la mano amiga, y también el barrendero que se adelanta al amanecer y deja la calle cual espejo; la maestra que ve en que cada alumno a su hijo y se entrega a él, y el albañil que no admite chapucerías; el científico insomne que no descansa hasta encontrar respuestas a su hipótesis, e igualmente el labriego emprendedor.

Cualquier actividad, por sencilla que pudiera parecer, requiere de una dosis de profesionalidad, una asignatura desaprobada por muchos y en muchos lugares.

Segura estoy que si aleatoriamente se decidiera hacer un test de conocimiento a un grupo de trabajadores del sector estatal para medir sus habilidades y actitudes para el puesto que les garantiza el salario mensual, casi todos resultarían aprobados con notas satisfactorias o excelentes.

Sería ilógico dejar de reconocer la calidad de la formación académica de nuestra fuerza empleada, y la constante preocupación institucional e individual por acceder a cursos, posgrados, eventos, bibliografía u otro medio de actualización de los conocimientos.

Claro, una cosa es el saber y otra muy distinta lo que se saca a flote día tras día. He ahí la contradicción que está presente en tantísimos espacios productivos y de servicios del país.

Calificación profesional hay, lo que no abunda mucho es la materialización de las competencias profesionales.

Una lista de desaguisados pudiera enumerarse a la hora de ejemplificar el asunto; seguramente usted también podría hacer la suya, a partir del devenir diario.

Falta profesionalidad cuando, por ejemplo, en la recién inaugurada Casa del Prú, de Santiago de Cuba los dependientes venden caliente la codiciada bebida, en pleno mediodía, con la justificación de que “el producto acabó de llegar”; o cuando a veces el médico ni mira al paciente y sustituye el necesario examen clínico por un proceder mecánico y rutinario.

También adolece de falta de profesionalidad el quien vende, y el jefe que permite que vender un reloj despertador de pilas sin que existan batería para que el cliente pueda comprobar si funciona, como acontece ahora mismo en una de las mayores TRD de la ciudad santiaguera; o quien cobra un servicio por adelantado y termina por no prestarlo, como le sucedió a un colega en la unidad Trimagen, del centro de negocios Alameda en esta urbe.

Igual carecen de profesionalidad el agente de Sepsa que al momento de la recogida de valores apabulla al transeúnte sustituyendo la palabra amable por el gesto amenazador el funcionario que se ausenta justo el día dedicado a la atención a la población, y la recepcionista o la secretaria que deja a su interlocutor con la palabra en la boca para atender el teléfono.

En cualquier provincia del país se tropieza uno con estas barreras, con la pereza en el trato, con la baja calidad de algunas producciones, con la exigua información, veraz y oportuna, durante la realización de un trámite… en fin, con la falta de profesionalidad, una cuestión que le toca a quien de manera directa labora en un puesto y también a quien lo dirige.

Sí, porque la administración no puede sentirse al margen de este problema, de hecho le corresponde exigir, supervisar y evaluar el desempeño de cada trabajador y velar, compulsar si fuera preciso, porque salga a flote el buen hacer en cada lugar. Es un asunto que para enmendarse no precisa grandes gastos de recursos y sí mucha vocación y ética.

En este tema vale aquello de más vale calidad y no cantidad, pero mejor será cuando nos inunde la profesionalidad.

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