¡Telones abiertos!

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Anna Karenina, puesta de Angélica Jólina para el Teatro Estatal Académico Evguéni Vajtángov, de Rusia, deslumbró por la fuerza expresiva de sus imágenes.  Foto: Abel Ernesto Rubio Estrada, AIN
Anna Karenina, puesta de Angélica Jólina para el Teatro Estatal Académico Evguéni Vajtángov, de Rusia, deslumbró por la fuerza expresiva de sus imágenes. Foto: Abel Ernesto Rubio Estrada, AIN

Pura casualidad: con el Festival  de Teatro cambió el tiempo  en La Habana. Las lluvias  anuncian una nueva situación  meteorológica, pero no  han bastado para que la gente  se quede en la casa. Las salas,  en su mayoría, han estado  llenas, algunas más allá de  sus capacidades. Y eso que la  programación es francamente  pantagruélica: nadie podrá  tener una noción completa de  la calidad de la muestra porque  es sencillamente imposible  verlo todo.

Lo malo de esto es que  uno no sabe —sobre todo con  las propuestas extranjeras—  muy bien qué va a ver. Como  las obras están tan poco  tiempo en cartelera, cuando  alguien te dice que esta o  aquella son recomendables ya  se acabaron las representaciones.  Lo hemos escrito una  y otra vez: sería bueno que  la muestra fuera más pequeña  y contundente, de manera  que se pudieran programar  al menos cinco funciones de  cada puesta.

Pero de eso hablaremos  con más calma la semana que  viene, en el comentario resumen  de la cita. Por ahora  destacaremos algunos de los  espectáculos, como la Anna  Karenina del Teatro Estatal  Académico Evguéni Vajtángov,  de Rusia (se presentaba  al cierre de esta edición en la  sala Avellaneda). Se trata de  una versión coreográfica de  la celebérrima novela de Tolstói.  Algunos quizás esperaban  una historia contada con  pelos y señales, debieron salir  algo estupefactos del teatro.

La novela, se sabe, es monumental,  así que circunscribirla  a poco más de dos horas  resulta un ejercicio arduo.  Quizás hubiera sido mejor  ignorar algunos núcleos del  texto, como el de Levin y  Kitti, de manera que la acción  se centrara en los avatares de  Anna Karenina, su amante y  su marido. Pero el caso es que  la puesta es hermosa y hasta  sobrecogedora.

Yanier Palmero, Liliam Rentería, Mabel Roch, Alexis Díaz de Villegas y Clara de la Caridad González en Ana en el trópico. Foto: Del autor
Yanier Palmero, Liliam Rentería, Mabel Roch, Alexis Díaz de Villegas y Clara de la Caridad González en Ana en el trópico. Foto: Del autor

El gesto se poetiza hasta  la metáfora más o menos diáfana,  pero siempre pletórica  de plásticas significaciones.  Los actores —que no llegan  a tener una formación académica  de danza (al menos buena  parte de ellos no parecen  tenerla)— lucen cómodos  y resultan particularmente  expresivos, sobre todo en los  unísonos clamorosos. Particularmente  es notable el trabajo  de Olga Lerman, Evgeny  Kniazev y Dmitry Solomykin  que conmueven por la fuerza  de su interpretación en los  roles protagónicos.

Parece que Anna Karenina  marca este festival, porque  en el Trianón se presenta  desde hoy una obra del cubanoestadounidense  Nilo Cruz  que hace singular referencia  del personaje: Ana en el trópico,  coproducción de Teatro  El Público y FundARTE que  reúne a actores cubanos radicados  en nuestro país y en los  Estados Unidos.

Carlos Díaz respeta la  esencia del texto de Cruz y  despliega un entramado de  fuerte vocación lírica, contenido  y bien equilibrado, que  habla con la fuerza de la nostalgia  de la emigración cubana  a la Florida, en los años  veinte del pasado siglo. Habla  de mucho más, claro, la puesta  tiene ecos universales. Es  una buena opción.

En La decisión de John se recrea un complejo entramado dramático con muy pocos recursos escénicos. Foto: Del autor
En La decisión de John se recrea un complejo entramado dramático con muy pocos recursos escénicos. Foto: Del autor

También fue interesante  La decisión de John, que  Teatro del Noctámbulo (España)  presentó hasta ayer en  la sala Hubert de Blanck. Con  una extraordinaria economía  de recursos (solo cuatro  actores en un círculo de luz)  se recrea una historia llena  de peripecias, con personajes  bien dibujados que se debaten  en las movedizas aguas  de la orientación sexual. Muy  bien logrados los cambios de  escena, las transiciones, y el  movimiento espacial de los  intérpretes, que lucen muy  implicados en la historia, a  pesar de que algunos no encajan  con las características  físicas de sus roles.

En estos primeros días de  festival hemos asistido a propuestas  que nos parecen menos  convincentes, como Estudio  44, de Teatro El Puente,  España (demasiado simple y  previsible en su estructura y  planteamientos), y El vuelo,  de El mura Arte & arte (Uruguay),  que se resiente por tanta  pretensión filosófica.

El Festival de Teatro de  La Habana solo comienza.  Todavía hay una semana por  delante. ¡Suerte!

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