¿José Antonio…? Dando Guerra

¿José Antonio…? Dando Guerra

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José Antonio Guerra en el complejo de piscinas de la Cuidad Deportiva. Foto del autor
José Antonio Guerra en el complejo de piscinas de la Cuidad Deportiva.
Foto del autor

Cuando llegué José Antonio aún estaba allí. Entrenando bajo el sol. Subía y bajaba por las gradas del complejo de piscinas de la Ciudad Deportiva con agilidad, como lo viene haciendo desde hace dos décadas. Una simple seña bastó para hacerme visible. Dame 15 minutos, ya estoy terminando –me dijo–, y desde ese momento supe que la conversación sería fluida.

José Antonio Guerra, el más grande de los clavadistas cubanos de todos los tiempos, apenas mide 1.66 metros; pero sus más de noventa medallas internacionales lo han situado entre los gigantes de este deporte.

Hace poco el rumor de su retiro puso en alerta a quienes siguen el desempeño de la disciplina en Cuba, mas no pasó de ser eso: solo un rumor. Sobre su futuro como atleta y los momentos más importantes de su carrera conversamos, a la orilla del tanque de clavados.

En 1999 ganas la Universiada Mundial de Palma de Mallorca y comienza un ciclo que te lleva a la plata del orbe en 2005. ¿Cómo fue ese momento?

“La de 2005 fue una competencia incómoda, había mucho sol y me molestaba en las entradas al agua. Al finalizar, aunque era la primera medalla mundial de Cuba en los clavados, estaba inconforme. Fue lo más cerca que estuve del oro y un mínimo fallo no permitió llevármelo, eso es duro.

“Después, cuando todo termina y analizas con frialdad el camino que te llevó hasta allí, entiendes la magnitud del resultado y lo disfrutas a plenitud. Pero, si estás dentro de este mundo, perder no es una opción y siempre quieres un poco más”.

De todas tus medallas, ¿cuál disfrutaste más?

“la Universiada de Palma de Mallorca es inolvidable. Era el primer título frente a deportistas de primer nivel y me abrió las puertas a la élite del clavado. Pero mi corona en los Panamericanos de Río de Janeiro es la más satisfactoria.

“Hubiese preferido que llegara en Campeonatos Mundiales como es lógico. Sin embargo, el hecho de haber errado en un salto y venir desde atrás en un certamen de tanto nivel y con rivales de gran calidad es una imagen imposible de borrar”.

Guerra está sentado en el suelo, con las gafas de sol sobre la cabeza y conversa con el dejo de los santiagueros que, de tanto tiempo en La Habana, van perdiendo el acento.

Llegó a la capital en los inicios de los 90, en pleno período especial, una etapa difícil de su vida que templó su carácter y puso a prueba la determinación del entonces niño de apenas 13 años.

“¿Qué puedo decirte? Practico clavados desde hace 26 años, y no ha sido nada sencillo. Detrás de lo que ven los aficionados solo hay entrega diaria, frío, dolor y lesiones. Esa es la vida de un clavadista, el resto es poesía”.

La razón de la visita sale a relucir. Semanas antes se había anunciado su retiro, y muchos pensaron que los años de gloria de los trampolines y plataformas en Cuba habían llegado a su fin.

¿Qué te hizo regresar?

“Nunca me fuí. Ese fue un paso apresurado por algunos medios de prensa. Sí me estaba despidiendo de amigos muy queridos a través de Facebook, porque quería descansar y tenía otros planes, entonces esas cosas sentimentales fueron tomadas por definitivas y convertidas en noticias.

“Toda esta confusión ha causado mucha expectativa. Las personas me preguntan qué va a pasar, si es cierto que me voy. Jamás anuncié oficialmente mi retiro. Además, haber clasificado para la Serie Mundial es un incentivo muy fuerte, es el circuito más prestigioso y participar en él no debe tomarse a la ligera.

“Hoy me siento bien y mucha gente insistió en que me quedara, pero te confieso: estoy cansado. 26 años se dicen fácil, mas pesan cada vez más y tengo miedo a no rendir al nivel acostumbrado”.

Por unos instantes quedo atónito. Este hombre, que salta desde los 10 metro de altura haciendo piruetas aterradoras, tiene miedo. José Antonio se ha puesto las gafas para huir del sol, y yo, que debo tenar la contrariedad impresa en mi rostro, daría mi vida por ver los ojos de este hombre mientras habla.

Sin levantarse del suelo ladea el cuello y hace estrellar los dedos de sus manos que ahora descansan sobre las rodillas. “Gran parte de ese miedo es lo que me hace pensar en el retiro, aunque todavía no se ha acabado Guerra. Aquí sigo”. Inmediatamente esboza una sonrisa campechana —la misma que me auguró una gran entrevista— y las nubles desaparecen de su frente.

Ya tienes 34 años, y en este deporte es poco usual ver saltadores longevos. ¿Hasta cuándo planeas estar activo?

“Soy el más viejo de los plataformistas desde hace algún tiempo. Quizás en el trampolín quede alguno, pero no creo que sean muchos. Esta disciplina se caracteriza por una iniciación temprana, una carrera meteórica y un retiro adelantado. En la gran mayoría de los deportes un ateta con 25 o 28 años se encuentra en plenitud de forma, en los clavados a esa edad ya se está de regreso”.

¿Y después de los clavados, qué?

“Me gustaría hacer carrera como entrenador, no es fácil dejar a un lado tanta pasión y distanciarse de aquello que ha sido tu vida”.

Detrás, las risas juveniles no han cesado un instante a pesar de lo riguroso del entrenamiento y se convierten en pregunta indispensable para quien lideró del ranking mundial de esta disciplina.

“Se está trabajando muy duro. En Matanzas rescatamos la piscina de la EIDE con ayuda de Canadá, allá se hacen campamentos de entrenamiento con los mejores niños del país y en los cuales participan los canadienses.

“Dentro del equipo nacional sí hay algunas figuras que pueden mantener el nivel logrado, pero se debe trabajar mucho. El clavado está cambiando a una velocidad vertiginosa en todo el mundo: incremento en los grados de dificultad, e implementos necesarios para conseguir ese aumento y que no tenemos, complejizan el desarrollo.

“Sin embargo, el empeño en los entrenamientos y el avance del proyecto en Matanzas son el condimento perfecto para lograr ese aumento de calidad. Te repito, hay que trabajar mucho”.

La pregunta no tiene envoltura. No la necesita. La cima olímpica le ha sido esquiva en cuatro oportunidades. Aun así, seguro de que no será agradable hurgar en la herida, le espeto con serenidad calculada: ¿Qué te faltó por conseguir?

José Antonio arquea las cejas y respira hondo con esa expresión tan cubana, que debería ser patentada y usamos para organizar las ideas más enredadas sin que suenen a lamento.

“Decepción no es la palabra exacta. Me voy inconforme, muy inconforme, esa es la verdad. Estuve muy cerca y por diversas razones no la conseguí, incluso cuando tenía posibilidades reales de llegar al podio. Desde fuera el resultado es el mismo: pude, pero no llegué.

“Estoy feliz por la carrera larga que he tenido y los premios acumulados. Aunque conseguí medallas en todos los eventos organizados por la Federación Internacional de Natación (FINA), el vacío es claro, me falta la olímpica”.

¿Llegarás a Río 2016?

“Es muy temprano para decirlo. Depende de cómo se desarrolle el ciclo, ya ves lo que sucede por ir adelantando cosas”. Sonreímos los dos, aunque personalmente agradezco el malentendido que me puso aquí.

“Quisiera que las personas reciban esta etapa de mi vida como un regalo que me estoy haciendo y le ofrezco a los seguidores del clavado. La asumo con el mismo ímpetu de siempre, sin embargo, las metas no son los mismas.

“Sé que una medalla olímpica es muy difícil, y que si no la he alcanzado ya es casi imposible. Eso es duro decirlo, pues obtenerla fue el incentivo para llegar hasta aquí, pero el tiempo te hace ser más objetivo en los sueños”.

En el tanque de clavados siguen los entrenamientos. Uno tras otro los jóvenes se lanzan al agua. José Antonio está de pie. Camina y sonríe, tranquilo, dueño del ambiente matutino repleto de voces, de indicaciones técnicas y consejos.

Yo, con la cabeza cargada de recuerdos propios y ajenos luego de una conversación diáfana, calculo que este tipo de paradojas son las que convierten en leyenda a los hombres. Apenas un metro y 66 centímetros albergan al mejor clavadista cubano de todos los tiempos, un santiaguero risueño que se ha ganado el corazón de su gente y un lugar entre gigantes.

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Un comentario en ¿José Antonio…? Dando Guerra

  1. La literatura embellece al periodismo. Esta narración sobre Guerra parece una novela bibliográfica, no te desprendes de la entrevista hasta el final. Para que después no digan que en Cuba no se hace nuevo periodismo. Felicidades por la entrevista Julio

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